40. El giro de 180 grados de Mickie Irwin.

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                                            40. El giro de 180 grados de Mickie Irwin.

Sus manos bajaron a mi cintura, acercándome todo lo posible a él mientras mis manos se encontraban acariciando la zona trasera de sus orejas. Me giró bruscamente y me levantó, sentándome en su moto para, segundos después, hacerse espacio entre mis piernas. Sus labios se habían vuelto más apasionados de lo que me hubiese gustado cuando empecé aquello, pues debido a ello, había caído en mi propia estrategia, olvidándome de cual era mi objetivo, dejándome llevar una vez más por Luke. Una de sus manos bajo a mi muslo y lo apretó cuando se acercó más a mí. Nuestras respiraciones estaban descompasadas y la mía se aceleró aún más cuando sus labios recorrieron mi cuello.

—Es... estamos dando un espectáculo—Conseguí hablar cuando había conseguido acostumbrarme un poco al toque de su lengua contra aquella zona tan sensible para mí.

—Había echado de menos esto, ¿sabes?—Pronunció a centímetros de mis labios cuando finalmente se separó.

—Tengo que irme a casa.—Dije bajándome de la moto y evitando sus ojos. Recé porque no me preguntase que era lo que aquello significaba y creía que, por una vez, Dios me había hecho caso, pero cuando su mano agarró mi muñeca y me atrajo hacia él, temí por las palabras que saldrían momentos después de sus labios. Acercó su boca a mi oído y sentí su aliento chocar contra aquella zona, echando de menos el tacto de sus labios.

—No creas que me he olvidado de nuestra conversación, tienes que contarme que ha pasado, pero no hoy.—Contestó y, a pesar de descubrir que mi plan había fallado, el beso que dejó sobre mi oreja antes de separarse, me hizo suspirar.—Hasta mañana, ángel.—Y comencé a caminar hasta mi casa, oyendo como arrancaba la moto para irse cuando cerré la puerta de esta, habiendo esperado a que entrase.

                                 (...)

—¿Cómo estás?—Pregunté entrando en la habitación de mi hermano al día siguiente, justo antes de que me fuese al instituto.

—Como la mierda.

—¿No vienes?

—¿Ves que esté en condiciones?—Le examiné mejor, su cuerpo era tapado hasta el cuello con el edredón de su cama, pero incluso en su rostro había marcas de todo lo ocurrido la noche anterior.

—Pero... ¿y papá?—Indagué preocupada y él solo levantó sus hombros.

—No creo que se preocupe por entrar en mi habitación o investigar si de verdad he ido al instituto, M.—Contestó y no pude evitar hacer una mueca, pues tenía razón.

—Yo me tengo que ir ya, voy andando y no quiero llegar tarde.—Dije y besé su frente pero a los minutos volví con un bollo de chocolate junto a un zumo de naranja sobre una bandeja.—Desayuna algo, anda.

—Vale mamá.—Pronunció y, por primera vez ese día, me sonrió.

—¿Se puede saber que haces aquí?—Pregunté cuando salí de casa y observé como Luke se encontraba apoyado sobre su moto, justo en el sitio en el que me había sentado a mí el día anterior.

—Brook no puede llevarte al instituto por lo que yo lo haré.—Dijo y me acerqué a él indecisa, quedándome aún más confundida cuando un rápido beso fue dejado en mis labios.

—¿Qué haces?—Pregunté llevando mis dedos a mis labios.

—¿Qué hago?—Dijo frunciendo el ceño.—Creía que estábamos bien después de lo de ayer...

—Luke, eso no significa nada...

—¿Me besaste y no significa nada?—Alzó el tono de voz pero su rostro se encontraba relajado, controlándose.

—No es que no signifique nada, te besé porque...

—Ah, ya entiendo tu punto.—Su voz era ronca, pero esta vez era por la ira que debía de sentir.—¿Me besaste simplemente para no tener que contarme que pasaba con Ashton? ¿Vine como un gilipollas a llevar a tu jodido hermano, después vine a por ti...?

