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—Mi hermana tenía veintidós años cuando se la llevaron —Rhia estaba a punto de llorar—, no he vuelto a saber de ella. Nunca se ha puesto en contacto con ninguno de nosotros. Y ella no haría eso si estuviera viva.

—Forma parte de ellos, Rhia —le consolaba Nel—, no podría salir de la hermandad aunque quisiera.

—Tú dices que la décima es la que cierra el ritual, que la décima degüella a la novena. ¡Mi hermana no es una asesina!

Nel bajó la cabeza. No sabía bajo qué concepto una persona podía matar a otra sin motivo alguno, y menos habiendo sido su compañera de celda durante días. Pero la décima lo hacía, por eso llegó a pensar que la décima formaba parte de la hermandad.

Ahora, en cambio, estaba seguro de que no era así. Con lo cual, Natalia jamás podría haber pertenecido a ellos anteriormente. Rhia le había abierto otra posibilidad. Ella había encontrado un manual secreto de la orden. De la misma manera, Natalia podría haber encontrado documentos sobre Nellifer sin necesidad de tener vinculación con ninguno de ellos.

Nel miró la hora, alguna muchacha andaba perdida entre la gente. Ella podría hablar si el momento en que bebió de la copa fue el correcto. Podría descubrirles a los viandantes quiénes eran los bárbaros que las capturaron. Podría revelarlo todo, pero una intuición le decía que no iba a ser así.

Rhia permanecía perdida en sus pensamientos.

—Rhia —Nel la hizo volver a la habitación—, te prometo que la encontraremos.

Rhia sonrió y apoyó su cara en el hombro de Nel. Este se irguió incómodo. Sin embargo, la rodeó con el brazo.

—Petrov dice que será esta vez —dijo ella.

Nel no le respondió. Aunque encontraran a Alysha dudaba que regresara con Rhia. Ahora era una de ellos y sus creencias serían firmes. Y eso contando que los Hijos de Nellifer no la mataran antes.

—Tenemos que irnos —dijo Nel deseando que acabara el momento de consuelo de Rhia.

Rhia miró la hora.

—Sí —apartó la cara de su hombro—, hoy tampoco será ella, Nel.

Nel tampoco le respondió. Rhia le había recordado a Natalia. En los últimos momentos pensaba en Natalia como si no fuera una de las diez, llegando incluso a dudar de su procedencia. Sin embargo, Natalia todavía estaba metida en un zulo, o perdida entre la gente. El pánico le invadió el estómago. “A partir de ahora, la crueldad de las muertes es superior a la imaginación de ningún ser humano”. La tercera ya tendría conocimiento de que sería la próxima y pensar en su muerte la consumiría las veinticuatro horas que le quedaban de vida.

Nel cerró los ojos y vio a Natalia. Su imagen no le quitó aquella sensación, tal vez, si cabe, se le acentuó. Rhia se levantó de la silla.

—¡Nel! —le dijo dándole una palmada en la espalda—, Petrov me relató todo lo que contó ese individuo, el Yanyi.

—Voy a volver, pero no le digas nada a Petrov —. La miró. —Voy a ir solo.

—¿Quieres que te acompañe? —se ofreció Rhia.

—No, ni hablar, no te llevaré allí.

Rhia levantó las cejas. Nel no era el tipo de hombre protector, ni tampoco le pegaba serlo. Incluso se sorprendió que se atreviera a introducirse solo en un lugar semejante. Pero Natalia estaba en medio, con lo cual, Nel sería capaz de enfrentarse con la misma Dama del ritual y una orden de asesinos si la situación lo requiriera. Aquello no le enfadó, al contrario, miró a Nel y sonrió. Natalia había producido un beneficioso cambio de actitud en Nel. Se notaba a leguas, había un antes y un después de Natalia. No tenía dudas. A parte de la atracción que Nel había sentido por ella, su compañero se fascinaba con cada nueva faceta que conocía de la muchacha, enamorándose hasta del propio concepto que tenía sobre ella. Similar a lo que le había sucedido a ella con Nel.

Algo de recelo sí que le recorría el cuerpo, aunque no la enfadara. Natalia había roto las propias expectativas que Nel tenía sobre sí mismo, dándole la vuelta a sus ideales.

Rhia miró el ordenador. Sentía curiosidad por saber qué habría escrito sobre Natalia. Si se había limitado a lo meramente profesional, o si se había revelado en contra de sus valores. No se imaginaba, ni por asomo, a Nel escribiendo poemas de amor ni cartas sentimentales. No era el prototipo de hombre romántico del que todo el mundo tiene un concepto claro. Sin embargo, ella lo había visto mirarla. Recordando esa imagen creyó que Nel podría escribirle cualquier cosa a esa mujer.

Rió de forma casi invisible para Nel, que estaba desconectando los cables a su ordenador después de haberlo apagado. De momento, imaginó cómo sería la historia de amor entre Keops y Nellifer. Algo que no había dejado de soñar desde que Nel le hubo enseñado la nota de Stelle. Y aunque quisiera, no podía dejar de convencerse de que Keops veía en Nellifer lo que Nel en Natalia.

Nel había agarrado la chaqueta de la silla.

—¿Nos vamos? —le dijo a Rhia.

Rhia asintió colocándose también su abrigo. Ambos se miraron antes de cruzar la puerta.

Décima doctaWhere stories live. Discover now