CAPÍTULO 44 - La Verdadera Señal

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"Y volviendo a salir de los términos de Tiro, vino por Sidón a la mar de

Galilea, por mitad de los términos de Decápolis."

En la región de Decápolis era donde los endemoniados de Gádara habían

sido sanados. Allí la gente, alarmada por la destrucción de los cerdos,

había obligado a Jesús a apartarse de entre ella. Pero había escuchado a

los mensajeros que él dejara atrás, y se había despertado el deseo de

verle. Cuando Jesús volvió a esa región, se reunió una muchedumbre en

derredor de él y le trajeron a un hombre sordo y tartamudo. Jesús no

sanó a ese hombre, como era su costumbre, por una sola palabra.

Apartándole de la muchedumbre, puso sus dedos en sus oídos y tocó su

lengua; mirando al cielo, suspiró al pensar en los oídos que no querían

abrirse a la verdad, en las lenguas que se negaban a reconocer al

Redentor. A la orden: "Sé abierto," le fue devuelta al hombre la

facultad de hablar y, violando la recomendación de no contarlo a nadie,

publicó por todas partes el relato de su curación.

Jesús subió a una montaña y allí la muchedumbre acudió a él trayendo a

sus enfermos y cojos y poniéndolos a sus pies. El los sanaba a todos; y

la gente, pagana como era, glorificaba al Dios de Israel. Durante tres

días este gentío continuó rodeando al Salvador, durmiendo de noche al

aire libre y de día agolpándose ávidamente para oír las palabras de

Cristo y ver sus obras. Al fin de los tres días, se habían agotado sus

provisiones. Jesús no quería despedir a la gente hambrienta, e invitó a

sus discípulos a que le diesen alimentos. Otra vez los discípulos

manifestaron su incredulidad. En Betsaida habían visto cómo, con la

bendición de Cristo, su pequeña provisión alcanzó para alimentar a la

muchedumbre; sin embargo, no trajeron ahora todo lo que tenían ni

confiaron en su poder de multiplicarlo en favor de las muchedumbres

hambrientas. Además, los que Jesús había alimentado en Betsaida eran

judíos; éstos eran gentiles y paganos. El prejuicio judío era todavía

fuerte en el corazón de los discípulos, y respondieron a Jesús: "¿De

dónde podrá alguien hartar a éstos de pan aquí en el desierto?" Pero,

obedientes a su palabra, le trajeron lo que tenían: siete panes y dos

peces. La muchedumbre fue alimentada, y sobraron siete grandes cestos de

fragmentos. Cuatro mil hombres, además de las mujeres y los niños,

repararon así sus fuerzas, y Jesús los despidió llenos de alegría y

gratitud.

Luego, tomando un bote con sus discípulos, cruzó el lago hasta Magdalá,

El deseado de todas las gentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora