No te despiertes.

By DekaOntiveros

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«El sueño es una parte integral de la vida cotidiana, una necesidad biológica que permite restablecer las fun... More

Capitulo uno.
Capitulo dos.
Capitulo tres.
Capitulo cuatro.
Capitulo cinco.
Capitulo seis.
Capitulo siete.
Capitulo nueve.
Capitulo diez.
capitulo once.
Capitulo doce.
capitulo trece.
capitulo catorce.
Capitulo quince.
Capitulo dieciséis.
Capítulo diecisiete.
Capitulo dieciocho
capitulo diecinueve.
Capitulo veinte.
Capítulo 21
Capítulo 22
Capitulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capitulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29.
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capitulo 33
Capítulo 34.
Capitulo 35.
Capítulo 36
Capítulo 37
Capitulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40.

Capitulo ocho.

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By DekaOntiveros

Capítulo ocho

—¡Jena! —alguien me llamó desde mi espalda.

Giré para ver cómo mi amiga Rachell corría hacia mí, con sus risos castaños agitándose.

—Hola Rachell —la saludé casualmente.

—¿Qué pasa contigo? —frunció el ceño.

Ya lo veía venir.

—¿Estabas enferma? ¿Deprimida? ¿Autopsiada por un alien? —Una arruga de preocupación apareció en su rostro. —¿Con la regla? —susurró.

—No, no, no, y…, —puse mi mano a un lado de mi boca como si fuera a contarle un secreto —para lo último me falta una semana —sonreí burlonamente.

Mi amiga emitió un grito de irritación.

—Rach, solo quise desconectarme un tiempo del mundo, eso fue todo. —Era verdad, había pasado mi fin de semana durmiendo y comiendo. Quería evitar que mi cerebro pensara, gracias a Dios los tés eran realmente útiles, evitaban que soñara, o que recordara.

—Pero…, ¡hiciste que me preocupara! —hizo un mohín.

—Rachell lo siento mucho —la tomé del brazo y atravesamos la puerta de la escuela. —Prometo que avisaré antes.

—Si piensas que con esto me contentarás, estás muy equivocada —levantó su barbilla con altivez pero no se soltó de mi brazo.

Medité un segundo en cómo contentarla, pero la respuesta apareció en mi cerebro con betún de chocolate y chispas.

—Estaba pensando en hacer cupcakes —pretendí estar pensativa.

—¡Cupcakes! —chilló mi amiga. Sus ojos verdes brillaban de alegría.

—De fresa —dije lentamente.

Mi amiga gritó una vez más antes de abalanzarse sobre mí en un gran abrazo. Correspondí a su mimo feliz de que Rachell me hubiera perdonado, era bueno tener algo de normalidad. Entonces una sombra que pasaba a nuestro lado llamó mi atención, un chico de cabello alborotado nos dirigía una sonrisa de medio lado y alzaba las cejas. Levanté mi mano y saludé a Steven.

Mi amiga sintió mi movimiento y de inmediato se deshizo de mi abrazo y buscó la causa.

—Oh —extendió su exclamación con suspicacia.

—Solo nos saludamos —reanudé la marcha ignorando los aleteos en el estómago.

—¿Qué tal la cita del viernes? —dijo casualmente observándose las uñas.

La miré con ojos muy abiertos y ella me respondió con un gesto que decía “así es, yo lo sé todo”.

Con la mano aparté mi fleco de la cara para alejar los nervios.

—Conocí a sus compañeros de casa… —atravesamos la puerta del salón de Química y nos sentamos en las mesas; Rachell tenía la que estaba enfrente.

—Eso es algo grande, es como sí conocieras a sus padres, ¿no? —dejó su bolso bajo la mesa dándome la espalda.

Faltaba decir que la “reunión” no iba por ahí, pero sí era un gran paso. Me había contado cosas que el mundo no sabe, compartíamos un secreto, ¿era eso? ¿Ahora algo nos unía y nunca lo desharíamos? ¿Nunca me libraría de eso?

—Rach, tú sabes —comencé a explicar, —él perdió a sus padres —jugué con mis dedos sobre la mesa.

La espalda de mi amiga se irguió y giró.

—Es verdad, ¿cómo lo olvide? Qué horrible –parecía realmente consternada y triste.

La consolé antes de que el profesor entrara y comenzará repartiendo el material para el experimento de ese día. Pero yo comenzaba a hundirme nuevamente en mis pensamientos, cuando el ruido de un banco que se retiraba me sacó de mis reflexiones. Mi compañero Austin tomó asiento y me saludó.

—¿Qué tal el fin de semana? —apoyó los codos sobre la mesa y me miró.

—Algo loco —guardé mis cosas restándole importancia a lo que acababa de decir.

—¿Cómo es eso? ¿Otros personajes ficticios en problemas? —Alzó sus rubias cejas con curiosidad y socarronería.

Solté una pequeña risa por el chiste. Qué ironía que la chica aburrida tuviera una aventura ahora.

—Nada realmente. ¿Fuiste a la fiesta de Jennifer? Escuché que estuvo bien —darle la palabra siempre era una buena táctica.

—¡Fue una fiesta animal! —Sus ojos azules resplandecieron. —¡Primero la piscina llena de cerveza, no podíamos creerlo! —agitaba sus manos sin control rememorando cada detalle, al grado que temí que tirara el mechero ubicado frente a él.

Mantenía un ojo en el profesor para que no lo descubriera mientras me contaba.

Austin era mi corresponsal en el “mundo popular, fiestas y zorras”, me entretenía contándome lo que pasaba cuando los de sangre azul se reunían, cómo perdían el glamur y…, ¿por qué no?, reírnos un poco de ellos.

—¿Y la dejaron ahí? ¿Ahogada en alcohol? —agitaba lentamente la solución con mi mano.

—Alguien la tapó con una sudadera porque el vestido que llevaba era muy corto —fingió que un escalofrió lo recorría.

—Eso no parece un buen recuerdo —me atreví a decir.

Él solo movió su cabeza con negación y una mueca de espanto.

—Imagina una selva tropical rojiza —cubrí mi boca para no estallar en carcajadas. —Lo peor…, fue cuando la vomitó en la sudadera—agregó.

—No juegues —volví a tapar mi boca, tenía una enorme carcajada atorada en mi garganta ansiando salir.

—Fue asqueroso. Después, ella simplemente volvió a dormirse con esa cosa encima —hizo un gesto de desagrado mientras tomaba mi vaso y lo vertía en otro matraz.

—Yo no podría regresar a la escuela después de eso —tomé un poco de un indicador para medir el ph1 de la solución.

—Es lo más gracioso, la acabo de ver en los pasillos de lo más alegre —le pasé el pequeño pedazo de papel y él anotó los resultados.

—No hay mala publicidad —comenté.

—O respeto a sí mismo —cerró su cuaderno y apagó el mechero. Habíamos terminado con el experimento, ahora teníamos que lavar el material; lo tomamos y vertimos la solución en un recipiente especial para después ir a la estación para lavarlo.

Al llegar y comenzar a enjabonar los matraces y vasos, le dediqué una mirada a Austin, quién me respondió con una pequeña sonrisa.

Él podía juntarse con esos idiotas populares, pero seguía teniendo cerebro. Recuerdo que cuando lo emparejaron conmigo, había asumido que yo debería hacer todo el trabajo, pero fue él quien comenzó a hacerlo, a la perfección, además era agradable, irónico y mordaz con sus comentarios; me agradaba.

—Otra vez somos los primeros —comenté con orgullo dejando el material limpio sobre la mesa.

—No me sorprende —dijo con el mismo tono que el mío.

Ambos reímos.

—Jena, ¿estás saliendo con Steven Graves?

Casi me caigo del banco en el que estaba sentada. ¿Qué había dicho?

—¿Qué? —no pude decir más, la sorpresa me atrofió el cerebro.

—Los vieron subir a una camioneta juntos el viernes —no me estaba mirando, ¿sentía pena por mí? ¿Vergüenza de que ahora yo fuera parte de cotilleos?

—Sí…, nos hemos visto algunas veces. —¿Qué podía hacer? Negarlo solo me haría ver estúpida.

—Entonces es verdad —apartó su mirada.

—Solo estamos conociéndonos, no hay nada formal. —Aunque dijera eso, no era ni la mínima parte de la verdad. —Es por diversión —me hundí de hombros.

—Procura no divertirte demasiado —parecía enfadado.

Lo miré atónita. ¿Cuándo habíamos pasado a esto?

—Austin…, —comencé a decir, cuando la mirada que Rachell me dirigió sobre su hombro, me advirtió que no debería hacer una escena.

Al final solo guardé silencio y esperé a que la clase terminara.

De todas maneras, ¿por qué Austin había respondido de manera tan violenta? No era propio de él enojarse, siempre era tan sonriente. Ideas raras se formaron en mi mente, pero no era tan egocéntrica para creer que fueran reales. Debía haber algo más.

El timbre sonó y todos salieron del aula. Dudé un segundo porque Austin no se movió de su asiento tampoco. Decidí que no valía la pena seguir esa conversación pero él me llamó.

—¿Qué ocurre? —puse mi bolso sobre mi hombro.

—No te involucres demasiado con ese sujeto —lo dijo sin mirarme y con una mueca de repulsión en su rostro, demasiado grande como para que me pasara desapercibida.

—¿Por qué? —apreté mis puños esperando por la respuesta.

El profesor que aún seguía ahí, aclaró su garganta llamando nuestra atención y mi compañero de mesa se alejó, ignorándome por completo.

Salí detrás de él, pero no podría sacarle más información, al menos por ahora. ¿Pero acaso algo había pasado entre ellos? Esto solo me hacía darme cuenta de lo poco que conocía a Steven.

—¿Me pasarías la mantequilla? —Alex estaba batiendo la mezcla de harina, huevos y leche.

—Eso hará que tengan más calorías —se quejó Rachell dudando, con la puerta del refrigerador abierta.

—¿Estaríamos haciendo cupcakes si nos importara eso? —sonrió ampliamente.

—Pero…, —mi amiga castaña seguía dudando.

—Ten —le tendí la mantequilla a Alex. —No te preocupes Rachell, son solo unas cuantas, ya las perderás nadando —pasé el brazo sobre sus hombros.

—Sí, eso creo —no sonaba muy convencida.

—¿Pasa algo? —la miré con preocupación.

—Es solo que…, bueno, Jeremy y yo hemos peleado últimamente —lucía tan triste que hizo que mi corazón se encogiera. Llevaban casi un año saliendo.

—Eso pasa todo el tiempo —comentó Alex. —Las parejas peleando es lo más normal, así la tensión no se acumula y explota.

—Sí, Rach, tranquila, es normal —apreté su hombro con ternura.

—Ya lo sé…, —parecía a punto de decir algo más pero lo reconsideró. —¿Steven no te ha dicho nada? ¿De Jeremy?

Ella estaba realmente desesperada, pero todos sabíamos que esa relación no podía fallar, eran como pan con mantequilla.

—Él y yo aún no somos tan cercanos —le aclaré. —Pero investigaré por ti.

—Gracias —su cara reflejó un poco de calma.

—Es bueno tener a alguien infiltrado en ese mundo. —Alex comenzó a vaciar la mezcla dentro de los moldes.

—¿Qué somos? ¿Agentes secretos? Y recuerda, solo tres cuartas partes —le mencioné.

—¡Ya lo sé! —se quejó.

—No es cierto, siempre te pasas —señalé uno de los moldes que parecía bastante lleno. — ¿Ya ves?

—¡Es solo porque me estas distrayendo! —frunció el ceño amenazando con tirar la mezcla.

Después de asegurarnos que los cupcakes no fueran a derramarse y ajustar la temperatura, pudimos relajarnos.

—Solo nos queda esperar. —Alex sacó su celular y comenzó con lo que llamábamos “obsesionada-mandando-mensajes.”

Rachell y yo rodamos los ojos.

—Ricitos, tú no tienes que reclamarme nada que eres exactamente igual, solo porque ahora no tengas batería no tienes derecho a juzgarme. Y tú… —me señaló sin apartar sus ojos de la pantalla, —pronto sabrás cómo es. —Ella era perfecta para estudiar Derecho.

—¡Alex, yo nunca...! —Las mejillas de mi amiga se encendieron con vergüenza. —¡Eres imposible! —Otra de las famosas rabietas Rachellianas se hizo presente.

Mis amigas continuaron con su pseudo pelea.

Alex estaba en lo cierto. Ahora, siempre que veía a Steven, había una urgencia que me consumía por dentro, quería pedirle su número pero se suponía que no eran las chicas las que lo pedían, sino los chicos. Pensar así no significa una contradicción, estoy a favor del feminismo pero…, en mi parecer, seria lindo si fuera él quien me lo pidiera. ¡Sería lo mínimo! Pero no estaba muy segura de que fuera a hacerlo…, realmente no estaba segura de nada acerca de él.

El rostro de Austin regresó a mi memoria. Él tenía un punto, no debería tomarme esto tan a la ligera, solo que él era tan desesperante que… No podía pensar en nada más cuando estaba al lado de Steven. Las mariposas en mi estómago se agitaron emocionadas. Odiaba eso, en mi experiencia, sentir algo tan grande por otra persona era una desventaja. Lo odiaba.

—¿Jena estás bien? —mis dos amigas me miraban.

—Has puesto una cara agria de pronto —los ojos de Rach me estudiaron.

—Esa es su cara natural —susurró Alex  disfrazándolo con un tosido.

—Cállate —le ordené sintiéndome avergonzada de que me atraparan en ese momento. —Hoy pasó algo realmente raro en el laboratorio.

Rach abrió un poco más los ojos, sin duda lo recordaba.

—Austin se enfadó cuando le respondí que estaba… —era tan difícil decirlo en voz alta, —que salí el viernes con Steven.

Mis amigas me miraron como diciendo “¿Qué no es obvio? Estará celoso”.

—Pero no es así —respondí a su pregunta no dicha. —Había algo más, como si fuera rencor —miré a mi amiga de rizos, ella parecía entenderlo. —Ustedes lo conocen, él siempre es alegre y socarrón, nada parece afectarle. ¿saben si ellos tienen alguna historia? ¿Una pelea?

—Jena, yo nunca los he visto ni hablar —comentó Alex.

—Yo tampoco, ni en las fiestas, Jeremy tampoco ha mencionado nada.

¿Entonces? ¿Qué es?

—¿Qué te dijo exactamente Austin de Steven? —cuestionó Alex.

—Explícitamente no dijo nada, solo que “no me divirtiera demasiado” —figuré las comillas con mis dedos.

—¿Y eso qué significa? —preguntó retóricamente.

—Eso mismo quisiera saber —dudé un segundo. —Eso me hace pensar que realmente no sé nada de él.

—Conociste a sus compañeros de casa —replicó Rachell. —Eso es algo.

—Aun así, no conozco su película favorita, libro…, comida o cualquier cosa.

—Pero eso viene con el tiempo… —dijo mi amiga pelinegra. —Aunque eso me hace pensar…, ¿de qué hablan ustedes dos?

—Bueno…, al parecer de cosas no tan interesantes —las “cosas” de las que hablábamos eran más bien espeluznantes.

—Entonces… —mi amiga de ojos verdes sonrió maléficamente, —es bueno que estuviera preguntando por ahí.

La miramos fijamente aguardando por lo que tuviera que decir; esperaba que arrojara algo de luz.

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