Capítulo XXII: El amargo sabor de los recuerdos

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Tatiana siguió a Talíla hasta una pequeña cabaña de madera en Argos. A pocos metros, se encontraba una casa grande y más lujosa. Con un muro de entrada y jardines, Tatiana supo que no llegaría a pisar ni siquiera la entrada si decidía llegar hasta allí. Talíla le ofreció la pequeña cabaña alejada para poder pasar lo que quedaba de noche. Ella debía regresar con los troncos a la vivienda de sus amos, rezando porque su insignificancia no hubiera hecho que los señores de la casa repararan en su tardanza y ausencia.

Tatiana habría querido ayudarla de algún modo, pero se encontraba en una situación difícil. Según Talíla, a quien había obligado a hablar pese a su reticencia a hacerlo, le había explicado que no había sido siempre esclava. Cuando era pequeña, su familia y ella vivían en Argos en paz y armonía, pero que la llegada de los dorios a su ciudad había hecho que muchos habitantes fueran expulsados de sus casas, y otros, como ella, recluidos como esclavos. Ahora no era más que parte de lo que los dorios habían conquistado.

Con la llegada de los dorios, lo habían hecho también leyendas terroríficas con las que atemorizaban a los doulos. Una de ellas eran las Empusas. De lo que Talíla la había acusado de ser. Decían que les gustaban los lugares desiertos, y habían anidado unas pocas en los bosques cercanos a Argos. Con tal de mantener a los doulos cerca y que no salieran de la polis, o eso había supuesto Tatiana al escuchar la leyenda, los amenazaban con que las Empusas se los comerían si atravesaban los bosques. Sobre todo de noche, que era cuando más oportunidades tenían de escapar. Pues se sabía que una Empusa merodeaba sobre todo las noches de luna llena.

El aspecto de las Empusas, además, podía ser tanto de animal como de mujer. Al verla en el bosque, Talíla había supuesto que había tomado forma humana. Además, esa noche la luna llena iluminaba el bosque.

― Talíla ―la llamó antes de que se alejara de la cabaña―. ¿Por qué sigues siendo una doulos? A pesar de las leyendas, ¿no es mejor arriesgarse que seguir siendo una esclava? Al fin y al cabo, ellos te obligan a salir a por leña por la noche. ¿Arriesgarse por ser libre no es mejor que arriesgarse por obedecer las órdenes de quien te mantiene prisionera?

Talíla sonrió.

― Tienes un espíritu extraño, Tatiana. Imagino que para una sirena es difícil entender que alguien no contemple la idea de ser libre. Pero los esclavos estamos marcados, y cualquiera que vea la marca sabe lo que somos. Por mucho que quiera huir, siempre alguien podrá capturarme ―Los ojos abiertos de Tatiana confirmaron a Talíla que se había sorprendido con la conclusión certera a la que había llegado sobre lo que ella era en realidad―. Las leyendas cuentan que ante el hambre, los ojos de las sirenas se oscurecen y sus colmillos, en afiladas sierras, crecen. También sucede cuando se sienten amenazadas. Hay sangre en tu ropa, y antes de que vieras más allá de mí y mi rostro asustado, pude ver tus ojos y tus afilados dientes.

Tatiana se llevó una mano a la boca inconscientemente. Desde que sabía que Pisínoe estaba en su interior, convirtiéndola en una sirena descontrolada, temía que su apariencia cambiara con el hambre, pero no sabía que también lo hacía ante el miedo o la amenaza.

― ¿Por qué me preguntaste entonces si era una Empusa?

― Porque sabía que no ibas a atacarme si sabías que estaba equivocada con mis conclusiones. Las sirenas, ante las amenazas, atacan. Si te hubiera dicho que sabía que eras una sirena, quizás me habrías atacado. En cambio, al decirte que eras una Empusa, recobraste la confianza y te tranquilizaste.

―Y sin embargo, ahora me lo dices.

― Eres sincera.  No me has ocultado que no eres humana. No sé qué te ha pasado, pero puedes quedarte aquí el tiempo que necesites. A pesar de ser una doulos, conozco esta ciudad y si existe algún modo de ayudarte, lo haré.

Vínculo (Part2 Hera)Where stories live. Discover now