Capítulo XV: El pequeño pendiente de la suerte

1.1K 128 31
                                    




                  

Odiaba la oscuridad tanto como ser una sirena. No se trataba de miedo, era puro odio. La oscuridad conseguía que recordara el tiempo que fue cautiva, encerrada en las profundidades de una celda en alguna parte de algún templo.

                Había encendido tres velas que había encontrado en el primer cajón de la mesita de noche. Dio gracias que el mar estuviera en calma para poder encenderlas. Estaba a prueba de agua, pero dudaba mucho que estuviera a prueba de fuego.

                Sentada en esa cama vieja improvisada, mirando la llama de una vela danzando. Así fue como Hermes, minutos más tarde, la encontró.

                ― ¿Cuántas velas crees que debe haber en este barco? ―comentó Tatiana de repente y sin razón aparente―. No se deben encender mucho, porque si se terminan, adiós luz. ¿Dónde se consiguen las velas? No me imagino a Zale entre abejitas para coger la cera y fabricar velas...

                Apenas se dio cuenta, pero una leve risa escapó de sus labios ante ese pensamiento. Hermes, aunque la escuchó, avanzó sin decir nada. No hizo falta comentar que lo que ella había dicho no era relevante, lo dedujo por sí misma al escuchar sus taciturnos pasos.

                ― Ya sé qué vas a decir. Eres una irresponsable niña estúpida que no sabe lo que hace. Tienes a todo el mundo preocupado, y como no regresemos ahora mismo lo voy a lamentar. Y bla, bla, bla...

                Hermes carraspeó, suspiró con cierta incomodidad y se sentó en la cama, a su lado.

                ― En realidad... Iba a preguntarte cómo estabas.

                No pudo evitarlo. Ni siquiera la reprimió. Antes de darse cuenta, ya estaba riendo sin parar. Una risa cínica.

                ― ¡Oh, estoy genial! Me han intentado matar, descuartizar, devorar y ahogar. A sí, y envenenar. También me han humillado, golpeado y arrastrado por todas partes hasta que he terminado exhausta y enfadada ―exclamó con exagerado sarcasmo―. Pero, ¡eh! Estoy genial. Nunca he estado mejor.

                ― No hace falta que lo digas así.

                Tatiana se volvió entonces. Tenía los ojos anegados, reteniendo a duras penas las lágrimas.

                ― No. No hace falta. No hace falta que hablemos de nada. Porque ni te importa ahora ni te ha importado nunca cómo pueda sentirme. Estoy harta de que siempre finjas preocuparte por mí. Así que, por una vez, Hermes, no lo hagas.

                El dolor y la frustración en los ojos oscuros de la joven consiguieron avergonzarlo. No era cierto que su preocupación no fuera genuina, pero no podía negar que lo había sido hace tiempo. No recordaba en que momento había pasado de ser Tatiana, el engorro de hermana de Zoe, a Tatiana, su pesadilla personal. ¿En qué momento se había convertido en su preocupación? ¿En qué instante había dejado de importar lo que Zoe le dijera y ser consciente que su preocupación por la joven era real?

                No lo recordaba, y tampoco quería pensar en ello. Era preferible que Tatiana siguiera viéndolo como una excusa. El mensajero. Nunca mejor dicho. Siempre sería el mensajero. Y era mejor así. Más fácil.

                ― Muy bien. Es culpa mía, de acuerdo. No he venido aquí para pelearme contigo, solo quiero que regreses a casa ―aseguró―. Sí. Zoe está preocupada, y tus padres lo estarán si no regresas. Yo soy el responsable, por llevarte al Olimpo cuando eras vulnerable. Así que estoy aquí para enmendar ese error. Si así lo prefieres, no fingiré otra cosa. Pero no puedes quedarte. Ares vendrá enseguida y...

Vínculo (Part2 Hera)Where stories live. Discover now