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Nel llamó a la puerta de la habitación de Petrov y Rhia le abrió de inmediato, invitándolo a pasar. Petrov se encontraba sentado en una de las tres sillas que rodeaban una mesa redonda. Nel ocupó otra de ellas y Rhia la que quedó libre.

–¿Y bien? –le dijo Petrov en cuanto se hubo sentado en la silla.

–Más de lo que esperaba –respondió Nel, ansioso por contarle.

–Empecemos entonces –. Petrov miró a Rhia, indicándole que hablara la primera.

–Cheska –comenzó Rhia–, veintidós años. No tiene familia en España. Convivía con una compañera de trabajo. Profesora de violín y camarera de la discoteca donde desapareció desde hace cuatro años, los que lleva en el país. Fue la penúltima desaparecida.

–Sheila –continuó Petrov–, la más joven de todas, veinte años. Desapareció la segunda. Estudia física y es profesora de gimnasia en un centro de la tercera edad. No tiene novio y sus padres dicen

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que su círculo de amigos es el mismo de la infancia, nadie nuevo que ellos sepan.

–Vanesa –continuó Rhia–, veintitrés años. Preparaba oposiciones públicas. No salía a otro lugar que no fuera a la biblioteca y estudiaba sola. Desapareció la tercera, cuando volvía a casa después de estudiar.

–Tania –dijo Nel antes que Petrov se le adelantara– veinticuatro años y prima de otra de las desaparecidas, Elisabeth. Estudió medicina y este año cursaba primero de bellas artes. Es de familia acomodada y su círculo de amigas también está desaparecido.

Rhia levantó las cejas, sabía lo que había querido decir Nel con lo de “círculo de amigas”. Petrov, que no fue tan ágil como Rhia, abrió la boca para proseguir pero Nel no le dejó tiempo de articular palabra.

–Formaban un grupo de trabajo y estudio como las diez primeras –añadió rápidamente–. Se dividieron en tres carreras, medicina, arquitectura y química.

Rhia seguía mirándolo con las cejas enarcadas, sin hacer ningún comentario. Petrov continuaba aún con la boca abierta.

–Natalia –soltó al fin Nel y Rhia miró hacia otro lado– fue la que formó de alguna forma ese grupo de trabajo, a los cinco años.

Nel puso encima de la mesa el libro de Natalia.

–Lo cogí de su cuarto –le dijo a Petrov, viendo que Rhia no estaba muy interesada en el tema.

Petrov cogió el libro, leyó el título y decidió echarle un vistazo. Tuvo que colocarse las gafas en cuanto se percató de la letra diminuta con la que Natalia escribía en los márgenes del libro. Nel ob201

servaba la cara de Petrov mientras leía, para comprobar si hacía algún tipo de gesto de aprobación.

–La madre de Natalia desapareció cuando ella tenía diez años, no se sabe si está viva o muerta.

–¿Qué piensas? –Rhia dejó de mirar los cristales de las ventanas para volver a la conversación –, ¿que su madre fue una de ellas también?

–Para nada. No tiene el perfil intelectual de las elegidas y la fecha en la que desapareció no concuerda con ningún ritual. Natalia llegó a culpar a su padrastro de la desaparición de su madre, pero nunca se llegó a investigar.

–¿Por qué lo culpó? –preguntó Rhia con curiosidad.

–La tía de Natalia dice que la niña contó que su madre había muerto por su culpa, y que la noche que murió la oyó gritar. Pero cuando nadie la creyó, Natalia no volvió a hablar de ello.

Décima doctaWhere stories live. Discover now