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La puerta de la Sala Circular se abrió y, exactamente igual que la noche en que murió Sara, los cuatro líderes aparecieron en fila. Yun vestía de nuevo con un vestido largo de cola, si bien no era el del día anterior.

Tal vez porque suponía lo que iba a ocurrir inmediatamente después, el tiempo voló en la conciencia de Natalia. No se demoraron en coger a una de sus compañeras y subirla a la piedra por la fuerza.

       “Vanesa”. Natalia pudo ver su cara de terror. Vanesa forcejeó con más fuerza que Sara, quizás porque sabía de antemano lo que le esperaba. Sin embargo, no la esperaban individuos con cuerdas allí arriba, ni siquiera la colocaron en el centro de la piedra. Simplemente la subieron casi en brazos hasta el borde y la giraron.

Yun iba tras ellos. Y subió, uno, dos, hasta el tercer y último peldaño. Brilló algo en su mano. Natalia pensó que sería el puñal. Pero era algo más ancho.

Vanesa las miró a todas, llorando, pidiendo ayuda con sus ojos, pero ninguna podía soltarse de sus guardianes. Cheska volvió a caer de rodillas y pegaba su frente al suelo de cuadros blancos y negros. Natalia miró a su guardián derecho, el mismo que pateara la noche anterior.

       —¡Sois todos un puñado de locos hijos de puta! —le dijo sin moverse de su sitio, sin forcejear. —¡Sois unos locos hijos de puta!

Gritó y su grito resonó en la habitación. Yun no se giró hacia ella. Natalia la miró confusa, Yun la estaba ignorando. Se calmó para observarla. Vanesa miraba a Yun con curiosidad, Natalia podía ver la mitad de su cara, estaba sorprendida por algo que estaba escuchando.

Décima doctaWhere stories live. Discover now