16. Odiado invierno.

523K 14.2K 2.5K
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.



Ahí, de pie, en medio del lugar en el que muchas veces estuvimos deseosos de compartir, me derrumbé en el piso recargando mi rostro empapado sobre la mesa.

Sabía que aún faltaba más, me lo acababa de decir y yo no era ninguna tonta, evidentemente no se daría por vencido, yo no lo haría. Desplegaría sus armas, me lo haría pasar muy difícil y eso ya sería demasiado para mí.

El llanto brotó por varios minutos sin que pudiera detenerlo, mi vida se desmoronaba. Todo lo que soñé desaparecía en segundos. ¿Cómo se supone debía enfrentarlo?, ¿cómo olvidar que la causa de mi dolor era su propia madre?, ¿cómo evitar pensar que lo nuestro estaba marcado desde el principio?

No supe cuánto tiempo me quedé ahí. Tanto dolor me estaba consumiendo. Mi mente brincaba frenética, desquiciada, de un lugar a otro, buscaba una salida, la que fuera, pero para mi desgracia, a nuestros dieciocho años, no existía mucho qué hacer. Bien podíamos irnos lejos, buscar trabajos, subsistir, incluso decirle toda la verdad a mi madre, y prevenirla, y luego ¿qué? Ella lo tendría que dejar todo, contando con que no intentara hacer algo contra los padres de Liam, pues si lo hacía, no tenía la menor posibilidad de ganar. Por otro lado, él y yo, ¿qué clase de vida viviríamos?, ¿huyendo?, por supuesto también pensando que mi... exnovio no le dijera nada a petición mía, cosa improbable, los enfrentaría. Liam era frontal y entonces no tenía ni idea de lo que pudieran llegar a hacer y definitivamente no lo averiguaría. Ya tenía una pequeña cicatriz en mi cuero cabelludo que cumplía la función de recordatorio de lo que eran capaces si los retaba.

—¿Kyana? —No contesté porque simplemente no la escuchaba, era como si estuviera suspendida pensando en millones de caminos a la vez, una opción, su consecuencia, tristeza, otra opción, consecuencias, tristeza, en ese círculo me encontraba sumergida—. Kyana —su voz se hizo más aguda por la preocupación y perforó mi mente rompiendo con esa desastrosa obsesión—. Kya... hija... —Al sentir el contacto cálido de mi madre sobre mi mejilla aún húmeda, la enfoqué pestañeando varias veces—. Por Dios, mi amor... ¿Qué está pasando?, ¿qué te está poniendo así? —quise decírselo, confesárselo todo en ese momento. No pude, el nudo en la garganta creció más y la angustia me atacó sin piedad.

—Mamá... yo... preferiría estar sola —logré decir poniéndome de pie entumida. No tenía ni idea de cuánto tiempo duré ahí, pero... ¿qué más daba? Pasé a su lado y subí corriendo hasta mi habitación. Obviamente no se quedó tranquila, me siguió y entró sin más.

—Sabes muy bien lo que sucede y te exijo que me lo digas, ¡ahora! —Me senté en la cama mirándola con tristeza.

—Nada, es solo que... fue más difícil de lo que pensé terminar con él. —No habló por varios minutos, no se movió tampoco.

—¿Lo hiciste? —moví la cabeza de arriba abajo desganada y sin verla.

—Sí es tan doloroso, ¿por qué?

Muy profundo © COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora