14.

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-¡Dios, mira que pelos tenía! -Ian señaló una foto del álbum que teníamos en la barra de la cocina.

-Tenías una melena digna de un anuncio. -Me reí y bebí de mi cerveza. -Menos mal que te lo has cortado un poco. -Se rió.

-Tampoco lo llevo tan largo ahora. -Se lo echó hacia atrás con una mano y seguimos riendo. -Hey, mira est... No, mejor no. -Señaló una foto y en seguida pasó la hoja, pero volví hacia atrás.

Era una foto donde estábamos los dos de adolescentes con nuestras respectivas madres y hermanas. Ian pasó la hoja de nuevo.

-Te dije que mejor no. -Siguió viendo las fotos.

-Han pasado más de diez años y aún sigo echándolas de menos. -Le miré.

-Es normal. Me pasa lo mismo. Sabes que siempre hemos sido como dos familias unidas. -Suspiré.

-Al menos el cabrón que las mató está donde tiene que estar. -Tragué un nudo.

-¿En la cárcel? -Negué.

-Se suicidó a los pocos días de estar encerrado. -Bebí de mi cerveza e Ian suspiró.

Ignorando aquellos malos recuerdos, pasamos toda la tarde viendo viejas fotos y comentándolas hasta que se fue a su casa y yo a dormir.

Al día siguiente, según me levanté, abrí una libreta que tenía dentro del maletín y apunté todas las pistas que tenía sobre la chica de las notas.

No quería dejarme nada y lo mejor era apuntarlo.

Releí los post-its y fui apuntando la cosas que me parecían pistas para descubrir quién era pero, por el momento, todo me parecía un poco irrelevante ya que no conocía a nadie que tuviera esas características.

Definitivamente, la chica de las notas era alguien que no conocía y eso lo hacía más difícil para mí.

Ella ahora tenía a Ian que le decía cosas de mí, pero él no me iba a decir nada sobre la chica.

Cuando me di cuenta había pasado toda la mañana y estaba en la pared al lado del ascensor esperando por Ian.

-¡Hey! -Le dije cuando vi que iba a entrar a mi despacho.

-¡Wow! -Exclamó. -Es extraño que estés aquí esperándome, ¿estás ansioso por algo? -Preguntó con una ceja levantada.

-Sabes que sí, quiero saber qué me va a contar hoy. -Entramos al ascensor.

-Oh, yo lo sé. -Se rió.

-¿Cómo puedes saberlo? -Me crucé de brazos.

-Porque estuve con ella cuando la escribió ayer. -Se bajó del ascensor.

-¿Qué? -Le seguí. -¿En serio? -Mi cara se iluminó y asintió. -Entonces, existe. Es una chica y no alguien gastándome una broma, ¿no? -Volvió a asentir y salimos del edificio.

-Es una chica de verdad y, me jode decirlo, pero tienes suerte porque es muy guapa. -Abrí la boca y la cerré sin saber qué decir.

Estaba muy emocionado e intrigado despegando la nota.

-¿Cuánto de guapa? -Nos sentamos.

-Bastante. -Señaló la nota. -Lee. -Asentí leyendo.

-¿Tiene dos trabajos? -Pregunté e Ian se encogió de hombros

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-¿Tiene dos trabajos? -Pregunté e Ian se encogió de hombros. -Entonces quiere decir cuando viene aquí es porque tiene un horario de descanso, como nosotros. -La camarera dejó nuestros cafés y seguí leyendo.

¿Celoso? ¿Por qué tendría que estar celoso?

Ian podía tener a la chica que quisiera, como había hecho siempre, pero ¿sería capaz de quitarme a mi chica de las notas?

No creía que mi mejor amigo hiciera eso.

Él la conocía y podía pasar tiempo con ella mientras yo me quedaba solo con el olor a melocotón de sus post-its y su, ahora bonita, caligrafía.

Pero entonces, leí la frase: "Para mí solo existes tú."

Eso se quedó dando vueltas en mi cabeza durante todo el día junto a una estúpida sonrisa en mi cara hasta que fui a dormir.

Su chica.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora