Décima docta cap 1-12

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Preámbulo

En tiempos de Keops…

“Desde el día en que llegué a Menfis y crucé mis ojos con los de Jufu1, supe que el precio que tendría que pagar por enamorarme del faraón podría conllevar mi propia muerte.

Nellifer”

1. Nombre egipcio del faraón Keops.

                                                                                         

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“Doctor Mason, siento molestarlo con mi insistencia. Ante su negativa, le adjunto las fotos de las últimas víctimas del ritual.”

Aquel hombre llamado Raymond Petrov y un tremendo ritual habían atraído su atención hasta el punto de salir corriendo hacia el primer aeropuerto y tomar un vuelo directo con destino a El Cairo.

Se cercioró de que ninguno de los pasajeros miraba hacia la pantalla de su pequeño portátil. Abrió el archivo adjunto del mensaje de Petrov y mientras ojeaba las fotos escribió.

“Doctor Emanuel Mason, caso 121.

10 de febrero de 2010:

Esta mañana recibí un correo electrónico de Raymond Petrov en el que me insistía en la obligación de viajar a Egipto con urgencia. Al negarme en primera instancia, me envío las fotos de las víctimas del caso y los datos sobre sus muertes. He decidido estudiarlo.

Después de lo que presencié en Francia pensé que ya no sería posible encontrarme nada peor. Me equivocaba .”

–¡Disculpe! –lo interrumpió la azafata, intromisión que provocó un visible sobresalto–, ¿necesita algo?

Mason giró el ordenador en cuanto se percató del interés de la joven por la pantalla del portátil.

–No gracias. Si hubiera sido así la habría avisado –respondió con tono brusco.

La azafata continuaba mirándolo con una sonrisa espléndida, esperando a que el doctor se hiciera descubridor de sus encantos. Pero Emanuel frunció el ceño. No veía nada más que una individua curiosa e impertinente.

–Si me disculpa… –dijo mirando de nuevo el ordenador.

El doctor Mason había dedicado por completo su vida al estudio de la sociología y el comportamiento humano. Especializado en sectas, cultos, luciferismo, satanismo, esoterismo, ocultismo y religiones paganas, se había convertido en un elemento indispensable en investigaciones policiales de rituales y cultos con víctimas. En los que había participado hasta el momento, que no eran pocos a pesar de su juventud, su hoja de servicios destacaba invicta.

El estudio de rituales macabros conllevaba haber contemplado los horrores del mundo, en la práctica y en la teoría, y hacerse inmutable ante cuerpos de víctimas y tipologías de asesinos. Aunque esto último, no lo llevaba tan bien.

Emanuel se acomodó en el asiento para seguir escribiendo pero cerró los ojos. Cada vez que

lo interrumpían volvía al mundo y a percibir los sonidos de su alrededor. A notar la presencia de personas. A continuación, le costaba unos minutos volver a concentrarse. Necesitaba música, no sabía qué extraña conexión había entre la música y su cerebro pero la requería a menudo para pensar. Era una forma de acelerar su concentración y hacerla más eficiente. Así que rebuscó en el bolsillo de su chaqueta y sacó unos pequeños auriculares que conectó al ordenador.

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