11. Deuda saldada.

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Principios de marzo. Llevaba cinco meses viviendo en Myrtle Beach y un poco más de cuatro a su lado. Lunes, dos semanas antes del receso de primavera. Todavía no se iba del todo el frío, pero la nieve sí y lo peor había pasado varias semanas atrás. Estábamos en matemáticas cuando el profesor Edwards asignó equipos para un nuevo proyecto. Mi pareja: Max. Lo agradecí enormemente, era un trabajo pesado y debíamos entregarlo antes de salir de vacaciones. Tenía un fuerte peso en la calificación. Él era igual de perfeccionista que yo, por lo que seguro nos iría de maravilla.

Cuando le dije a Liam en el almuerzo no lo tomó igual que yo. La situación no lo ponía precisamente feliz, no obstante, omitió su opinión y se mostró comprensivo, como solía. Después de todo no estaba en mis manos, aunque no me agradaba que se sintiera así, aún las cosas con su examigo eran tirantes y delicadas. Por otro lado, comencé a notar que Max parecía disfrutar mucho el que Liam nos viera juntos. Eso me incomodaba e incluso me irritaba, pero no se lo decía ni a uno, ni al otro, quería evitar problemas innecesarios.

El miércoles tuve que quedarme con él después de clases para continuarlo. Logramos ponernos rápido de acuerdo y teníamos todavía mucho por hacer. Liam no preguntaba nada sobre «mi proyecto» y yo prefería dejarlo así. El viernes fue igual. Nos vimos en la biblioteca después al finalizar la jornada. Para ese momento había terminado con mi tercera asesoría y estaba libre.

—Kyana, creo que hay que cambiar este problema, no me parece adecuado para lo que pretendemos exponer, no cuadra... —lo revisé torciendo la boca. De inmediato nos enfrascamos en una pequeña discusión sin sentido. Al final reímos al darnos cuenta de que éramos muy tercos y sus argumentos eran ciertos.

Nos hallábamos sentados uno al lado del otro, continuábamos riéndonos con complicidad después del regaño que nos propinó la bibliotecaria, mirándonos alegres. Max era genial a pesar de todo, muy inteligente y teníamos cualidades y defectos muy similares. Haciendo a un lado el tema «Liam» siempre fue agradable y accesible.

De pronto sentí una mirada intensa sobre mí. Alcé la vista despistada. Liam nos observaba fijamente sin ninguna expresión en el rostro. Max siguió la dirección de mis ojos, también lo vio. Cerré los libros rápidamente y me despedí. No me había dado cuenta de la hora, quedé en estar con él hacía quince minutos. ¡Diablos!

Me acerqué de prisa, de inmediato me recibió con un tierno abrazo. No pude evitar sentirme... culpable. Sé que no estábamos haciendo nada malo, sin saber por qué, reaccioné como si me hubiera pillado en algo indebido. Me dio un pequeño beso sin mirar una sola vez a Max y salimos de ahí. Camino al estacionamiento no dijo nada, parecía estar inmerso en sus pensamientos, no quise presionarlo así que tampoco hablé. Me ayudó a subir a su auto y nos fuimos a casa.

—¿Liam? —colocó una mano sobre mi pierna sonriendo como solía.

—Dime... —lo evalué por un instante sin comprender su actitud.

Muy profundo © COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora