Capítulo XXVI: Canto de sirenas

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Tatiana miró a Ares con los ojos entrecerrados. Le habría encantado decir que sí. Que tenía una maravillosa idea. Pero por desgracia, no tenía ninguna. A no ser que le salieran alas en las horas siguientes, no había ningún modo de bajar de allí.

Las columnas estaban lo suficientemente separadas como para ni siquiera plantearse la opción se saltar. Resignada ante la idea, Tatiana miró hacia abajo, intentando ver a Hermes, a Zale y a...

― No veo a Talila ―se percató Tatiana. Ares alzó una ceja, sentado todavía en el borde de la columna.

― ¿La esclava? ―Al ver el ceño fruncido de la joven, Ares reprimió una carcajada antes de continuar―. Está muerta.

― ¿Qué? ―Ares la vio mirar asustada hacia abajo, y no fue necesario que siguiera para saber lo que había pensado.

― Era mortal. No ha muerto por caer hacia abajo, sirenita. Lo ha hecho porque era mortal.

Tatiana entrecerró los ojos al volverse hacia el dios de la guerra.

― ¿Y qué soy yo?

Ares sonrió.

― Un dolor de muelas.

― Ares ―gruñó. El alzó las manos en señal de rendición.

― Pero piensa un poco, sirenita ―continuó. Tatiana suspiró ante el apelativo.

Era cierto. No era humana. No era mortal exactamente. Ninguno de los allí presentes, a excepción de Talila, era completamente humano.

― Los humanos no pueden bajar al infierno sin morir en el proceso, ¿es eso?

― ¡Bingo!

Tatiana se dejó caer a un lado. La había matado. De algún modo, al implicarla en todo aquello, había acabado con la vida de una joven que no tendría que haber tenido ese final.

― ¿Por qué no lo dijiste? ―murmuró con apenas voz.

―No te lo tomes así, sirenita. Tarde o temprano, habría muerto. Es la pega de los mortales.

A Tatiana le habría gustado tirar al dios de su columna de tierra de una patada. Pero en el fondo sabía que Ares no tenía toda la culpa. Ella debería haber pensado un poco antes de precipitarse y abrir el infierno bajo sus pies.

― De todos modos, no importa ―consiguió decir Tatiana segundos después―. Si no logramos salir de aquí, al menos yo tendré el mismo final ―cubriendo su rostro con las manos, reprimió el impulso de volver a llorar―. Todo esto es culpa mía, tendría que haber prestado más atención. Dejar que alguien más se preocupe. No intentar hacerlo todo yo sola. Demostrando que soy capaz...

Truenos lejanos de nubes rojas llenaron el silencio. Como si no fuera suficiente estar en lo alto de las torres más altas. Ares se volvió para evaluar la tormenta que se acercaba. Alzó los ojos hacia la joven, sentada y con la mirada vacía.

― No lo dije, porque no sabía que caeríamos al inframundo de este modo ―confesó Ares, sorprendiendo visiblemente a Tatiana―. Por si sirve de algo ―añadió―. Por otro lado, puedes seguir lamentándote ahí sentada, o hacer algo con nuestro pequeño problema de altura.

Tatiana parpadeo, no creyéndose todavía que el dios de la guerra, quien la secuestró para que sirviera de sacrificio, estuviera intentando animarla. A su manera, claro.

Vínculo (Part2 Hera)Where stories live. Discover now