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Natalia volvió a oír el temible ruido del primer cerrojo y bajó la cabeza. Algunas se despertaron y gritaron, apilándose en el muro que separaba la letrina, el más alejado de la puerta. Natalia apartó a sus compañeras para abrirse paso a gatas. Se escuchó el segundo cerrojo. Se puso de pie y caminó lentamente hacia el portón. Giró el tercer cerrojo. Se colocó justo delante del umbral. La puerta se abrió y un encapuchado apareció ante ella. Se había acostumbrado a aquella imagen y ya no le temía como al principio.

Mad entró.

—¡Salid todas! —ordenó.

—Seguimos sin comer ni beber —le dijo Natalia —y una muerta por día son muchos días de ayuno.

En cuanto hubo terminado la frase, Yun irrumpió en la mazmorra. Había cambiado el vestido de la noche anterior por un pantalón negro. Fulminó con la mirada a Natalia.

—¡Salid y formad la fila! —le indicó a las demás.

Mientras salían de la mazmorra a paso apresurado, Yun empujó a Natalia contra la pared.

—No te la des de lista Natalia, o no ayunarás por mucho tiempo —le dijo.

—¡Yun! — intentó calmarla Mad.

—No puedes tocarme —le retó Natalia.

—¡Sí que puedo! —gritó Yun dándole un tortazo en la cara con el dorso de su mano. El cuello de Natalia giró bruscamente.

Natalia volvió de nuevo su cara hacia Yun.

—No es a eso a lo que me refería —le respondió Natalia dirigiéndose hacia la puerta.

Yun apoyó su mano en el marco del portón cortando el paso a Natalia.

—Aún no sabes dónde estás — le dijo—ni cuál es tu papel aquí.

Natalia no le respondió, se limitó a esperar que Yun apartara el brazo. “Sí que lo sé. Perfectamente”. Yun la dejó pasar

       Natalia ofreció sus muñecas cubiertas con brazales a sus dos encapuchados, colocándose en el último lugar de la fila.

       —Hoy estaré presente durante la preparación—dijo Yun sobrepasándolas y colocándose frente a Tania, la primera. —Y eso cambia las cosas, ¡para alguna!

Décima doctaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora