2. Esa soy yo

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Gracias por leer! Disculpen las faltas de ortografía, no está editado y no tuve mucho tiempo de releerlo. 

Disfruten la lectura!:3

SirumYem.

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Esa soy yo



Al abrirlos, nada había cambiado. Observé a la chica que se extendía frente a mí. El cabello oscuro hasta los hombros caía despeinado sobre la almohada, su piel blanca. Respiraba acompasadamente. Se veía muy linda, tranquila, dormida.

Sí, maldita sea. Pero esa soy yo.

Era yo.

Era mi cuerpo el que estaba frente a mí.

Era yo, pero al mismo tiempo no lo era. Porque si esa era yo no podía estar viéndome desde un segundo plano.

¿Qué estaba pasando?

Respiraba entrecortadamente, apenas encontrando el aire para sobrevivir.

Yo, Jenna Kent, por primera vez en mi vida experimenté el miedo en su más puro esplendor.

La chica, que debería haber sido yo, abrió sus ojos lentamente y miró el techo, acostumbrándose a la luz. ¿Sería que...? No, no. Era imposible. Debía salir viva de esto.

Se incorporó lentamente y después me vio sentada (¿o sentado?) en la cama, observándola. Yo no sabía qué hacer mas que verla actuar, también estaba asustada. Aún estaría un poco dormida pero cuando supo dónde estábamos, recordó lo sucedido en las escaleras y me estudió de pies a cabeza más de una vez. Bajó su mirada hacia ella misma. Y se toqueteó como yo lo había hecho. Se miró las manos, frente a ella, dedos delgados pero manos pequeñas, se las pasó por la cara entera, recorriendo la boca, la nariz, la frente, el cuero cabelludo, hasta llegar a las puntas, más largas a lo que estaba acostumbrada (o acostumbrado). Después se vio el pecho y se tocó. Su rostro (¡o mejor dicho, el mío!) era todo un poema. Tuve un pensamiento fugaz y estúpido: ¿así de horrible se veía mi cara sorprendida?

Retiró la sábana que la cubría hasta la cintura y observó la falda y las piernas sin bello con la boca abierta, como si estuviera gritando pero su boca no emitía sonido alguno. Cerró las piernas y su rostro se deformó aún más, si era posible.

—Se ha ido —susurró con la voz cortada, tan bajo que apenas entendí.

Un momento, ¿qué significa eso?

Abrí la boca para hacer la pregunta que más me temía, lo que negaba hasta ese momento. Lo estaba viviendo, así que no era tan imposible después de todo. Mi voz se escuchó masculina pero aguda por la estupefacción.

—¿S-Seth?

Me miró directamente a los ojos. Sus ojos eran grises. Mis ojos grises. En ese momento supe que no estaba soñando y que me volvería loca si el silencio proseguía.

Sin pensarlo más, grité y ella (o él) también. Gritamos hasta que todo el aire se fue de los pulmones, o al menos yo. Se puso de pie de un salto y caminó deprisa por la habitación hasta el escritorio, donde había dejado yo el espejo y se miró, confirmando sus sospechas. Me volvió a mirar y estoy cien por ciento segura de que yo tenía la misma estúpida cara.

—¿QUIÉN ERES Y QUÉ HICISTE CONMIGO? —gritó.

—¡EXIGO SABER LO MISMO!

—¿POR QUÉ ME ESTOY VIENDO A MÍ MISMO Y POR QUÉ TENGO... BUBIS?

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