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Nota: No revisé bien este capítulo, así que me disculpan por cualquier error.
•••

Respira hondo y toma asiento, porque ahora sí acaba de empezar el juego.

—No puedo creer que vayas a matar a alguien —comentó emocionado.

—No voy a matar a nadie.

—¿Entonces a qué...?

—Solo voy a defenderme. 

En realidad estaba contando con él para el trabajo sucio. Pero también quería creer que saldríamos de allí sin ser vistos o antes de que la noche cayera completamente.

Aunque sentía una opresión en el pecho y una molestia en la garganta, lo cual me decía que todo iba a terminar mal.

—Admito que me gusta esta faceta tuya. Creo que nos estamos entendiendo mejor.

—No es ninguna faceta, siempre he sido así. 

Asintió sacando el bulto y dejándolo en el suelo. Al ver el interior me quedé un tanto perpleja; habían muchas cosas, ¿cómo él podía cargar todo eso como si no tuviera nada dentro?

Lo vi rebuscar hasta dar con una daga. Arrugué el ceño cuando la extendió en mi dirección. 

—No quiero eso.

—Entonces elige tú.

Me acerqué a la parte trasera del auto, observando la escopeta que había allí. Al ver aquello, un recuerdo vino a mi mente haciéndome sonreír.

—No vas a llevartela —sentenció poniéndose a mi lado.

—¿Por qué no?

—¿En serio preguntas? Vamos a ir un suicidio —comentó observando cómo cada vez estaba más cerca el anochecer—, no a cazar.

—Eso es evidente.

Me bajé hasta el bulto y comencé a buscar una pistola, no quería cuchillos ni nada por el estilo.

—¿Segura que sabes disparar? Eso que tienes en la mano no es un juguete, dulzura.

Sostuve una pistola y lo miré con una ceja enarcada.

—A mi papá le gustaba la caza y de vez en cuando me llevaba consigo. Y bueno —hice una pausa al recordar algo—... cuando mamá se sentía estresada iba al bosque a dispararle a botellas; lo haciamos juntas.  Utilizaba una de estas. —Observé el arma en mi mano.

Él entrecerró sus ojos hacia mí.

—¿Por qué tu madre tenía un arma? En Serfol no hay ni un lugar donde comprar una glock, solo venden escopetas. Además, aquí no es común ver a una mujer disparando.

—No sé. Era muy ilusa como para preguntar. —Me encongí de hombros, restándole importancia. 

—Interesante...

Me quitó la pistola y le puso un silenciador. Y bueno, aunque estos no reducían totalmente el ruido ayudaría bastante.

Me quedé mirándolo cuando fue hasta los asientos en busca de una chaqueta. Se giró hacia mí y me entregó el arma y la prenda. 

—Pontela, dentro hay varias balas y una daga. 

Entró el bulto en el auto y cerró la parte de atrás con delicadeza. 

El misterio que me persigue ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora