Capítulo XVI: Historias del pasado

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Puerto de Nauplia

Llegaron a su destino dos días después de lo sucedido. Ares había aparecido en el barco horas antes de que atracaran en el puerto. Alegaba que no le gustaba nada navegar, era Dios de tierra, y guerra, el agua era para los peces.

El pueblo costero era concurrido gracias a su buena posición. Un lugar donde millones de barcos atracaban durante el año para comercializar, repostar o llegar a su destino. Zale se conocía el lugar. Había estado allí, hace tiempo...

No caminaron demasiado. La pequeña casa donde iban a alojarse pertenecía a una mujer mayor ciega que recibió a Zale con los brazos abiertos.

― ¡Oh, hijo mío! Hacía años que no sabía de ti. ¿Qué te trae a ver a esta vieja anciana?

― Abu Elma ―dijo Zale con cariño abrazando a la anciana―. ¿Necesito acaso una razón para visitarte?

― Sí, desde que te fuiste porque no querías que me hicieran daño cuando te encontraron esas víboras... ¿Significa que ya has terminado con eso, hijo? ¿Ya estás a salvo?

La amable voz de la anciana, todavía preocupada por él, consiguió que Tatiana esbozara una sonrisa, permaneciendo todavía detrás de la puerta.

― Es... complicado. Pero estamos a salvo por ahora. Necesito un día, abu. ¿Podrías ofrecernos tu casa por un solo día?

― ¿Ofreceros? ―la anciana pareció mirar más allá de la puerta, aunque sus ojos estaban perdidos en el infinito.

Antes de llegar a la cabaña, Zale les había advertido que esa mujer no confiaba en nada que no fuera humano. Si bien era cierto que había cuidado de él, era una excepción, pues su padre había sido su hijo. Así que había puesto mucho empeño en decir que no dieran ninguna señal de lo que eran. Tatiana lo tenía fácil. Para ella seguía siendo humana, lo cual hizo dudar a Zale más aún que con sus amigos dioses. Que ella no fuera totalmente consciente de lo que era, le daba vulnerabilidad. Y de eso él sabía más que nadie.

― No es necesario que te preocupes, me encargaré de que no revele su secreto ―se apresuró a decir Hermes con un deje de desdén. Tatiana suspiró. ¿Acaso podía ser más evidente lo desagradable que le parecía esa situación?

― Puedo cuidarme solita ―gruñó ella.

― Sí, está totalmente demostrado que puedes. Por supuesto, no has acudido a Kayros, ni has ido al pasado, ni casi te matan, y, oh, claro, tampoco te has embarcado con un medio pez que casi logra convertirte en comida de sirena.

La ironía empezaba a ser bastante insoportable, a juicio de Tatiana y, al parecer, también de Zale.

― Zale. Me llamo Zale ―protestó este. Tanto Tatiana como el dios lo ignoraron.

― Nadie te ha pedido ayuda, Hermes.

― No es necesario.

Tatiana desistió. Suspiró y le prometió a Zale que haría todo lo posible por no molestar a su única familia. Después de ver a la mujer de cabellos canosos, poco nutrida y de rostro agradable, se prometió que haría todo lo posible por no dejar salir a su sirena interior.

― ¿Quiénes son tus amigos, hijo? ―preguntó la mujer acercándose a ellos. Tomó a Tatiana de la mano―. Vaya, una joven. ¿Por fin sentarás la cabeza, niño?

Vínculo (Part2 Hera)Where stories live. Discover now