23. De nuevo en mí.

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Llegamos a un pequeño restaurante de esos que abren las veinticuatro horas. Entramos en silencio. Nos sentamos y enseguida una mesera nos tomó la orden de bebidas. De nuevo solos comencé a leer los platillos, no tenía hambre, en cambio sí un sueño que me provocaba una sensación en mis párpados como de dos losas,, mis ojos ya no podían permanecer más tiempo abiertos.

Liam continuó serio mirando por la ventana, pensativo. Durante todos esos años imaginé miles de formas de terminar con esa mujer. Creé en mi cabeza situaciones torcidas y otras no tanto, donde su perfecta sonrisa desaparecía, donde ella pedía clemencia y rogaba por mi piedad, pero en ninguna de mis fantasías entraba esa expresión de él, el aturdimiento y dolor que leía sin dificultad en sus ojos rebasaba cualquier sentimiento de rencor que habitara mi alma, pues amarlo siempre fue complicado, sin embargo, algo limpio y puro. En todo ese tiempo mi sufrimiento fue lo primordial, lo más importante, pero ahora me daba cuenta de que el suyo no se comparaba. No tenía aún idea de lo que esos documentos contenían, pero evidentemente bueno no era y por otro lado, saber que quienes deberían procurar tu bienestar eran... así. Que sus intereses estuvieron en todo momento por encima de la felicidad de los seres que ellos mismos crearon. Dios, ni siquiera podía imaginarlo, yo crecí amada y a pesar de todos estos años, sabía muy bien que mamá me adoraba y que siempre haría lo mejor para mí, que yo era su mayor tesoro. ¿Cómo vivir sabiendo que quienes más te deberían amar, eran responsables de tu infelicidad?

-Aquí tienen... -puso nuestras bebidas frente a nosotros-. ¿Qué van a almorzar?

-Un plato de fruta... -pedí, sintiendo cómo me miraba molesto. Negó ansioso pasándose la mano por el cabello. No alcancé a escuchar que ordenó, porque enseguida me perdí también en la calle húmeda, seguramente llovió durante la noche y hasta ese momento, me daba cuenta.

-¿Se puede saber por qué no comes? -al escuchar su tono de reproche giré pestañeando-. Estás pálida, ojerosa, nunca te preocupó guardar la línea, lo sé. ¿Qué ocurre?, ¿es por todo esto? -me preguntó afligido. Sentía que me clavaba en la silla.

-No, bueno, en parte... Es solo que... estoy muy cansada...

-Sí... se te nota, pero... no te ves bien y a pesar de eso insistes en no ingerir más alimento.

-Liam... -fijé mis ojos en los suyos atenta, seguía triste y toda la situación lo tenía rebasado-. Yo, lo siento -su expresión se suavizó de inmediato, puso una de sus manos sobre las mías con ternura, la sensación era tan tranquilizadora.

-No tienes porqué, tú no hiciste nada... al contrario, soy yo el que no sé cómo haré para resarcir todo lo que sucedió. Pero en fin... tenemos mucho de qué hablar, sin embargo, será después de que duermas y comas. Ahora no estamos en condiciones ninguno de los dos de hacerlo. -Asentí posando la vista en nuestros dedos unidos.

-Ya te dije que debo ir con mi madre.

-Y eso haremos como yo también ya te dije, solo que será cuando estés mejor. Se quedó muy preocupada cuando te fuiste y si te ve así se alterará más -lo miré confusa ¿Cómo lo sabía?-. Nunca perdí contacto con ella, Kyana, se quedó muy nerviosa al verte ir de esa forma. ¿Cómo crees que supe dónde vivías en Monterrey?... Por fin me lo dijo. Sabe que fui por ti, sabe que estás aquí. Iremos juntos a decirle todo. ¿De acuerdo? -No lo podía creer. Asentí mordiéndome el labio, cada cosa me desconcertaba más que la anterior-. No lo hagas... No si no quieres que te bese -dejé de hacerlo de inmediato poniendo la atención en el exterior.

Comimos en silencio, estaba perdido en sus pensamientos y yo en los míos. Ya todo había terminado, jamás tendría que volver a tener miedo, sin embargo, lo tenía y la rabia aún continuaba. No quería separarme de Liam, no quería irme de Myrtle Beach nunca más, pero no podía abandonar mi vida allá; estaba mi trabajo, Santiago, ¿qué le diría a él? Por otro lado, ¿cómo podríamos reconstruir Liam y yo una vida con todo lo que sucedió en medio?, después de todo renunció a su familia por mí, algún día eso pesaría. ¿Cómo lograría olvidar el hecho de que no pude estar en la boda de mi madre, que dejé a mis mejores amigos, que no fui a la universidad que quería, que mi vida era muy diferente a lo que alguna vez planeé y soñé? ¿Cómo les perdonaría que me alejaron de mi motivo tanto tiempo, que me exiliaron de mi mundo, que él estuviera sufriendo de esa manera? ¿cómo?... Además, yo ya no era la misma, ya no era la cálida, despreocupada y fresca chica de hacía nueve años.

Muy profundo © COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora