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Un año después

La muerte de Engel fue un suceso inesperado, una muerte que me quebrantó. Por más fuerza mental que yo decía poseer, si me hubiera quedado en Serfol iba a echar todo mi plan por la borda. Necesitaba alejarme del pueblo para poner mis ideas en orden y de cierta forma aminorar el dolor. Por eso, cuando de un momento a otro Tiago debió volver a Italia, yo me sumé al viaje.

Se suponía que saldría a conocer los bellos lugares de aquel país y que el viaje sería un total respiro de todos mis problemas. Se suponía, porque todo, absolutamente todo salió contrario a lo que yo había pensado. La familia de la mafia de Henrrik intentó secuestrarme dos veces, al principio pensé que me había salvado por suerte, pero Tiago dijo que así actúan ellos; primero atormentan y luego ejecutan. No pudieron llevarme, sin embargo me dejaron recuerdos para no olvidarme de ellos; una bonita cicatriz en la mejilla, tres costillas rotas y una pierna fracturada. Pasé meses sin poner un pie fuera de la casa, recibiendo atención médica ahí dentro, ya que era muy peligroso llevarme a una clínica.

Me encontraba en esas por culpa de Tiago, sin embargo, él no dejaba de echarme la culpa como si yo fuera la desquiciada que descuartizó a Henrrik. Cabe recalcar, que el Tiago de Italia no se parecía en nada al de Serfol. El muchacho se había vuelto agresivo, controlador y extremadamente posesivo. Últimamente no disfrutaba del sexo con él, en cierto punto me sentía utilizada, Tiago ya no buscaba la satisfacción mutua, solo la suya.

No negaré que él fue una pieza clave en mi recuperación, me ayudaba a movilizarme, a hacer ejercicio, a poder bañarme y todas esas cosas. Pero no dejaba que ninguno de sus hermanos se me acercara, ni siquiera su padre cuando iba de visita, por temor a que me involucrara con alguno de ellos. Luego que me recuperé por completo él comenzó a entrenarme, me volví más hábil con los cuchillos, mejoré mi puntería y aprendí a pelear, aunque este último no era mi fuerte. Incluso, me enseñó a hacer sus "nudos perfectos".  Italia sacó a la luz mi lado más retorcido. Si antes me acusaban de ser una asesina y no tenían pruebas, ahora habían más que suficientes. Desde que maté a Jay, Patricia y a los cuatros militares algo en mí cambió. Aunque siendo sincera, creo que el deseo de matar siempre estuvo allí, escondido en alguna parte de mi oscuro ser. Tiago sin duda era un detonante, me incitaba a asesinar y yo caía redondita en su juego. Fueron muchas las noches en las que ambos salimos a buscar víctimas, como si fuésemos el angel de la muerte y su asistente. ¿Cuál era la excusa con la que él me envolvía? Debía practicar para cuando la familia de Henrik fuese tras mí.

Y hoy, después de un año volví a Serfol. Volví renovada, con más odio en mi corazón, sin miedo a matar y sobretodo, con veintiún años.

•••

—Odio esto —susurró Alessio haciéndose un ovillo en un rincón.

Hacía más de una hora que habíamos vuelto a Serfol. Mientras los demás desempacaban yo me encontraba sentada en la cama de Alessio, observando como tenía un ataque de ansiedad.

—Deberías tomar tus caramelos, quizá te hagan bien.

Alessio entrecerró sus ojos hacía mí y se puso en pie de inmediato.

—Lo que sí me va a hacer bien es que salgas de mi habitación. Que haya visto una película contigo no significa que seamos amigos. —Me arrebató el frasco de pastillas y lo vació completo en el zafacón.

—No fue solo una película. Comimos helados, fuimos al cine...

Alessio me observó fulminante y señaló la puerta.

—Vete.

—No, dijiste que...

Me agarró la muñeca con fuerza.

El misterio que me persigue ©Where stories live. Discover now