No te despiertes.

By DekaOntiveros

3.1K 210 40

«El sueño es una parte integral de la vida cotidiana, una necesidad biológica que permite restablecer las fun... More

Capitulo uno.
Capitulo dos.
Capitulo tres.
Capitulo cuatro.
Capitulo cinco.
Capitulo seis.
Capitulo siete.
Capitulo ocho.
Capitulo nueve.
Capitulo diez.
capitulo once.
capitulo trece.
capitulo catorce.
Capitulo quince.
Capitulo dieciséis.
Capítulo diecisiete.
Capitulo dieciocho
capitulo diecinueve.
Capitulo veinte.
Capítulo 21
Capítulo 22
Capitulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capitulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29.
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capitulo 33
Capítulo 34.
Capitulo 35.
Capítulo 36
Capítulo 37
Capitulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40.

Capitulo doce.

86 6 1
By DekaOntiveros

Capitulo doce.

El sonido de las ramas crujiendo debajo de mis pies desnudos, hacía que mi corazón latiera aun con más fuerza.

“Está escuchando”, “va a encontrarme”, eran pensamientos que no dejaban de repetirse en mi mente.

Tenía la boca seca y los ojos me picaban como si estuviera a punto de llorar. Sin pensarlo, llegué a un claro donde el bosque terminaba; no podía regresar. Su risa me indicaba que se estaba acercando. Con desesperación comencé a buscar un lugar donde esconderme, entonces mis ojos se toparon con los de una chica con cabello crispado y rubio que me miraba con consternación.

“—Huye”, —susurré, pero el movimiento en las copas de los arboles nos anunciaron que ella ya estaba ahí.

Sin pensarlo dos veces me arrojé detrás de una enorme roca para ocultarme, era patético pero era todo lo que tenía. Quería cerrar los ojos y apretar mis oídos para no verla ni escucharla mientras se acercaba con su enorme oz manchada de rojo, con sus ojos en blanco y su sonrisa forzada por ganchos. Esperé a que aquello pasara pero sus pisadas no llegaron. Me atreví a mirar sobre la roca, sólo para ver a lo lejos cómo la chica del cabello crispado era atrapada, sus gritos me erizaban la piel; aquella bruja la tenía suspendida en el aire. Los ganchos se clavaron aún más en su carne cuando ésta comenzó a sonreír, disfrutando de su presa atrapada. Sin perder más tiempo y con un solo movimiento, el cuello de la chica dio dos vueltas antes de que ella cayera al suelo produciendo un sonido sordo.

Cubrí mi boca para no dejar salir un grito. Volví a ocultarme tras la roca. Estaba temblando incontrolablemente.

«No quiero morir, no quiero morir, no quiero morir», repetía una y otra vez.

«Por favor, que alguien me ayude».

Jamás había experimentado un terror tan grande como aquel; era una desesperación fría que corría por mis venas, no podía pensar, no podía moverme, no podía salvarme. Era como estar frente a un abismo y saber que en cualquier momento serás empujada. Estaba por volverme loca, esa desolación tan grande que se extendía por mi  pecho casi me ahoga.

Nuevamente la risa se escuchó. Quedé paralizada donde me encontraba. Sus pasos en la yerba me anunciaban que se acercaba y que me encontraría.

Apreté mis manos hasta que mis nudillos se volvieron blancos.

«Voy a morir».

Salí de mi escondite y fijé mis ojos en aquella mujer, que por un momento mostró un sentimiento que se asemejaba a la sorpresa, pero solo bastó un segundo para que regresara a su habitual aspecto de locura.

Una inesperada valentía se apoderó de mí; al menos no moriría escondida.

Cada una dio un paso más cerca, la oz que sostenía en su mano era enorme y la arrastraba por el suelo. Su cabello espeso color petróleo se agitaba con el aire del bosque, su sonrisa chorreaba sangre y sus ojos no mantenían pestañas ni parpados.

