20. Regresando el miedo.

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Un viernes muy caluroso de junio, me encontraba como siempre, atareada en el trabajo, aun así, percibí algo diferente en el ambiente. Santiago y yo ya llevamos ocho meses juntos, lo mismo que... «él» y yo duramos, incluso en el mismo lapso, solo que nueve años atrás.

Pasé casi toda la noche en vela, hacía mucho tiempo que eso no ocurría y lo más extraño era el porqué; tuve la misma sensación que «él» me producía cuando estaba en el mismo espacio que yo. Esa... «peculiaridad» que tenía mi cuerpo para detectar su presencia sin que nada indicara que se encontraba ahí. Sacudí la cabeza intentando desvanecer los recuerdos, definitivamente tenía que buscar más ayuda profesional, estaba enloqueciendo.

Mi extensión sonó, no era raro, no paraba nunca. Tomé el teléfono intentando concentrarme en todo lo que tenía que hacer. La secretaria anunció desde el otro lado del auricular que era una llamada personal. La tomé sin dudar.

-Sí...

-¿Kyana? -era Ralph, sonaba preocupado. Enseguida me puse en alerta y dejé los posters de lado.

-¿Ralph?

-Disculpa que te interrumpa, pero tu madre me pidió te hablara, no te asustes... pero sufrió un accidente... -la sangre se fue hasta los pies. Me senté en la silla más cercana completamente lívida. Por un instante pensé en aquella mujer, enseguida intenté descartarlo. No regresé a Myrtle Beach en años y continuaba sin saber nada de ella. Seguro ya se había olvidado de mí al igual que su hijo. De todas formas las piernas me temblaban y regresaron las náuseas de aquellos días.

-¿Qué? ¿cómo?, ¿qué pasó?... ¿está bien?... -sentí una mano sobre mi hombro, era Santiago y me miraba preocupado.

-Sí, Kyana, está bien. Chocó contra un auto ayer por la tarde. Un idiota se atravesó y ella no pudo esquivarlo... se rompió unas costillas y un brazo... tiene varias contusiones que no son de cuidado, sin embargo, se encuentra algo... nostálgica.

-Ralph... Oh, Dios mío...

-Quiere verte... -me sentí aún peor-. Sé que no has regresado aquí en años, pero me rogó que te hablara. Kyana... por favor, solo ven unos días, no soporto verla así... De verdad está con los ánimos por los suelos. Tú sabes que esas cosas suelen traer un poco de depresión, ayúdame -no sabía si podía regresar. Sin embargo, era mi madre, se hallaba mal, yo también quería asegurarme de que estuviera bien. Mi cabeza pensó a mil por hora intentando encontrar la mejor respuesta.

-Ralph... es que...

-No se lo niegues, te lo suplico, eres su adoración, ya pasó mucho tiempo. Por favor... hazlo por ella, te necesita, solo unos días... Le has hecho demasiada falta todos estos años- Todos mis recuerdos regresaron en ese instante, todo lo que avancé gracias a mucha fuerza de voluntad y a Santiago, retrocedió en un segundo. El pánico creció en mi interior sin poder evitarlo, por mucho que quería no podía descartar que hubiera sido provocado, podría ser un recordatorio, por otro lado, también podía ser una casualidad, un accidente y ya. Sentí el cuerpo congelado a pesar de que mi pulso palpitaba extremadamente rápido.

-¿Está ahí?...

-Sí... te la comunico.

-Sí... y gracias...

-Ni lo digas... te la paso, cuídate...

-¿Hija? -se escuchaba muy triste y con la voz quebrada. De inmediato la necesidad de verla me embargó.

-Mamá... ¿cómo te sientes?

-Bien, aunque ya sabes, me duele todo el cuerpo... Necesito verte -De verdad no se escuchaba nada bien, sentí un nudo en la garganta. Tenía que regresar, no la dejaría sintiendo que no me importaba, ya no.

Muy profundo © COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora