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Yun permanecía en la Sala de La Dama, situada en una de las cuatro esquinas de la Sala Circular. El Maestro y Mad la acompañaban, Kev acababa de entrar.

—Ya han terminado —anunció Kev quitándose la capucha de la capa y el antifaz que cubría su cara.

—¿Los han visto? —preguntó Mad.

—¡Qué más da Mad! —intervino Yun—, no van a apresarnos.

—Pues hay quien está ya bastante cerca, Yun —le replicó Mad.

—A mí no va a cogerme nadie, Mad —concluyó Yun.

—Ahora solo queda que la encuentren —dijo el Maestro—. Hasta ahora todo va a la perfección.

—Ningún Hijo de Nellifer va a venir, Maestro —le recalcó Yun—. Ya se han cansado de seguirnos para nada.

Mad miró hacia otro lado ante la arrogancia de Yun.

—¡Mad! —llamó su atención Yun— por qué no te convences de que el ritual no fallará.

—Porque siempre cabe la posibilidad —le respondió Mad—. Nellifer prometió que volvería. Y de la misma forma que nuestra hermandad ha sobrevivido miles de años a su maldición, ellos llevan miles de años esperándola.

—Aunque se cumpla, somos más numerosos que ellos, no podrían con nosotros. Y de todos modos nunca llegarán al Gran Maestro, ni siquiera tú sabes quién es, ni dónde está.

—Ese secreto, Dama del ritual, forma parte de la profecía de Nellifer.

—¡Ese es el problema que tenéis todos! —levantó la voz Yun—. Tú, Kev, y la mayoría de los que están fuera. ¡Creéis que regresará, creéis, que va a cumplirse una maldición que una egipcia escribió con sangre hace más de cuatro mil quinientos años!

—Esa es precisamente la razón del ritual —intervino Kev mirando a Yun como si estuviera loca.

—¿Tú también lo crees? —le preguntó Yun al Maestro.

El Maestro levantó la cabeza y la miró.

—Yun, que temamos el regreso de Nellifer no tiene nada que ver con que tú seas o no una Dama apta para el ritual. Creer en Nellifer forma parte de las creencias de la hermandad.

—Tú aceptaste todas nuestras creencias cuando pediste la admisión en la hermandad—le explicó Mad.

—Soy amante del conocimiento —se defendió Yun—. Y tal y como he demostrado todos estos años, me he dedicado exclusivamente a su búsqueda y recopilación para la hermandad. He conseguido más en este tiempo de lo que muchos lo han hecho dedicándole una vida entera. He aprendido todo lo que la hermandad me ha exigido, he ido donde la hermandad ha dispuesto que fuera, he robado lo que la hermandad me ordenó que robara y he matado porque la hermandad me lo ha pedido. Fui la Dama más joven de las que tengamos conocimiento y este es ya mi tercer ritual. Nunca cometí faltas, nunca cometí errores. ¡Creo en el conocimiento que se perdió con Nellifer, tanto o más que sus propios hijos! Pero no creo que nadie vaya a regresar después de cuarenta y cinco siglos muerta.

Todos los que escuchaban permanecieron callados hasta que Yun terminó su discurso. Mad no creyó del todo sus palabras, aunque en principio parecieran certeras. Era verdad que Yun era de los mejores miembros de la hermandad. Había recuperado algunos conocimientos perdidos que la hermandad llevaba años buscando. Pero no robaba ni mataba porque se lo exigiera nadie, sino porque era el único modo de actuar que conocía. Yun era una asesina nata, ese rasgo lo traía en los genes cuando se hizo adepta a las creencias. Y eso Mad lo reconocía perfectamente.

—Nadie duda de tu capacidad, Yun —le dijo el Maestro—, por eso llevas quince años en el cargo. Los que buscamos el conocimiento te agradecemos todo lo que has hecho por la hermandad. Pero la profecía nos supera a todos, incluyéndote. Desde el momento en que formas parte de nuestro grupo, entras dentro de lo que Nellifer dispuso para nosotros, y más siendo Dama. Como sabes, si ella regresa algún día, serás la primera en morir.

—Que vengan a por mí si quieren. En el momento que eso ocurra, el puñal de Nellifer me pertenecería.

Yun con el puñal de Nellifer, Mad esperaba no vivir para verlo.

—No solo peligraríamos nosotros, Yun —le dijo Kev—. Todo nuestro trabajo, todo lo que consiguieron nuestros antecesores durante siglos, desaparecería. No es nuestra vida lo que protegemos, es el conocimiento recopilado por la hermandad desde tiempos anteriores a Nellifer.

—Para eso tendrían que desenmascarar al Gran Maestro, algo que dudo —concluyó Yun.

El Maestro del ritual le dio la razón a Yun con un asentimiento de la cabeza.

—¡Mad! —la llamó el Maestro—. Hoy tu trabajo va a ser más difícil.

—Ya lo conozco —respondió Mad.

—Hoy en la preparación necesitarás la ayuda de los guardianes.

—Preferiría que no.

—Le ayudaré yo —se ofreció Yun.

—¡No! —negó Mad con rotundidad.

—¡Sí! —afirmó el Maestro corrigiendo a Mad—. Yun estará presente.

Yun asintió complacida.

—¡Yun! —el Maestro se dirigió a ella —. ¿Está preparado el veneno?

—Mi creador está en ello —le respondió Yun orgullosa—. Vamos a ser muy rigurosos con el tiempo. Sabes que si la poción no se toma en un plazo establecido no funcionará. Nos arriesgamos a que la joven no pierda el habla.

—La segunda es nuestro reto más importante —añadió el Maestro.

—Es el desafío que le lanzamos a Nellifer —añadió Mad.

Décima doctaWhere stories live. Discover now