Al acercarme lo suficiente a ella, me agaché, dejando mi cuello al descubierto. Abrí los ojos para despedirme del mundo, cuando a lo lejos, desfigurada por el terror,  apareció la cara de Caleb. Lo vi emprender la carrera hacia donde me encontraba, pero era tarde, escuché cómo la oz bajó y cortó de un tajo mi cuello; era fría pero no dolió, tal vez fuera la adrenalina. Escuché el sonido de mi cabeza al caer contra el suelo, y antes de cerrar los ojos, miré el cielo oscuro por nubes negras.

Desperté en mi cama con un estremecimiento de mi cuerpo y toqué con desesperación mi cuello. Estaba viva. Tardé minutos en hacerme a aquella idea, mi cabeza estaba unida a mi cuello y respiraba agitadamente, aun sintiendo el frio en mi pecho.

No supe por cuánto tiempo estuve de aquella manera pero salí del trance cuando el vidrio de mi ventana estaba siendo manipulado. Alguien quería entrar.

“No por favor, no”, rogué en silencio recordando la sonrisa sangrienta de la bruja del bosque.

Pero el rostro preocupado de un hombre con cabello negro agitado por el viento, me hizo sentir más segura. Finalmente él forzó la ventana y entró a mi cuarto, se acercó a mi cama y me cubrió en un abrazo.

—Todo está bien —susurraba en mi oído.

—Estoy viva —mi garganta me dolía, como si hubiera estado gritando.

—Eso jamás volverá a pasar —me aseguró, apretándome contra su pecho.

Mi cuerpo era una masa temblorosa.

—Estás bien —posó sus manos tibias en mis mejillas. —Estás a salvo Jena —sus ojos mostraban desesperación también.

Yo solo podía asentir sin parar.

Steven volvió a abrazarme, ahora con más fuerza que nunca.

—Perdóname —su voz sonaba rota.

Esa simple palabra me hizo pedazos. Comencé a llorar contra su pecho, apretando fuertemente su espalda con mis manos.

—No me dejes, no me dejes, tengo miedo —le susurraba. —No quería morir —esto último hizo que me apretara aún más fuerte contra él.

—No vas a morir —me aseguraba una y otra vez.

Desperté sola en la cama.

Era obvio, él no se quedaría.

Moví mi mano a mi cuello, como queriendo constatar que éste seguía allí. Recordaba las respuestas de las búsquedas que hacía en Google, personas que afirmaban tener marcas de arañazos o moretones.

Me revisé frente al espejo y no tenía absolutamente nada, solo bolsas debajo de los ojos y éstos me picaban. Miré a mí alrededor. No había nada fuera de lugar. ¿Qué esperaba encontrar?

Salí de mi habitación y fui hasta el baño, necesitaba darme una ducha. Me deshice de mi ropa y me puse bajo la regadera. El agua estaba muy caliente, así que me quemó un poco la espalda pero no salté fuera, aunque me doliera; necesitaba aquello, el dolor me hacía saber que estaba aquí, que estaba despierta.

No tardé mucho en bañarme, no podía mantener los párpados cerrados por mucho tiempo porque el rostro de la mujer invadía mi mente, así que el shampoo entró varias veces a mis ojos. Al salir regresé a mi habitación y fui hasta la ropa que había seleccionado la noche anterior. Mi cuerpo sintió un rechazo inmediato, no quería nada que tuviera que ver con la noche anterior. Fui a mi armario y escogí otra cosa.

—Te levantaste temprano —mi mamá parecía sorprendida.

—Sí —no tenía ganas de agregar algo más, me sentía demasiado cansada para eso.

—Desayuna y nos iremos en quince —habló diligentemente mientras tecleaba en su celular.

Una soledad me invadió. Ella era mi madre, debería saber esto. Mi garganta parecía atrofiada, era como si hubiera olvidado una habilidad tan básica con el habla.

Me di por vencida, solo tomé mis cosas, fui al auto y de ahí a la escuela.

Era más temprano de lo que acostumbraba llegar, así que nadie me detuvo en el pasillo y no tuve que esconderme bajo una capucha negra; para mi suerte tocaba laboratorio de química. Al entrar al salón mi profesor seguía escribiendo el procedimiento de la práctica de ese día, lo saludé con un breve “buenos días” y él respondió de la misma manera, pero sin mirarme. Fui hasta mi asiento y me coloqué la bata blanca, instintivamente aparté la mirada de ella, me recordaba demasiado a un vestido blanco.

Decidí concentrarme en la puerta del laboratorio y dejar que mi mente estuviera ocupada con cosas más monótonas. Necesitaba a Rachell, necesitaba normalidad ya. Los alumnos comenzaron a llegar, los minutos pasaban, casi podía sentir la sangre transitar por mis venas. Iba a salir del salón cuando el banco a mi lado se movió. Inmediatamente me topé con los ojos azules de Austin.

—¿Jena? —su ceño se frunció con sospecha. —¿Estas bien? —No.

Asentí regresando a mi asiento.

—Deberías dejar de consumir tanta cafeína, pareces un zombie —dejó sus cosas sobre la mesa y comenzó a colocarse la bata. Sonreía casualmente hasta que se dio cuenta de algo: yo no había respondido.

Al notar también esto, respondí.

—Tal vez…, debería bajar la dosis de coca —me pasé el dedo índice por la nariz con descaro.

—Por eso yo prefiero la heroína —me siguió la broma. Su atención se había desviado de mí, esto hizo que mis emociones se dividieran entre el alivio y desilusión, tranquilidad y desesperación.

Le sonreí y desvié mi mirada de su bata blanca para fijarme en el asiento vacío de adelante. ¿Dónde estaba Rachell? De pronto me asaltó la imagen de una sonrisa retorcida que sangraba cuando mataba. ¿Podría ser que…? Inmediatamente revisé mi celular, mis dedos temblaban cuando escribí el mensaje. Odiaba que Rachell configurara su cuenta para no saber cuándo había sido la última vez que había mandado algo.

—Señorita, ¿podría dejar su celular? —el maestro me miraba y sonreía con prepotencia. Era esa clase de maestros que saben el poder que tienen y cómo usarlo. —Seguro podrá aguantar dos horas sin mantener las profundas y enriquecedoras charlas con su novio —estaba burlándose.

—¡No dejes que Steven te distraiga! —gritó alguien.

—¿Quién? —mi profesor preguntó, y con ávido interés sus pequeños ojos brillaron.

—Steven Donahue, el que juega futbol —informó alguien más.

Sentía todas las miradas en mí.

—Vaya —atinó a decir mi profesor. —Qué sorpresa —y todos estallaron en risas, o casi todos.

—¿Podemos regresar a la clase? Seguro que macerar partes de una flor es más importante que la vida amorosa de mi compañera —la voz fuerte y serena de Austin se hizo escuchar sobre las risas. —Más para alguien con su madurez —miró directamente al profesor. Quería detenerlo, pero a la vez quería que continuara. —Los chismes de adolescentes son algo demasiado tonto, ¿no es así, Profesor? —lo estaba retando públicamente. Todo el salón se había callado, e incluso había algunos que grababan con su teléfono celular, a escondidas obviamente.

El profesor solo lo observó, su característica sonrisa de superioridad se había ido y su cara reflejaba un rojo intenso, creí que le saldría humo de las orejas en cualquier momento, pero solo regresó su mirada al pizarrón y explicó el procedimiento.

—Eso fue estúpido —susurre mientras tomaba nota.

—Por nada —respondió él con una amplia sonrisa.

—Gracias —y ese único gesto había bastado para hacerme sentir solo un poco menos desesperada.

El resto de la clase siguió con normalidad, si no tomamos en cuenta que el profesor estuvo sobre nosotros todo el maldito tiempo y hasta nos hizo repetir el experimento. Austin estaba a punto de explotar pero le dije que no valía la pena y pareció entenderlo.

Terminamos de últimos ese día; parecía como si así fuera a ser de ahora en adelante. Salimos del salón antes de que al profesor se le ocurriera algún otro contratiempo con el cual castigarnos.

—Nos vemos luego —me dijo mi compañero alejándose.

Y me despedí con un movimiento de mano.

¿Había hecho mal en desconfiar de él?

Entonces alguien me abrazó por detrás, mi cuerpo saltó en respuesta, creo que aún no había olvidado por completo “el sueño”.

—¿Jena? —Rachell me miraba desconcertada.

—¿Rachell? —luchaba por recuperar mi respiración.

—¿Qué te ocurre? ¿Estás bien? —Más o menos.

—Sí, sí, me sorprendiste —inmediatamente recordé. —¿Pero, y tú? ¿Estás bien? ¿Por qué no llegaste a tiempo? —la recorrí con la mirada buscando algo fuera de lugar, moretones, araños…

—Cálmate —sonrió cálidamente. —Mi abuelo tuvo una complicación, estábamos en el hospital.

—¿Tu abuelo? —¿Nada de mujeres con sonrisas sangrantes?

—Sí —parecía confundida.

—Oh —suspiré con alivio, pero la mirada de irritación que me dedicó me dijo que esa no era la reacción adecuada.

—Es mi abuelo Jena —lucía enojada.

—Lo sé, lo sé —me apresuré a responder. —Pero si estás aquí, significa que él está bien, por eso estoy aliviada.

La mueca en su rostro se relajó.

—Awww Jena —me abrazó y sentí que nunca había necesitado tanto un abrazo como en ese momento.

Le correspondí tratando de tragarme mis lágrimas, cuando alguien se unió a nosotras.

—¡Abrazo de grupo! —gritó Alex apretándonos.

Las tres chillamos y reímos como si fuéramos unas niñas. Las personas a nuestro alrededor nos miraban como experimentos fallidos, pero yo los mandaba muy lejos, solo me importaba conservar este momento que, aunque simple, era muy importante para mí.

Todo eso pasaba por mi mente, hasta que unos ojos nos observaban con gran interés.

Me alejé de mis amigas.

—Ya vengo —avisé mientras iba hacia él.

Unas risillas a mi lado me hacían recobrar mi confianza.

—Jena, ¿estás bien? —¡Dejen de preguntar eso, carajo!

Steven intentó tomar mi mano pero yo la alejé.

—¿Qué fue lo que me atacó? —lo confronté.

—Jena —rodó los ojos con exasperación.

—Necesito respuestas, no preguntas —no desvié mi mirada de la suya.

—Hablaremos de eso más tarde, en mi casa —él también estaba más serio.

—¿Por qué no me lo dices ahora? —lo reté.

Sus ojos se abrieron más de lo normal.

—¿Lo dices enserio? ¿Aquí en la escuela? —dijo como si estuviera corrigiendo a un niño pequeño.

—¿Por qué no? Ah, ya sé, por los chismes. ¿Crees que alguien como yo pueda destruir tu fachada? —mi enojo estaba desbordándose.

—Vamos a hablar más tarde —dijo terminantemente.

—Jódete —me alejé y fui hasta mis amigas.

—Vaya, eso no fue algo…, ¿extremista? —No era normal que Alex estuviera sorprendida y me preguntaba hasta qué grado era eso bueno.

—Me disculparé más tarde —imité la voz de Steven.

Mis amigas y yo nos alejamos de ahí.

Continue Reading

You'll Also Like

384K 45.9K 64
Meredith desde que tiene uso de razón, conoce la existencia de Darek Steiner, aunque ha estipulado una regla bien marcada en su vida: NO ACERCARSE A...
148K 7.1K 48
Una historia que promete atraparte desde el principio hasta el final. Camila es una chica humilded, Ignacio Besnier es el heredero de un imperio empr...
1M 90.3K 42
¿Y si por accidente te ganas el odio del cantante más famoso del país? *♫* Kale es el cantante juvenil más amado de la década, pero está cansado de s...
1.4M 75.4K 71
-Soy una niña buena- susurro adormilada -claro que sí nena - dice daddy acurrucandonos más en la cama. - ahora toma tu biberón baby- escucho a papi...