24. Luchando por mi cielo.

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El resto del día permanecimos en su casa, específicamente... en su cama. Sin conversar sobre temas escabrosos, solo susurrándonos, tocándonos, reconociéndonos, amándonos una y otra vez.

Ya anochecía cuando mi estómago comenzó a gruñir sin remedio. Bravo por mi tripa que no pudo contenerse, cuando yo lo único que de verdad deseaba era que siguiera besándome lánguidamente una y otra vez como venía haciéndolo desde hacía horas.

-¿Qué quieres cenar? -quiso saber mientras se calzaba el bóxer. Qué decepción, sin embargo, en serio tenía hambre y él no negociaría ni un poco, lo conocía.

-No sé... cualquier cosa -busqué con la mirada mi vestido, no lo veía.

-Italiana... ¿Te parece? -sonreí al escucharlo. De pronto se acercó y me lo tendió guiñándome el ojo. Lo tomé mirándolo tímidamente y es que claro que en cuanto cruzamos la puerta de esa habitación, él mismo me lo quitó aventándolo sin preocuparse en dónde terminaba.

-Sí... sabes que sí -Un segundo después me mostró también el sujetador, pero no me lo dio. Lo colocó frente a mí para que metiera los brazos. Gozaba con mi timidez. Entorné los ojos y desafiante quité la sábana e hice lo que sugería sin dejar de verlo. Sonrió con deseo. Pese a que sabía quería lo mismo que yo, se ubicó tras de mí y lo abrochó sin problema acariciándome la espalda de paso.

-No has cambiado nada, Kya -soltó con voz pastosa -. O bueno, sí... Ahora eres mucho más hermosa que antes -No pude evitar sonrojarme mirándolo de reojo. Me quitó el vestido de mis manos laxas y me lo introdujo por la cabeza mientras yo metía los brazos-. Es como si te hubieras convertido en una exótica mariposa y soy feliz de poder contemplarte y saber que así será siempre -Se separó sin decir más, parecía que nuevamente saltaría sobre mí-. ¿Quieres venir o prefieres que la traiga? -Torcí el gesto perezosa. La verdad era que tenía ganas de indagar por ahí, de pensar un poco con claridad y eso solo ocurría lejos de él-. Voy yo... siempre hago lo que quieres, ya lo sabes -pegó de nuevo sus labios a los míos y me tendió la braga sonriendo con picardía-.No te acostumbres a ella -soltó saliendo de prisa pues en cuanto lo dijo le aventé una almohada riendo por su cinismo. Me la puse de inmediato sintiendo las mejillas calientes.

Un segundo después lo observé marcharse por la otra ventana que tenía su recámara hacia el exterior. Cuando salió de mi campo de visibilidad tendí la cama llevándome varias veces las sábanas a mi nariz; adoraba su aroma. Acomodé un poco recordando cómo era que lo desordenamos y me dirigí a la que fue mi habitación por una noche. Me duché y me arreglé un poco. Al ver mi reflejo en el espejo quedé perpleja, tenía las mejillas coloradas, mis labios hinchados, mis ojos parecían bailar con la luz que proyectaban. Esa era yo hacía mucho tiempo. Elevé una mano hasta mi superficie y memoricé todos mis rasgos, era como si hubiera vuelto a la vida.

Una lágrima ya no de tristeza, si no de felicidad, rodó por mi mejilla. A pesar de todo lo que faltaba, me sentía feliz y en paz en ese momento.

Deambulé por ahí un poco cuando sin más, me topé con aquel fólder manila. Lo miré sin moverme durante unos segundos. Liam lo dejó sobre la mesa del pequeño estudio que estaba en la planta baja. Lo tomé rápidamente con un poco de temor. No tenía idea de qué decía, pero no debía ser nada bueno. Todavía tenía demasiado fresco el rostro de sus padres al hojearlo.

Lo abrí en un arranque de curiosidad. Unos minutos después continuaba con los documentos en la mano atónita. Cometieron muchos delitos en aras de su buen nombre y bienestar. En ese momento supe que tomé la mejor decisión, definitivamente con esa gente no se jugaba. Estaban vinculados a fraudes, abuso de poder, extorsión, manipulación de información, incluso a desapariciones y... ¿muertes? De esto último no existían pruebas, pero todo los acusaba. ¡Maldición!

Muy profundo © COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora