Capítulo XXXII: Asombrosamente extraño

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Las olas del mar rompían con fuerza sobre las rocas. Había estado allí en sueños, lo recordaba muy bien ahora. Se miró las manos con cierto recelo, esperando ver algo extraño. Pero no. Nada volvería a ser extraño. Y saber que ya no volvería a experimentar esos cambios, la inquietó. Al parecer, se había llegado a acostumbrar a esa parte de sí misma.

― Debes estar contenta, ya no tendrás que preocuparte por tu dieta.

Tatiana miró a Zale de soslayo. El joven tritón jugueteaba con el medallón que su padre, Océano, le había entregado. Miraba con sus azules ojos el mar. Esperando. Igual que ella.

― No te creas, le había pillado el gusto a la carne cruda ―apuntó en alto, haciéndose oír por sobre el oleaje.

Zale la miró entonces, y ante su rostro incrédulo, inocente, no pudo evitar dejar escapar la carcajada que se había obligado a contener.

― Eres imposible. ¡Nunca consigo entenderte del todo! ―le reprochó. Tatiana sonrió, y tocó intencionadamente el ala plateada que colgaba de su cuello.

― Yo un poco sí, me parece ―se atrevió a decir. Zale enrojeció ligeramente, volviendo su rostro al frente.

― Imagino que te debo una disculpa.

Tatiana hizo un ruidito afirmativo.

― No es necesario que me lo expliques. Pero acepto tus disculpas. Nadie salió herido, de todos modos ―aseguró con un encogimiento de hombros. Sin embargo, al parecer, Zale no creyó que fuera eso suficiente. Y algo en su interior le decía que no podía dejar las cosas así.

― Reconozco que creí que serías un problema, y de hecho lo fuiste.

― Vaya, gracias ―replicó ella. Zale sonrió.

― Pero me has salvado, y no solo a mí, también a mi padre. Y gracias a ti he podido conocer a mi madre.

Tatiana lo miró entonces, el viento mecía sus cabellos, apartando algunos de la cara, otros ocultando parcialmente su rostro.

― No es excusa, lo sé, pero guardé tu medallón porque sabía quién te lo había dado. Estaba... supongo que es justo decir que estaba celoso ―confesó. Entonces clavó sus ojos azules en los de ella―. Y también debe ser justo que te diga que la razón es que estoy enamorado de ti.

Tatiana parpadeó. Aunque en el fondo lo sabía, oírlo era distinto que suponerlo. Y Zale había sido muy valiente al decirlo en voz alta. Ella no había tenido tanto valor.

― ¿Lo... guardaste? ―dijo con una ceja alzada. Zale enrojeció.

― Bueno, lo... tomé prestado... ―Tatiana acentuó su ceja alzada y entonces Zale perdió los nervios por un segundo―. ¿¡Cómo...cómo puedes haberte quedado solo con eso de todo lo que he dicho?!

Tatiana volvió a dejar escapar una carcajada.

― Lo siento ―aseguró―. No esperaba que lo dijeras.

Zale esbozó una triste sonrisa.

― Ni yo espero que tú lo hagas.

Tatiana lo miró con ternura.

― Lo siento ―repitió, no queriendo darle falsas esperanzas―. Me siento realmente cómoda a tu lado. Confío en ti más de lo que confío en mí misma. No me haces perder los nervios, ni me vuelvo una estúpida al hablar contigo. De hecho, has logrado que saque lo mejor de mí misma.

Vínculo (Part2 Hera)Where stories live. Discover now