10. Samantha.

240K 9.3K 2K
                                    

                                                                 10. Samantha.

—¿Seguro que estás bien? —preguntó Luke mientras me bajaba de su moto aparcada en la esquina de mi calle.

—Sí —respondí mientras tan siquiera le miraba, todavía estaba conmocionada por la situación.

—Lo siento, todo esto es culpa mía —dijo mientras volvía a agarrar mi cara para que le mirase—, pero ya te lo he dicho, no voy a permitir que nada te pase.

—No puedes estar ahí siempre.

—Sí, sí que puedo —subió su tono de voz como si quisiese demostrarme que hablaba totalmente en serio.

—No es así.

—Maldita sea, ángel, si hace falta voy a estar pegado a tu puto culo todo el santo día, ¿qué parte de eso no entiendes? —insistió y decidí no rechistar porque volvía a llamarme "ángel", sabía que lo haría cuantas veces le viniera en gana. Así era Luke Hemmings.

—Pero lo que no entiendo era por qué querías que estuviese allí...

—Simplemente... No lo sé, me trasmites tranquilidad cuando estás a mi alrededor, es todo.

—Estás exagerando.

—Piensa lo que quieras. —Me separé de él.—Lo que yo quiero saber ahora es por qué lanzaste ese jodido paquete de pañuelos a Mark, ¿qué pretendías?

—Hacer lo que he conseguido, que ganases, después de lo que me contó Chris quería que ese tío te dejase en paz de una vez por todas, no me parecía justo que estuvieras sufriendo por los errores de tu padre —confesé y vi como sus ojos sonreían por primera vez desde que lo conocía mientras que yo me sentía la persona más patética de este mundo: un estúpido y nuevo paquete de pañuelos.

—Gracias pero sé defenderme solo —reclamó pero aquella sonrisa en sus ojos seguía, mostrándome lo que me intentaban ocultar sus labios.

—Lo que digas. —Me giré con la intención de caminar hacia mi casa.

—Mañana te llamaré, ¿de acuerdo? Y esta vez quiero que me cojas el jodido teléfono, ¿está bien? —presionó, me volví e hice una mueca, aún no me acostumbraba a oír palabrotas en cada una de sus frases—. Perdona, las palabrotas son como un segundo idioma para mí, culpa a Chris. —Rodé los ojos con cansancio.

—Es mejor que me vaya —finalicé y volví a girarme para que él, insistente como siempre, volviese a atraerme hasta su cuerpo.

—¿Estamos bien? —quiso saber, el mínimo espacio que había entre nosotros me asfixiaba, me agobiaba tanto que, en ese momento, solo pensaba en deshacerme de él.

—¿Nosotros? ¿A qué te refieres?

—¿Estás enfadada? —Y pude ver preocupación en su mirada, este chico tenía que ser algo parecido a un bipolar. O eso, o tenía miles de facetas diferentes.

—No.

—¿Puedo...? ¿Puedo besarte? —cuestionó mientras veía como su mirada vagaba de mis ojos a mis labios y viceversa.

—¿Por qué siempre tienes que estropearlo todo con tus hormonas revolucionadas? ¿No podías cerrar la boca y dejarme ir? —reproché, pero no me separé.

—¿Por qué siempre tienes que fastidiarlo tú con tus negaciones? —reclamó él esta vez mientras su ceño se fruncía.

—Porque eres un imbécil.

Rebeldía (Luke Hemmings)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora