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Natalia miró al resto de los presentes comprobando aterrada hasta dónde llegaba su vista, que ni uno solo parecía asustarse de lo que le estaban haciendo a aquella muchacha. Lo aprobaban y lo apoyaban. Sara estaba completamente sola, a la voluntad del ritual, lo que le produjo a Natalia un dolor de estómago que la hizo encorvarse levemente. La Dama se había vuelto hacia ella, solo para comprobar su reacción ante aquel circo macabro. El dolor de estómago de Natalia creció al ver la sonrisa complacida de Yun.

–¡Sara! –gritó Natalia a pleno pulmón, retumbando aquel nombre en toda la sala.

Yun puso el dedo índice sobre sus propios labios, ordenando de lejos a Natalia silencio absoluto. Natalia no le prestó atención a Yun, ni siquiera se detuvo en ella. Sara la había oído, había dejado de moverse, había dejado de llorar y la estaba mirando con una expresión que “no olvidaré en la vida”.

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