6. Avanzando.

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Viernes, la semana voló gracias a él. Parecía tan poco y tanto tiempo a la vez. Apenas llevábamos seis días juntos, en realidad no era nada; sin embargo, sentía como si hubiera estado a su lado toda la vida. No entendía cómo había vivido sin conocerlo, ahora ya no podía concebir un mundo sin sus besos y caricias.

Ese día me volví a escapar de mis amigos, ahora en el segundo receso y fui a su encuentro, en aquel lugar del miércoles. Nos besamos, nos acariciamos, nos miramos embelesados; eso era lo único que deseábamos. Para regresar a la escuela hicimos lo mismo que la ocasión anterior. Era emocionante y a la vez desesperante el hecho de que nadie lo supiera. Lo cierto es que teníamos nuestro propio mundo, en el cual nadie entraba, porque nadie sabía de su existencia, eso lograba que nuestros encuentros fueran intensos y únicos.

Historia ya había terminado y Annie me esperaba afuera con los otros chicos. Acomodaba mis cosas alegremente, cuando un golpe sordo en mi casillero me asustó. Alcancé a quitar las manos, de no haberlo hecho me hubiera roto por lo menos otro par de dedos.

—Hola, «mexicanita» —¡No!, ¡no de nuevo! ¡maldición! giré a ambos lados del corredor, no había nadie dentro de la escuela. Bufé frustrada. Se hallaba recargado en otro casillero muy cerca de mí, viéndome amenazante. Intenté abrir de nuevo mi locker con la intención de ignorarlo. Antes de que lo lograra, me detuvo atorando la puerta con su mano. ¡No otra vez!—. No acabes con mi paciencia, te advierto, es muy poca... —tenía ganas de salir corriendo, no lo hice, lo enfrenté enarcando una ceja, mientras cruzaba los brazos sobre mi pecho buscando parecer indiferente.

—¿Qué quieres?

—De verdad que tienes agallas... —me analizó de arriba abajo como quien evalúa a un rival en plena batalla—, pero no juegues con fuego... ahora no hay nadie que te defienda...

—Si piensas romperme la mano, hazlo, no tengo tiempo para esto —se carcajeó ruidosamente. Realmente me asustaba, no entendía por qué tanto odio.

—Ganas no me faltan, lo cierto es que preferiría otra cosa —su tono me alertó y antes de que pudiera retroceder, alargó su fuerte brazo y apretó mi cintura pegándome a él. Sus labios estaban a un centímetro de los míos. Intenté zafarme desesperada, quería poner distancia entre los dos, era imposible, su tamaño era similar al de Liam: tipos muy altos, fuertes y que de un apretón podían romperme una costilla si deseaban.

—¡Suéltame! —exigí con la quijada apretada, volteando mi rostro. Me sentía muerta de miedo, sus ojos me decían con claridad lo que tenía en mente. Intenté darle un puntapié, no lograba ni siquiera mover las piernas por la posición en la que me tenía.

—¿Qué hay entre tú y Liam? —me preguntó casi rozando mis labios. Su aliento estaba casi dentro de mí. Sentí unas náuseas tremendas y continué forcejeando irritada. Al ver que no contestaba, me zangoloteó exigiendo una respuesta—. ¡Dime! ¡dímelo, con una mierda!... —rugió sobre mi boca. De pronto pegó sus labios a los míos con violencia y se separó sin soltarme. Sentí ganas de llorar, de golpearlo, de limpiarme de inmediato. Sonrió triunfante para un segundo después lamerse los labios con prepotencia.

Muy profundo © COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora