13. Algo imprevisto.

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Las semanas se pasaban volando. Era realmente muy feliz, no habría cambiado nada si se me hubiera presentado la oportunidad. Liam y yo ya llevábamos siete meses juntos, era mayo. A ambos nos aceptaron en el Boston College en Massachusetts, todavía faltaba mandar algunos papeles aunque nuestra estadía allá, era un hecho. Mi madre, como era lógico, se mostró complacida, no estaba muy lejos de Carolina del Sur, así que no sería difícil vernos con frecuencia. Para Liam, las cosas eran diferentes pese a ser una de las mejores universidades. Por lo mismo decidió no comentar nada a sus padres aún. Eligió una carrera con la que no estarían de acuerdo y en un lugar que no era Harvard.

Faltaban ocho días para que el mes terminara. Ellos llegarían ese fin de semana y él ya no tenía más remedio que decirles todo. No parecía nervioso, sin embargo, ambos sabíamos que no lo iban a aceptar tan fácilmente. Lo cierto era que seguía pareciéndole increíble que no lo supieran ya o que no les hubiesen dicho algo al respecto.

En cambio yo sí estaba ansiosa, por lo que intentaba tranquilizarme una y otra vez diciéndome que lo haría aunque se opusieran. Presentía que no entenderían sus razones y que la situación iba a desgastarlo mucho. Sin embargo, creía en él, me había demostrado que podía hacerlo y que cuando algo se le metía en la cabeza no descansaba hasta obtenerlo, por lo que este asunto no podría ser la excepción. ¿Cierto?

Ese fin de semana prácticamente nos mantuvimos en contacto telefónico. No nos gustaba estar lejos el uno del otro, pero Liam necesitaba enfrentarlos. Sabía que no iba a ser fácil, así que cada vez que hablábamos buscaba sonar serena y hacerle creer que todo iría bien. Lo escuchaba triste y un poco ansioso, los dos sabíamos que era normal.

Por la noche del domingo al fin apareció, no quedamos en vernos, así que cuando sonó el timbre alrededor de las nueve y media no sospeché que pudiera ser al fin él.

En cuanto entró, no permitió que le dijera nada, me besó como si hubiera pasado un siglo que no chocábamos nuestros labios. Respondí como siempre, su boca era algo a lo que jamás podía resistir, su roce era tan tierno, tan suave y a la vez exigía tomar todo de mí dejándome mareada y con dificultades serias para respirar. Desde que compartimos algo más que el alma aquella noche en casa de Kellan, buscábamos con mucha más ansiedad el contacto y las caricias.

—Te extrañé tanto, Kya... una hora más y hago una locura... —sonreí acariciando su rostro. Sabía perfectamente bien a qué se refería. Esos días salí con mis amigos, no estuvo nada mal, con ellos era imposible. Aun así, lo extrañé demasiado.

—¿Cómo te fue? —le pregunté torciendo el gesto.

—En definitiva no comprenden —manifestó agotado, apretando el puente de su nariz cerrando los ojos. Sentí ira hacia ellos, no lo conocían en lo absoluto y a pesar de eso se sentían con el derecho de exigirle qué hacer con su vida, no me parecía justo. Pero eran sus padres, eso lo complicaba todo. Tomó mi mano desganado guiándome hasta la terraza.

Muy profundo © COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora