Cap 36

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36

No sabía el tiempo que llevaba mirando una a una a cada una de sus compañeras. Podría ser Silvana, que le había empujado y gritado, aunque nunca podría ser objetiva con ella. De Tania y Elisabeth estaba totalmente segura, llevaba demasiado tiempo con ellas. Descartó a Cheska, Emanuel le dijo que ella fue la novena en desaparecer. Aún le quedaban siete, su intuición eliminaba a Sheila, pero tampoco podía estar segura. Fuera quien fuera, ya no podría decir nada más de sus intenciones delante de sus compañeras, mucho menos la información que Emanuel le dio, puesto que ya no podía confiar en nadie. A partir de ese momento estaba completamente sola.

Se metió las manos bajo su capa y se levantó. Echó un último vistazo y se perdió tras el muro del orinal. Observó que lo habían limpiado.

Escuchó un crujido y el sonido del primer cerrojo de la puerta abriéndose. No se había percatado en las dos ocasiones anteriores de lo espantoso de aquel ruido. Se oyó girar la segunda llave, que chirrió al final de la vuelta. Un último tintineo de llaves anunciaba la apertura de la puerta.

Natalia se asomó y vio entrar a Mad.

–¡Salid todas! –ordenó–, ya es la hora.

Natalia sintió ganas de llorar y el instinto de aferrarse al muro pudo con ella. No quería salir, pero tampoco tenía por donde huir. Fue en aquel momento cuando Natalia sufrió el ataque de pánico más grande que nunca imaginó que experimentaría en su vida. Cayó de rodillas agarrada al muro, y dejó de respirar. Miraba la letrina, contuvo el impulso de lanzarse sobre ella apretando los párpados con todas sus fuerzas. Una sensación diferente le había invadido y el único medio que conocía para remediarlo no estaba en aquella habitación.

Asentó su frente y su nariz sobre el suelo y quedó inmóvil. Por el rabillo del ojo pudo ver unos pies junto a su cara. Los pies de Mad.

–¡Levántate! –le ordenó Mad.

Al no moverse Natalia, Mad se acuclilló.

–Natalia –el tono de Mad era suave pero altivo. –Ahora la situación ha cambiado. No podemos retrasarnos, ¡así que levántate y ponte en la fila!

Natalia seguía sin moverse ni siquiera para respirar.

–¡Mad! –. Unos de los encapuchados se asomó.

–¡Ya vamos! –le respondió Mad dirigiéndose de nuevo a Natalia. –Han salido todas, faltas tú.

Natalia parecía no escucharla.

–Ha llegado alguien que no tiene mi paciencia –añadió Mad.

Natalia levantó la cabeza.

–¿Ella sí puede tocarme? –. Mad endureció su expresión ante la pregunta de Natalia y no le respondió.

–¡Sal ahora mismo! –le ordenó.

–¿Por qué vais a matarnos? –le preguntó de nuevo.

–Muy bien, ¡llamaré a tus guardianes! –Mad se dirigió hacia la puerta e hizo un gesto con la mano. Inmediatamente dos encapuchados entraron.

Natalia aún de rodillas les ofreció sus muñecas. Los encapuchados la ayudaron a incorporarse. Mad esperaba en la puerta. Cuando pasaron junto a ella, Natalia tiró con sus muñecas de los dos encapuchados para que pararan.

–Mad –le dijo.

Mad la miró seria.

–Dile a esa persona que ha venido, que le diga al que me eligió que se equivocó conmigo.

Los encapuchados aflojaron la intensidad con la que la sujetaban y los ojos de Mad echaron chispas. Mad no respondió, pero asintió con la cabeza.

Natalia se colocó detrás de Cheska, en su lugar en la fila, e iniciaron la marcha.

Décima doctaWhere stories live. Discover now