—Yo no te obligue.

—¡Deja que continúe!—Vociferó y me tensé. Respiró hondo mientras cerraba los ojos y volvió a abrirlos.—¿Después vine a por ti, y para una puñetera cosa que te pregunto sobre lo que pasó, que era lo mínimo que merecía, me besas para que lo pase por alto?—Dijo analizando la noche de ayer, y pareció ponerse más furioso recordándolo todo.—¿Sabes como le llaman aquí a eso, Mickie? Jugar con alguien.

—Oh, te refieres a eso que tú haces todo el tiempo, ¿no? No seas hipócrita.—No pude evitar soltar, sin poder morder mi lengua, pero tampoco es como si debería.

—Pero...

—¿Pero qué? No puedes reprocharme nada, Luke, solo estás probando un poco de tu medicina.

—¡Lo hiciste queriendo!

—¡Solo quería que dejases de preguntar cosas estúpidas!

—¿No crees que era lo mínimo que me merecía?

—No pienso discutir de nuevo, Hemmings, ni siquiera son las nueve de la mañana.

—Sabes que te odio, ¿cierto?—Elevé una ceja cuando aquellas palabras salieron de sus labios y giré mi cabeza hacia un lado.

—Sí... yo también.—Contesté y negó con la cabeza mientras me daba la espalda montando su moto con el ceño fruncido, sabía que quería se estaba conteniendo para no continuar con la discusión y preferí que así fuese.

—¿A qué esperas?—Dijo y subí detrás de él para que arrancase, conduciendo más lento de lo que estaba acostumbrado. Comencé a pensar en nosotros, Luke y yo éramos como el fuego y el hielo, éramos diferentes y a la vez tan iguales, por ende, seguíamos las leyes de la física, dos polos opuestos que se atraen, pero quizá nuestras diferencias fueran tantas que acabaríamos consumiéndonos. Lo que teníamos Luke y yo consistía en quién hacía más daño a quién, si yo le hacía daño, él me lo devolvería más fuerte, si él me hacía caer, yo le haría caer más profundo. Siempre jugando entre nosotros mismos, como puros masoquistas que, en el fondo, eran adictos a ese enfermo juego. Porque así era como me sentía en esto en cuanto a Luke, sentía que a su lado las cosas solo iban de mal a peor, qué a pesar de sentir dolor y placer junto a él, la primera ganaba sobre la segunda con diferencia, pero no quería alejarme, no podía, era superior a mí.

Llegamos al instituto y mientras se dirigía bajando la velocidad hacia el aparcamiento, todas las miradas se centraron en nosotros dos. Luke Hemmings y Mickie Irwin, a los ojos de los demás, siempre nos habíamos odiado y, sin embargo, Luke me traía a clases en su preciada moto. Aún recuerdo ese propósito que me hice la primera vez que entré en ese instituto, "No llamar la atención" y no había podido mantenerlo ni una escasa hora pues cuando contesté a Luke la primera clase, se corrió la voz, todo el mundo sabía quién había cerrado la boca a Luke Hemmings. Sonreí por el recuerdo y por cuán lejos se veía del presente, habían pasado unos tres meses y mi vida había dado un giro de 180 grados, Mickie Irwin, la tímida chica de Sidney, callada, inquieta, se había extinguido, no había rastros de ella, aquella pequeña adolescente parecía haberse quedado con su antigua vida en Australia.

—¿Vamos?—Preguntó Luke tendiéndome su mano y le observé sin saber como responder a su ofrecimiento, todos mis pensamientos ese día, esa mañana, me aturdían, todo había cambiado tanto. Pero ahora mi vida no estaba meticulosamente planificada, no sabía que iba a pasar de aquí a mañana. Cuando pensaba que tenía todas las respuestas, me cambiaban las preguntas. Mi vida, ahora, se basaba en una continua improvisación.

Sonreí, improvisar es lo que haría.

—Vamos.—Y agarré su mano mientras tiraba de mí dentro del edificio justo en el momento que el timbre sonó.

Rebeldía (Luke Hemmings)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora