Dispositivo Chismoso.

200 8 0
                                    

George se encontraba furioso. Al enterarse que uno de sus ayudantes había muerte pegó el grito en el cielo. Su plan requería la mayor cantidad de personas posible ya que si uno era descubierto, el otro podía reemplazarlo.

—¿Y se puede saber quién carajo lo ha matado? –Preguntó George aún cabreado pero con un tono de voz más tranquilo.

El ayudante que había escapado del mini-supermercado tragó en seco.

—No lo sé –Dijo este y al ver que George iba a golpear algo, prosiguió—, sólo sé que estaban Jonathan y dos de sus ex-agentes.

—¿Y quiénes son esos agentes? –Preguntó George apretando su puño.

—No lo sé... -Dijo su ayudante.

—¡¿Pero es que tú no sabes nada?! –Preguntó George exasperado.

—Sé que uno era gordito, pero ese ni se movió, y luego había otro que estaba todo disfrazado, así que no tengo idea. Ese es el que me perseguía a mí.

—¿Y el que mataron? –Preguntó George.

—Muerto, señor –Dijo el ayudante—. No apareció durante la pelea.

George suspiró y se revolvió el cabello. Al menos tenían algo que les había salido bien. Pero estas cosas no podían seguir sucediendo, necesitaban actuar de manera inmediata, apresurar más el plan.

—Hoy iremos a la Casa Blanca, así que preparen sus armas y vestuarios –Dijo George dirigiéndose al resto de sus ayudantes—. Quiero que tres de ustedes vaya allí en este instante y prepare el terreno... De más está decir que si los ven, yo mismo me encargaré de matarlos.

Los ayudantes se quedaron en silencio.

—¡¿Son sordos o qué?! ¡Vamos, muévanse! –Gritó George y todos comenzaron a moverse agitadamente por la demacrada casa.

(...)

Louise se había despertado luego de su pesadilla. Generalmente sentía que los domingos duraban más tiempo, que aquel tenebroso hombre tardaba más en encontrarla y, cuando lo hacía, la torturaba de mil diferentes maneras.

Al entrar en la sala se encontró con su madre, Leila, junto a dos grandes valijas.

—¿Ya te vas? –Le preguntó Louise y Leila asintió —Fue lindo tenerte aquí y no tener que asustarme si escuchaba ruidos porque sabía que eras tú.

—Yo también te quiero –Dijo Leila y Louise se acercó a ella para luego darle un fuerte abrazo—. Antes de irme quiero darte algo –Le dijo su madre cuando se separaron.

—¿Otra vez me darás una foto tuya para que enmarque en la pared? –Preguntó Louise.

—No –Leila hizo una pausa—. Ya la enmarqué por ti –Dijo y sacó una carta de su bolso.

Louise tomó la carta y se la quedó observando. La letra era de su padre y decía: "Para mi querida hija". Louise frunció el ceño ante ese vago intento de padre.

—¿Por qué me das esto? –Le preguntó Louise a su madre sosteniendo la carta como si estuviera cubierta de baba.

—La dejaron en el correo ayer por la mañana y, como tú no estabas, decidí guardarla y dártela antes de irme –Dijo Leila.

—Quemarla hubiese sido una muy buena opción.

Leila sonrió, pero con una mirada de tristeza.

—Él se interesa mucho por ti –Dijo Leila.

—Sí, no me digas –Dijo Louise denotando su sarcasmo.

Double Life.Where stories live. Discover now