38. Una vía de escape.

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                                                                     38. Una vía de escape.

Caminé junto a Brook mientras salíamos del hospital, acababan de darle el alta y me había empeñado en acompañarle hasta casa puesto que sus padres estaban trabajando. Todo había ido bien, solo tenía que reposar unos días más en la cama y estaría listo para rehacer su vida, eso sí, sin baloncesto de momento.

—Cogeremos la secta línea, pasa a las y cuarto —pronuncié cuando nos sentamos en la parada de autobús.—. ¿Brook? —presioné cuando no recibí respuesta alguna.

—¿Qué? —habló y observé como su mandíbula estaba tensa.

—¿Qué pasa?

—Solo... Necesito un jodido cigarro, me estoy muriendo —dijo con dramatismo y ahogué una carcajada mientras observaba una expresión de frustración en su cara.

—No puedes, no hasta que tomes unos cuantos días más de reposo —le hice saber, recordando también las palabras del doctor sobre que, por precaución, debería alejar el tabaco de su cuerpo unos días.

—¿Por qué todo el mundo decide poner contra mí mi manía de fumar? —preguntó levantando las manos. Era muy gracioso cuando estaba estresado.

—En tan solo unos días podrás retomarla, pero en serio pienso que deberías intentar dejarlo...

—No puedo, M, es como una vía de escape.

—¿De escape para qué? —quise saber y él sonrió. Solo sonrió. Nada más. Un silencio se adueñó de nosotros, el cual fue roto cuando escuchamos el motor del autobús viniendo hacia nosotros.


                                                   (...)


Cuando llegué a casa, mi padre estaba durmiendo en el salón y mi hermano estaba en el instituto. Una luz se encendió en mi cabeza y me dirigí hacia la habitación de Ashton, abrí la puerta y entré dentro, queriendo buscar algo sospechoso como ya había hecho una vez. Rebusqué bajo la cama, en los cajones y seguía sin haber nada, entonces, algo me llamó la atención encima del armario, llevé una silla hasta allí y cuando subí en ella observé como más de cinco bolsas estaban escondidas allí estratégicamente. Sostuve una de ellas, la abrí y la observé, nunca había visto droga tan cerca pero sabía perfectamente que eso lo era.

—¡Mickie! —Escuché la voz de mi padre y unos pasos pesados subiendo las escaleras, mi pulso golpeó contra mi sien y, antes de darme cuenta de lo que estaba haciendo, lancé la bolsa de nuevo a su sitio para bajar de un salto al suelo.—¡Mickie!

—¡Ya voy! —pronuncié de vuelta y salí de la habitación para encontrar a mi padre subiendo el último escalón de las escaleras.

—¿Acabas de gritarme? —quiso asegurarse y palidecí, el miedo a ser descubierta me había hecho gritarle, sabiendo todo lo que él odiaba eso y su manera de reaccionar.

—Era para avisarte —susurré sin saber que responder pero supe que no había sido lo suficientemente convincente cuando su mano golpeó mi mejilla haciendo que mi cara se girase hacia la izquierda. Ahí íbamos de nuevo.


                                (...)



—¿Cómo estás? —preguntó Beezus desde la otra línea y sonreí mientras pasaba las hojas de mi libro de literatura.

Rebeldía (Luke Hemmings)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora