8. Libre.

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Desperté muy temprano, estaba muy ansiosa. Me vestí lentamente, desayuné con calma, todo bajo la mirada curiosa de mi madre. Pobre, seguro la volvía loca con mis constantes cambios de humor. Mi justificación: ser una adolescente, lo normal era padecer de un carácter un tanto volátil ¿no?

Annie llegó a la hora de siempre. Entré a su auto. Ambos me miraron, esperando esa explicación que prometí. Robert fue el primero en hablar, estaba recargado entre los dos asientos.

—¿Y bien? —mordí el labio, inhalando todo el aire posible.

—Ya suéltalo, Kyana, nos tuviste en ascuas todo el domingo —Annie no arrancaba.

—Sí, ¿qué pasó con Liam? —agarré valor.

—Tuvimos un mal entendido —escupí esperando la siguiente, obvia, pregunta.

—¿Mal entendido?, ¿por? —mi amiga se hallaba sentada de lado, viéndome intrigada.

—Bueno, lo que pasa es que... a ver... no lo tomen a mal se los suplico, pero... debo decirles algo... —continuaba mordiéndome el labio, lo apretaba más de la cuenta. Los dos esperaron—. Liam y yo... pues, estamos juntos —solté cerrando los ojos un segundo. Ella se llevó la mano a la boca y Robert abrió los ojos como platos.

—¿Es en serio?, ¿desde cuándo? —preguntó él todavía muy impresionado.

—Desde hace unas semanas

—No es una broma, ¿cierto? —Annie me miraba incrédula.

—No, lo juro. Él y yo... nos queremos. Lo siento, sé que debí decirlo antes, pero... tenía miedo de su reacción. Ustedes solo hablan mal de él y... sabía que no lo entenderían, no quería perderlos... no quiero perderlos.

—Kyana, es que es... ¡Dios, es increíble! —admitió Robert pasmado, pestañeando atolondrado.

—Ni yo sé cómo sucedió, todo ha sido muy extraño. De repente surgió y ya no podemos estar separados, ya no deseo ocultarlo —acepté agachando la mirada esperando que se molestaran por mentir todo ese tiempo. Robert colocó una mano sobre mi hombro.

—Kyana, ¿de verdad te quiere?, digo, ¿estás segura? —Asentí sin levantar el rostro—. No lo puedo creer, Liam... con razón ha estado actuando así...

—Ahora tiene más sentido su conducta en literatura, la manera en que te observa, lo del sábado en la fiesta —Annie reflexionó con su atención en la calle.

—Lo siento, debí decírselos antes, pero no miento, sucedió sin darnos cuenta.

—No te negaré que me preocupa, creo que no tienes ni idea de las reacciones que esto provocará. Sin embargo, no estás sola, Kyana, cuentas conmigo —observé a Robert agradeciéndole su gesto.

Muy profundo © COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora