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¿Qué tan malos recuerdos puede tener una chica para no querer hablar de su segunda relación?

Era lo que me preguntaba sentado en la silla de mi despacho mientras balanceaba esta de un lado al otro y miraba al techo.

En la nota de esta mañana me había dicho que no me hablaría del segundo novio que había tenido, cosa que respetaba, ella me contaría lo que creía conveniente, pero ahora me daba curiosidad

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En la nota de esta mañana me había dicho que no me hablaría del segundo novio que había tenido, cosa que respetaba, ella me contaría lo que creía conveniente, pero ahora me daba curiosidad.

Aunque no sabía si me daría más curiosidad que saber la loca idea que estaría pasando por su pequeña mente.

Me había pasado la tarde pensando en ambas cosas y se me había hecho bastante tarde, así que acabé saliendo del trabajo a las 9 de la noche de nuevo.

Me subí al coche y miré a Juice, Katie volvía a estar ahí intentando cerrar la reja, aunque ahora estaba subida a una especie de caja de cartón.

Se podría caer.

Aparqué el coche en la acera y me bajé a ayudarla por segunda vez, agarrándola desde la cintura por atrás para que no cayera y se diera un buen golpe contra el suelo.

Se sobresaltó al sentir mis frías manos en su cintura que estaba al descubierto porque su camiseta se había levantado ligeramente al estirar su cuerpo hacia arriba para alcanzar la reja.

Llevaba más tatuajes debajo de su ropa y no me resultó extraño viendo sus brazos, uno entero y el otro casi.

–¡Qué susto! –Se llevó una mano al pecho.

–Perdona. –Se bajó con un salto y bajó la reja con ella.

–Pensé que ustedes salían a las 7. –Dijo poniendo el candado a la puerta.

–Sí, pero me quedé un poco más. –Me encogí de hombros.

–Yo igual. Últimamente estoy trabajando solo aquí porque ya sabes que viene mucha gente en esta época. –Se colgó la mochila a ambos hombros y yo asentí.

–¿Te apetece ir a tomar algo ahora? –Ofrecí rápidamente antes de pensar mucho lo que estaba diciendo, así no me daría tiempo a arrepentirme.

–¿No te espera Ian o algo así? –Negué.

–No, está en una cena con algunos de la empresa pero sinceramente no me cae bien casi nadie, por eso no fui yo. –Se rió.

–Supongo que podemos ir a algún lado. –Aceptó con una sonrisa y comenzamos a caminar hacia mi coche.

–¿Dónde te gustaría ir? –Propuse y se encogió de hombros. –¿Quieres ir a mi casa? –Sus mejillas se ruborizaron y asintió lentamente.

Me reí un poco viendo su dulce rubor y abrí la puerta del coche, donde entró y luego fui por mi lado, poniendo rumbo a mi hogar.

Por el camino, ella en el asiento de mi derecha, jugaba con una de las cadenas que caían de sus tantas pulseras y, aunque íbamos en silencio, no era incómodo.

Los cristales estaban un poco bajados, a penas unos dos dedos, para que entrara algo de aire fresco pues hacía frío y la radio estaba a un volumen en el que solo se oía un entendible murmullo.

Cuando llegamos a mi edificio, aparqué en el garaje y nos bajamos del coche, subiendo en el ascensor.

Ahí alguna broma sobre Ian y lo que diría si la viera aquí fue la protagonista y luego entramos a mi casa, dejándola pasar primero.

Ella miró todo con ojos curiosos como si fuera una niña pequeña y yo dejé mi maletín en la mesa al lado de la entrada junto a mi chaqueta en el perchero y a su mochila, la cual se quitó y dejó frente a la misma mesa.

Se metió las manos en los bolsillos y le ofrecí asiento mientras me sentaba a su lado nervioso subiendo las mangas de mi camisa hasta mis codos para hacer algo de tiempo, porque seguía sin saber qué hacer o decir y ella seguía mirando todo, aunque suponía que hacía eso por hacer algo también.

–Néstor, te está sonando el teléfono. –Dijo ella haciendo que despertara del trance de mirarla.

–¿Qué? Ah, sí. Sí, claro, ya lo sabía. –Me levanté y saqué el teléfono de mi vaquero para volver a sentarme.

Miré la pantalla con el escrito papá y pensé en lo oportuno que estaba siendo en este preciso momento.

–¿Diga? –Descolgué mientras Katie miraba los post-it sobre el tablón en la pared con una sonrisa.

–Hijo, hace tiempo que no me llamas, ¿todo bien? –Asentí.

–Sí, papá. Lo siento por no haberte llamado esta semana. –Katie me miró con unos ojos tiernos.

–No te preocupes, seguro que esas chicas te mantienen ocupado. –Se rió.

–Algo así. –Carraspeé.

–¿Algo que no me hayas contado, Néstor? –Preguntó con ese tono de "sé que me estás ocultando algo".

–Estoy acompañado en estos momentos, papá. –Katie hizo una seña con las manos de que podía seguir hablando y se levantó para dejarme intimidad, pero agarré su mano haciendo que permaneciera a mi lado.

–Oh, no me digas que has conocido a la chica de las notas. –Suspiré.

–No. –Me reí un poco nervioso.

–¡Estás con la chica de Ian! –Exclamó y solo hice un silencio.

Katie, que pareció haber oído la exclamación de mi padre desde su asiento a mi lado, comenzó a reír y se tapó la boca con ambas manos.

–¿Te importa si te llamo luego o mañana? –Pregunté intentando no reír contagiado por la risa de ella.

–Mañana quiero que estés aquí en casa, ¿vale? –Sonaba más serio que de costumbre, pero sabía que no me diría anda diferente a lo que me dijo la última vez por teléfono.

–Está bien, mañana iré a verte. –Suspiré.

Nos despedimos y colgamos, pero me quedé en silencio mirando a Katie sin saber qué hacer o qué decir. Era difícil entablar una conversación con ella porque no podía pensar con claridad viendo sus bonitos ojos.

No se me ocurría qué podía contarle hasta que pensé en ofrecerle algo de beber y podría comenzar hablándole sobre las hazañas de Ian en nuestra adolescencia.

Al fin y al cabo, era para lo que la había había invitado a mi casa, ¿verdad?


Su chica.Where stories live. Discover now