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El pasado es imposible de borrar, pero puedes construir un futuro mejor... o peor. ¿Tú qué eliges?

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Respiré profundo antes de caminar hacia Engel y quitarle la hoja de sus manos.

Solo de verla sabía que era parte de mi cuaderno de canciones. Era fácil reconocerla, mi padre había elaborado la libreta con diferente páginas que compró y diseñó en el exterior.

《¿Por qué quieres lo que es mío? Eres guapa y elegante, pero sin duda te falta clase. Ya veo que te gustan las migajas, ¿por qué no te mueres maldita mojigata? 》

Recordé haber escrito aquello mucho tiempo atrás. Todas mis canciones se basaban sobre cómo me sentía o el calor del momento. Estaba triste, escribía,  estaba feliz; escribía, estaba enojada; escribía y, como se ha podido notar; la mayor parte del tiempo estaba enojada. Esa fue mi etapa de inmadurez, pero él decía que hacer aquello me ayudaría a olvidar todo lo que había pasado. Esa canción se la dediqué a la niña más santa de la iglesia, la misma que se besuqueaba con Max, mi exnovio. En ese tiempo era un chiquilla ingenua, aguanté tantas decepciones de ese imbecil que ahora me alegraba de que estuviese muerto, aunque hubiese deseado matarlo con mis propias manos.

Sacudí mi cabeza tratando de alejar mis pensamientos. Tenía un problema enorme; mi tía estaba muerta en medio de la sala y todos afirmaban verme matándola. Además, no entendía el porqué de la canción, ¿en qué se conectaba?

—Están locos... todos —dije frunciendo el ceño—. Andaba con Tiago, ¿cómo pude haber sido yo? Además, no soy una asesina  y tampoco tendría motivos para hacerle daño a Fabiola.

Mónica me miró fijamente a los ojos, en los cuales pude ver una rabia bastante severa. Por una parte le comprendía, pero por la otra estaba más confundida que alguien que duda de su sexualidad.

—¿Por qué no lloras? ¿Por qué no te lamentas? ¡¿Por qué no te agobias?! Tú misma te delatas, hija de satanás —gritó desesperada. 

—Es porque está en shock —remató Engel—, siempre se pone así cuando la culpan de una muerte. Han sido muchas, así que solo puede pensar en defenderse.

Si la mirada matara, Engel estuviese descuartizado y siendo comida para leones.

¿Cómo había podido decir aquello? Ellos no sabían sobre lo que pasaba en mi pueblo.

—¡¿Qué cosas dices?! ¡¿Te han culpado de matar a alguien más?! —espetó mi abuela, despertando. Su aspecto lucía como si estuviese mirando a la muerte frente a sus propios ojos—. ¿Qué fue lo que hice para merecer que el mismo diablo esté en mi casa? —lloriqueó mirando hacia arriba.

—Creo que criticar a la hija del ministro —le secundó Mónica.

—O hablar mal sobre toda la iglesia —comentó Cristián.

La cara de Juana se tornó de miedo, al mismo tiempo que llevó una de sus manos a su boca. La mujer parecía como si le fuese a dar un infarto. 

Ojalá y sí.

En eso aproveché para fingir un rostro de pesar, hice lo posible para derramar varias lágrimas y cuando lo logré me acerqué a ellas. Quería arreglar la cagada en la que alguien más me había metido.

El misterio que me persigue ©Where stories live. Discover now