10. Magia

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El sol ya estaba colocado en el cielo. Eran las nueve de la mañana y Rubius despertó poco a poco.

Sus ojos tardaron unos segundos en adaptarse a la luz. Lo primero que vio fue la figura de Quackity dormido, apacible, dulce. Sucabello azabache caía por su rostro y la seda blanca de las sabanas. Sus labios delgados estaban entreabiertos y sus pestañas negras y gruesas hacen juego con la belleza de sus lunares.

Quackity era muy bonito.

El Beta quiso levantarse con cuidado, para no despertar al pequeño híbrido pato, pero pareció no funcionar porque al moverse, las pálidas manos del omega lo detuvieron, envolviendolo, acurrucadose cerca de él.

Rubius perdió el aliento por un segundo.

Hatsa que Quackity murmuró un bajito "Luzu"

Ah, pobre patiito.

No se movió, ni dijo nada, simplemente esperó...

Esperó hasta que el híbrido pato despertara finalmente, acariciando su cabeza, despacio y suave.

Seguramente se sentiría avergonzado si el Beta le contara que le llamo "Luzu" un par de veces más.

No podía evitar sonreír con melancolía. ¿Por qué todo tenía que ser tan doloroso?

Asi permanecieron unos momentos hasta que Quackity finalmente despertó.

El oso lo vio estirarse y soltar un "Puta madre" con pereza.

No pudo evitar reír.

Ambos híbridos comenzaron esa mañana de la manera más hogareño posible.

Cochi y Beni fueron de compras, mientras Rubius y Quackity preparaban el desayuno.

El híbrido pato rompía los cascarones de huevo contra el sartén mientras Rubius rebanaba jitomates.

El sonido del cuchillo contra la tabla y el aceite friendo los huevos se hacían compañía.

Quackity tarareaba una canción y la luz por la ventana envolvía a ambos.

Todo parecía apacible...

Hasta que Rubius abrió la boca...

- Me debes algo... - Dijo, haciendo chocar por última vez el filo sobre la madera.

El pato se detuvo, si no se movía tal vez no lo vería.

Sin embargo, Ruben no planeaba detenerse. Habían hecho un trato que no pensaba olvidar.

- ¿Dime, qué cojones se supone que eran ustedes dos?

El Omega simplemente lo ignoró.

- Pasame la sal - pidió

Rubius sonrió ligeramente pasandole la sal y cuando sus miradas chocaron fue evidente la melancolía en ella.

Rubius suspiró - Tenían todo, incluso una casa, pero no eran nada. - volvió a insistir.

Era obvio como desde el inicio de la llegada de Quackity la casa de Luzu tuvo las puertas abiertas para él.

Y después de la partida de Aurón, era difícil que alguien se acercara a su hogar.

Desde ese momento era obvio que algo sucedía.

Quackity simplemente revolvió los huevos con algo de descuido.

El oso añadió el tomate, haciendo el sonido típico cuándo un alimento crudo caé al sartén.

- ¿Tú lo querías? ¿O sólo era cosa de los celos?

Ah. ¿No iba a detenerse, verdad?

No.

"La ruina de mi existencia" -LuckityWhere stories live. Discover now