21. Inconsciente.

382K 14.2K 3.1K
                                    



Manejé recordando perfectamente el camino. Me detuve dudosa pues había una enorme casa justo ahí, frente a la playa. Arrugué la frente. Era hermosa y llena de cristales. No se veía movimiento y estaba segura era el sitio, todo lo demás permanecía intacto.

Bajé del auto observando todo, fuera quien fuera él o la dueña no importaba, yo necesitaba ir a allí y no me detendría.

Sin darme cuenta mientras avanzaba comenzaron a salir las lágrimas. Aún estaba ahí la banca donde solíamos ponernos los zapatos. Caminé perdida en mis recuerdos directo al mar. Había un poco de aire y la sensación de él contra mi rostro me hacía sentir... viva.

Me senté sobre la arena contemplando el horizonte. Podía verme ahí, con él, acostados sobre alguna frazada o corriendo uno tras del otro. Recordaba cómo me cargaba y reíamos sin parar. La última noche que estuvimos juntos la pasamos ahí, me había pedido que me casara con él, aún podía escuchar su voz y ver sus ojos devorándome ansiosos.

Abracé mis rodillas y recargué allí mi barbilla. Acudió a mí aquella ocasión en la que Max me besó y él desapareció por tres días. Me refugié desesperada en esa playa, podía sentir el dolor de esos momentos, la angustia de no poder explicarle. Él me encontró en esa playa y me dijo cosas... que jamás podría olvidar.

Ese sitio, sin duda, siempre fue especial para ambos. Intenté respirar profundo como solía hacer, no pude, jamás logré volver a hacerlo, mi cuerpo a pesar del sol sobre él, lo sentía tan frío como esos últimos días, la sensación regresó haciéndome temblar.

Lo amé demasiado, ilusamente me entregué a aquel impresionante sentimiento imaginando que siempre estaríamos juntos, que lucharíamos para conseguir vivir nuestras vidas como tantas veces soñamos, a pesar de la edad que teníamos. Pero todo desapareció tan rápido que sentí que me volvería loca. Mirando hacia atrás no lograba entender cómo fue que logré salir adelante con todo eso a cuestas.

Observé mi mano y comprendí con dolor que por Santiago nunca sentiría algo igual. La rabia hacia esa mujer y conmigo, me golpeó de pronto. No quería condenarlo a una vida mediocre, Santiago merecía alguien que lo amara, que diera todo por él y yo tenía que poder. Lo injusto era que ese hombre se merecía mi corazón entero y eso era un gran problema, simple y sencillamente porque ya no lo llevaba conmigo. No era como que mi novio de juventud y yo nos hubiéramos dejado de amar... como que las diferencias o malos entendidos nos hubieran separado, y creo que eso era justo lo que lo convirtió todos esos años en algo aún más doloroso. Las lágrimas continuaban humedeciendo mis mejillas, me sentía tan frustrada.

De pronto sentí que algo cambiaba en el ambiente, intenté ignorarlo, mi inconsciente me estaba traicionando, eso solo lo sentía cuando...

-¿Hola...? -mis manos comenzaron a sudar, mi pulso se aceleró, la boca se secó y todo mi cuerpo despertó como si un interruptor hubiera sido accionado en ese instante. No supe qué hacer. Sentí cómo se acercaba cada vez más y de repente, se detuvo ahí, a un metro de mí-. ¿Kyana? -cerré los ojos y comencé a respirar con dificultad. Giré el rostro lentamente y... era él.

Me levanté enseguida torpemente sacudiéndome la arena. Estaba impresionante, su cabello lo llevaba sin peinar, por lo que le caía a los lados relajadamente, su rostro era aún más cuadrado y su tórax se ensanchó. No supe qué decir, me quedé pasmada.

-Por Dios... Eres tú... -su voz era un poco más gruesa, pero la podría reconocer hasta en sueños. Se acercó a mí, instintivamente di un paso hacia atrás. Si me tocaba no lo podría superar y me hundiría otros nueve años-. No lo puedo creer... ha pasado tanto tiempo... -alargó una mano hasta mi rostro, sin embargo, no alcanzó a tocarme, enseguida la bajó. Llevaba un jean desgastado, una playera blanca cuello «V» y unas sandalias. De verdad no recordaba lo perfecto que era y con los años se puso aún mejor, ya era un hombre, uno realmente impresionante. No me salía ni una palabra, me mordí el labio sin poder evitarlo. Tenía que irme, no podía, me hallaba anclada a la arena. No lo había dejado de amar, al verlo así de cerca todos mis sentimientos resurgieron con una fuerza arrasadora permeando todo en mi interior de ese sentimiento cálido que busqué enterrar con desespero todo ese tiempo.

Muy profundo © COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora