Donde un hombre empieza a recibir unas extrañas notas pegadas a la silla de la cafetería de siempre.
¡ATENCIÓN!
No es necesario haber leído "su hombre", que la puedes encontrar en mi perfil, para entender esta historia, ya que esta es paralela a esa...
Me senté en la cama con una mano en la espalda. Tenía que cambiar el colchón ya de ya. No podía seguir durmiendo sobre eso.
Me duché tomándome mi tiempo ya que me había levantado quince minutos antes de que el despertador sonara, y no pude evitar quedarme apoyado en la pared de la ducha pensando en las notas.
Me estaba volviendo loco, me estaba obsesionado y esto solo acababa de empezar.
¿Dejaría de hacerlo alguna vez? Porque yo no quería que eso pasara hasta que no me dijera quién era.
Salí con una toalla envuelta en mi cadera y se repitió lo de todos los días.
No sabía nada de Ian desde hacía días y comenzaba a preocuparme, pero a pesar de que le mandaba mensajes de texto o le llamaba, ignoraba cualquier método de ponerme en contacto con él.
Me sentía extraño porque no recordaba haber dicho o hecho algo que le molestara, ¿verdad?
Suspiré sentándome en la silla de la cafetería leyendo la nota de todos los días.
Con la de hoy eran 10 y ya eran dos semanas, pues los fines de semana creía que no me escribía porque yo no venía a trabajar esos días y por lo tanto no venía a la cafetería.
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Sabía que ayer me había oído, sabía que estaba en el local, por eso había dicho en voz alta que no era suficiente lo que me dijo.
¿Me estaba malacostumbrando a las notas?
Definitivamente, sí.
No había día que no pensara en ellas. Ya era costumbre mirar antes de sentarme en cualquier sitio, hasta en la silla de mi despacho.
Asentí leyendo la frase de que le gustaba madrugar y el deporte. Antes yo salía a correr también, pero lo había dejado cuando encontré este trabajo.
Me reí leyendo su nerviosismo diciendo lo atractivo que me veía en traje y corbata, y ese nerviosismo se le notaba en la caligrafía.
Me gustaba causar ese efecto en alguien aún sin conocer a esa persona.
