4. Difícil verdad.

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—¡Ya llegué, mamá! —olía a su especialidad: espagueti a la boloñesa. Bajó rápidamente las escaleras y, en menos tiempo de lo que pensé, ya estaba frente a mí examinándome. ¡Diablos!

—¿Cómo te fue?

—B-bien... —intenté esquivar su mirada y también a ella, me detuvo suavemente.

—¿Quién era el chico que vino por ti hace un «buen» rato?, ¿es uno de tus amigos? —mordí mi labio nerviosa y al ejecutar ese gesto supe que cometí un grave error. Si mentía no me creería, ¡maldito tic! Debía decir la verdad, era la mejor opción ¿no? Me dirigí a la sala sentándome con fingida indiferencia. Ella me siguió y se acomodó frente a mí, no lucía molesta, más bien intrigada y ansiosa—. Kyana... —la miré, no sabía qué decirle, ni cómo empezar.

—Es un chico de la escuela —escupí rápidamente, creyendo ilusamente que ahí se terminaría el interrogatorio. Posé mis ojos en una de las ventanas, no podía verla directamente.

—¿Y? —al ver que no contestaba continuó—. Hija, no tienes que contarme si no quieres, es solo que... es algo mayor... —sonreí para tranquilizarla. Sí, Liam con su más de metro noventa podía parecer enorme.

—No, tiene mi edad, lo que pasa es que... juega en el equipo de americano —mi madre abrió los ojos como platos, parecía muy confundida, sabía lo mucho que me fastidiaban esa clase de personas.

—¿Equipo de americano? y ¿a qué vino?, ¿a dónde fueron? —Está bien, ahora sí la veía preocupada. Al parecer solo la estaba alterando de más. Resoplé frustrada.

—A la playa, eso es todo.

—Y, ¿solos? —ya tenía arqueada una ceja inquisidora. Jamás vi a mi madre así, solía salir con chicas y chicos sin que le importara, le daba igual el sexo. En ese momento estaba claramente ansiosa ¿Qué le pasaba?

—Sí —asintió despacio, como repasando la poca información obtenida.

—Kyana, ¿qué hay entre tú y él? —Su pregunta me tomó desprevenida. Abrí los ojos de par en par sintiendo que ese maldito rubor subía hasta mis mejillas delatándome. Me molesté, no entendía por qué últimamente no podía manejar mi cuerpo, ni mis emociones.

—¿Por... qué me preguntas eso? —indagué pestañeando. Sonrió cariñosa y comprensiva. Agarró una de mis manos y la sujetó mirándome.

—Basta con verte y me bastó verlo a él cuándo te esperaba fuera de su camioneta —no podía articular palabra, sentía la saliva pastosa, no lograba pasarla. ¿Era tan evidente?—. Kya, quiero que confíes en mí, siempre ha sido así, no eres muy detallista en tus conversaciones, pero... sueles decirme lo más importante y desde que llegamos aquí, algo cambió... —ahora parecía nostálgica, evaluaba muy atenta mi reacción. Bajé la vista, sabía que era verdad, le oculté algunas cosas, como lo del «gorila maniático» por ejemplo. Sin embargo, no eran muy graves, ¿o sí? Al final era una adolescente, tenía que experimentar sola mis problemas y también las soluciones.

Muy profundo © COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora