Cazadores de Sombras: La hija...

By anythingoes

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La guerra con Sebastian está por comenzar, a los Cazadores de Sombras no les queda esperanza. pd. La historia... More

Cazadores de Sombras: La hija de Magnus Bane
Soluciones
Nuevos aliados
Voces del pasado
El Ritual
El Mundo de Los Muertos
Viejos Amigos
Ponerse al día
Secretos
Mi señor
Intrusos
Dos amores
Quédate
Las Estrellas Brillarán
El fuego se propaga
El Celestial Fuego
Inferno
Llámalo Paz
Ave atque vale
El nuevo mañana
Epílogo: La Belleza de Miles de Estrellas
Carta al lector
Carta a Will Herondale.
Final Alternativo
Final Alternativo
¡SORPRESA!

Promesas rotas

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-No escuches a escondidas -dijo Julian.

Emma lo miró. Muy bien, así que podía oír las voces que se alzaban a través de la puerta de madera gruesa de la oficina del Concejo, ahora cerrada excepto por una grieta. Y puede que se hubiera inclinado hacia la puerta, atormentada por el hecho de que podía oír las voces, casi podía hacerlo, pero no del todo. ¿Y qué? ¿No era mejor saber las cosas que no saberlas?

Ella pronunció un "¿y qué?" a Julian, quién levantó las cejas. A Julian no le gustaban exactamente las reglas, pero las obedecía. Emma pensaba que las reglas estaban para romperlas, o saltarlas por lo menos.

Además, estaba aburrida. Ellos la habían llevado hasta la puerta y dejado allí por uno de los miembros del Concejo, al final del largo pasillo que se extendía casi hasta la longitud del Gard. Tapices colgados alrededor de toda la entrada de la oficina, raídas por el paso de los años. La mayoría de ellos mostraban pasajes de la historia de los Cazadores de Sombras: el Ángel elevándose desde el lago con los tres Instrumentos Mortales, el Ángel pasando el Libro Gris a Jonathan Cazador de Sombras, los Primeros Acuerdos, la Batalla de Shanghai, el Concejo de Buenos Aires. Había otro tapiz así, luciendo como nuevo y recién colgado, que mostraba el Ángel saliendo del lago, esta vez sin los Instrumentos Mortales. Un hombre rubio de pie en el borde del lago, y cerca suyo, casi invisible, estaba la figura de una pequeña chica con el pelo rojo, sosteniendo una estela...

-Habrá un tapiz sobre ti algún día -dijo Jules.

Emma movió los ojos hacia él.

-Hay que hacer algo realmente grande para conseguir un tapiz sobre ti.

Como ganar una guerra.

-Tú podrías ganar una guerra -dijo con confianza. Emma sintió un pequeño apretón en su corazón. Cuando Julian la miraba de esa manera, como si fuera brillante y sorprendente, hacía que el dolor en su corazón por haber perdido a sus padres fuera menor. Había algo cuando alguien se preocupaba por ti que te hace sentir como que nunca estarás totalmente solo.

A menos que ellos decidieran separarla de Jules, por supuesto.

Trasladarla a Idris, o a alguno de los Institutos dónde ella tenía parientes lejanos, en Inglaterra, China o Irán. De repente, entrando en pánico, sacó su estela y talló una runa de audio en su brazo antes de presionar la oreja en la madera de la puerta, ignorando la mirada de Julian.

Las voces inmediatamente se volvieron claras. Reconoció primero a Jia, y después al segundo en un latido: el Cónsul estaba hablando con Luke Garroway.

- ¿Zachariah? No sé si no lo hayas notado, pero está muerto -decía Jia-. Y no creo que Theresa esté de humor para soportar más cosas.

Luke murmuró una respuesta que Emma no escuchó; ella no sabía que Zachariah ya no estaba, y deseó haber podido agradecerle la ayuda que le había prestado la noche de la batalla. Y preguntarle cómo había sabido que su segundo nombre era Cordelia... además del pequeño dolor que había comenzado a sentir en el pecho; había perdido.

Se inclinó más cerca de la puerta, y oyó a Luke en mitad de una frase.

-Debería decirte algo primero -decía-. Tengo la intención de dimitir como representante. Maia Roberts ocupará mi lugar.

Jia hizo un ruido de sorpresa.

-¿No es demasiado joven?

-Es muy capaz -dijo Luke-. Casi no necesita mi apoyo.

-No. -Jia estuvo de acuerdo-. Sin su advertencia antes del ataque de Sebastian, habríamos perdido muchos más Cazadores de Sombras de los que han muerto.

-Y como va a liderar la manada de Nueva York desde ahora, tiene más sentido que sea ella la representante y no yo. -Suspiró-. Además, Jia. He perdido a mi hermana. Jocelyn ha perdido a su hijo, de nuevo. Y Clary sigue devastada por lo de Sebastian. Me gustaría estar ahí para mi hija.

Jia hizo un ruido infeliz.

-No es su culpa.

-Ella lo sabe-dijo Luke-. Es una pérdida. Tiene que superarlo. Tiene que llorar. Me gustaría estar ahí para ayudar con eso. Me gustaría casarme. Me gustaría estar ahí para mi familia. Necesito alejarme.

-Bien, tienes mi bendición, por supuesto -dijo Jia-. A pesar de que podría haber usado tu ayuda para la reapertura de la Academia. Hemos perdido a tantos. Ha pasado mucho tiempo desde que la muerte desató tantos Nefilim. Debemos buscar en el mundo humano, encontrar aquellos que podrían ascender, enseñarles y entrenarlos. Habrá mucho que hacer.

-Y muchos para ayudarte a hacerlo. -El tono de Luke era inflexible.

Jia suspiró.

-Daré la bienvenida a Maia, no tengas miedo. Pobre Magnus, rodeado de mujeres.

-Dudó que le importe o lo critique -dijo Luke-. Sin embargo, debo decir que sabes que él tenía razón, Jia. Abandonar de la búsqueda de Mark Blackthorn, mandar a Helen Blackthorn a la isla de Wrangel, eso fue una crueldad inconcebible.

Hubo una pausa, y luego...

-Lo sé -dijo Jia en voz baja-. ¿Crees que no sé lo que le hice a mi propia hija? Pero al dejar a Helen quedarse, vi el odio en los ojos de mis propios Cazadores de Sombras, y tuve miedo de Helen. Asustada por Mark, debemos ser capaces de encontrarlo.

-Bueno, yo vi la de devastación en los ojos de los niños Blackthorn - dijo Luke.

-Los niños son resistentes.

-Han perdido a su hermano y a su padre, y ahora los vas a dejar ser criados por un tío que solo han visto un par de veces.

- Van a llegar a conocerlo, es un buen hombre. Diana Wrayburn ha solicitado la posición de su tutora también, y me inclino a dárselo a ella. Ella quedó impresionada por su valentía.

-Pero no es su madre. Mi madre se fue cuando era un niño -dijo Luke-. Se convirtió en una Hermana de Hierro. Cleophas. Nunca la volví a ver. Amatis me crió. No sé lo que habría hecho sin ella. Ella fue... todo lo que tuve.

Emma miró rápidamente por encima de Julian para ver si lo había oído.

Ella pensó que no; no la miraba pero tenía la mirada perdida, los ojos azul verdosos tan distantes como el océano al que se parecían. Se preguntó si estaba recordando el pasado o temía por el futuro; deseó poder retroceder el tiempo, obtener a sus padres de vuelta, devolverle su padre a Jules y a Helen y a Mark, reparar lo que estaba roto.

-Siento lo de Amatis -dijo Jia-. Y estoy preocupada por los niños Blackthorn, créeme. Pero siempre hemos tenido huérfanos, somos Nefilim. Lo sabes tanto como yo. En cuanto a la chica Carstairs, será llevada a Idris, me preocupa que pueda ser un poco testaruda...

Emma empujó la puerta de la oficina abriéndola, con mucha más facilidad de la que había previsto, y medio cayó dentro. Oyó a Jules dar un grito sobresaltado y después seguirla, agarrando la parte posterior de la cinta de los vaqueros para tirar de ella arriba.

-¡No! -gritó.

Tanto Jia como Luke la miraron con sorpresa: la boca de Jia parcialmente abierta, Luke empezando a esbozar una sonrisa.

-¿Un poco? -dijo.

-Emma Carstairs -empezó Jia, poniéndose de pie-, ¿cómo te atreves?

-Cómo te atreves tú. -Y Emma se sorprendió por completo al ver que era Julian el que había hablado, con sus ojos verdosos ardiendo. En cinco segundos se había convertido de un chico preocupado a un joven hombre furioso, su pelo castaño permaneciendo salvaje como si estuviera enfadado también-. Cómo te atreves a gritar a Emma cuando tú eres la que lo prometió. Prometiste que la Clave nunca abandonaría a Mark mientras viviera, ¡lo prometiste!

Jia tuvo la decencia de parecer avergonzada.

-Él ahora es uno de la Caza Salvaje -dijo-. No está ni muerto ni vivo.

-Así que lo sabías -dijo Julian-. Sabías cuando lo prometiste que no significaba nada.

-Significó salvar Idris -dijo Jia-. Lo siento. Los necesitábamos a los dos, y yo... -Sonaba como si se estuviera ahogando en las palabras-. Cumpliría la promesa, si pudiera. Si hubiera algún modo, si se pudiera hacer, miraría para que se hiciera.

-Entonces nos lo debes -dijo Emma, plantando sus pies firmemente frente al escritorio del Cónsul-. Nos debes una promesa rota. Así que lo vas a hacer ahora.

-¿Hacer qué? -Jia la miró desconcertada.

-No seré trasladada a Idris. No lo haré. Pertenezco a Los Ángeles.

Emma sintió a Jules congelarse detrás de ella.

-Por supuesto que no serás trasladada a Idris -dijo-. ¿De qué estás hablando?

Emma señaló con un dedo acusador a Jia.

-Ella lo dijo.

-Absolutamente no -dijo Julian-. Emma vive en Los Ángeles, es su hogar. Puede quedarse en el Instituto. Eso es lo que los Cazadores de Sombras hacen. Se supone que el Instituto es un refugio.

-Tu tío va a llevar el Instituto -dijo Jia-. Todo depende de él.

-¿Qué dijo él? -exigió Julian, y detrás de esas cuatro palabras había gran cantidad de sentimientos. Cuando amaba a la gente, los amaba para siempre; cuando él los odiaba, los odiaba para siempre. Emma tenía la sensación de que la cuestión de si iba a odiar para siempre a su tío estaba en juego en este momento.

-Él dijo que podría tomarla -dijo Jia-. Pero realmente, pienso que hay un lugar para Emma en la Academia de Cazadores de Sombras aquí en Idris. Es un talento excepcional, estará rodeada por los mejores instructores, hay muchos otros estudiantes allí que han sufrido pérdidas y que podrían ayudarla en su pena.

Su pena. La mente de Emma de repente nadó a través de imágenes: las fotos de los cuerpos de sus padres en la playa, cubiertos de marcas. La clara falta de interés de la Clave en lo que le había sucedido. Su padre inclinándose para besarla antes de marcharse al coche donde su madre esperaba. Sus risas en el viento.

-He sufrido pérdidas -dijo Julian con los dientes apretadas-. Puedo ayudarla.

-Tienes doce años -dijo Jia, como si eso respondiese todo.

-¡No los tendré siempre! -gritó Julian-. Emma y yo, nos conocemos toda la vida del otro. Ella es... ella es como...

-Vamos a ser parabatai -dijo Emma de pronto, antes de que Julian dijera que era como su hermana. Por alguna razón, no quería oír eso.

Los ojos de todos estaban abiertos, incluido los de Julian.

-Julian me lo preguntó y le dije que sí -dijo-. Tenemos doce años, somos lo suficientemente mayores para tomar esa decisión.

Los ojos de Luke chispearon cuando la miró.
-No puedes dividir a los parabatai -dijo él-. Va en contra de la Ley.

-Tenemos que ser capaces de entrenar juntos -intervino Emma-. Para presentarnos a las pruebas juntos, hacer el ritual juntos...

-Sí, sí, lo entiendo -dijo Jia-. Muy bien. A tu tío no le importa, Julian, si Emma vive en el Instituto, y la institución de parabatai supera cualquier otra consideración. -Miró de Emma a Julian, cuyos ojos brillaban. Él parecía feliz, realmente feliz, por primera vez en tanto tiempo que Emma no podría recordar la última vez que lo había visto sonreír así.

-¿Están seguros? -añadió el Cónsul-. Convertirse en parabatai es un asunto serio, nada para tomarse a la ligera. Es un compromiso. Van a cuidarse el uno al otro, protegerse el uno al otro, cuidar del otro más que de ti mismo.

-Ya lo hacemos -dijo Julian con confianza. Le tomó a Emma un momento más para hablar. Ella seguía viendo a sus padres en la cabeza. Los Ángeles tenía las respuestas a lo que les había pasado. Respuestas que necesitaba. Si nadie vengaba su muerte, sería como si nunca hubieran vivido.

Y no es como si ella no quisiera ser la parabatai de Jules. El pensamiento de toda una vida pasándola sin separarse nunca de él. La promesa de que nunca volvería a estar sola, triunfó sobre la voz en la parte posterior de su cabeza que le susurraba: Espera...

Asintió con firmeza.

-Absolutamente -dijo-. Estamos absolutamente seguros.

Idris había sido verde, rojo y marrón rojizo en otoño, cuando Clary había estado allí por primera vez. Tenía una grandeza austera a finales de invierno, tan cerca de Navidad: Las montañas levantándose en la distancia, con la punta blanca con nieve, y los árboles de la orilla de la carretera que conducían de regreso a Alicante desde el lago se desnudaban, sus ramas deshojadas hacía como lazos contra el cielo brillante. Viajaron sin prisas, Wayfarer pisando ligeramente a lo largo del camino, Clary detrás de Jace, sus brazos alrededor de su torso. A veces él conducía lento el caballo para señalar las casas señoriales de las familias ricas de Cazadores de Sombras, escondidas de la carretera cuando los árboles están llenos, pero revelados ahora. Ella sintió sus hombros tensos mientras pasaban por una de piedra cubierta de hiedra casi cercada por el bosque alrededor de ella. Estaba claro que había sido quemada hasta los cimientos y reconstruida.

-La casa solariega de los Blackthorn -dijo-. Lo que significa que alrededor de esta curva del camino esta... -Él paró cuando Wayfarer llegó paró en una pequeña colina, y entonces Jace tiró de las riendas para que pudieran mirar abajo dónde había un camino que se dividía en dos. Una dirección llevaba de vuelta a Alicante, Clary podía ver las torres de los demonios en la distancia, mientras que el otro camino se curvaba hacia abajo, hacia un gran edificio de suave piedra de oro rodeada de un bajo muro.

-La casa solariega de los Herondale -terminó Jace.

El viento se levantó, helado, revolvió el pelo de Jace. Clary tenía la capucha, pero fue con las manos y cabeza descubiertas, habiendo dicho que odiaba el uso de los guantes para montar a caballo. Le gustaba sentir las riendas en su mano.

-¿Quieres ir a verla? -preguntó.

Su aliento era un vaho blanco.

-No estoy seguro.

Se acercó a él, temblando.

-¿Estás preocupado por perderte la reunión del Concejo? -Lo estaba, a pesar de que volverían a Nueva York mañana y no tendría ningún otro momento para poner en secreto las cenizas de su hermano a descansar, era Jace quien había sugerido tomar el caballo de los establos y pasear por el lago Lyn cuando casi todos los demás en Alicante estaban seguros en el Salón de los Acuerdos. Jace entendía lo que significaba para ella enterrar la idea de su hermano, a pesar de que había sido difícil de explicárselo a alguien más.

Él negó con la cabeza.

-Somos demasiado jóvenes para votar. Además, creo que pueden manejarlo sin nosotros. -Frunció el ceño-. Tendríamos que entrar -dijo-. El Cónsul me dijo que a pesar de que quiero llamarme a mí mismo Jace Lightwood, tengo derecho legal a las propiedades de los Herondale. Yo ni siquiera tengo un anillo de Herondale. Ni siquiera existe otro. Will tiene el único. Las Hermanas de Hierro tendrían que hacer uno nuevo. Cuando llegue a los dieciocho años, voy a perder el derecho al nombre por completo.

Clary se quedó quieta, aferrándose sin fuerza a su cintura. Había momentos en que quería ser incitado y que le hicieran preguntas, y momentos en los que él no quería; este era uno de los últimos. Él llegaría allí por su cuenta.

Ella lo abrazó, y respiró en silencio hasta que de repente se puso tenso bajo su agarre y clavó los talones en los flancos de Wayfarer.

El caballo se dirigió, al trote, por el camino hacia la casa solariega. El bajo de las puertas, estaba decorada con un motivo de hierro de pájaros volando, estaban abiertas y el camino se abría en un camino de grava circular, en cuyo centro había una fuente de piedra, ahora seca. Jace se paró frente a los amplios escalones que conducían a la puerta principal, y se quedó mirando a las blancas ventanas.

-Aquí es donde yo nací -dijo-. Aquí es donde mi madre murió, Valentine me sacó de su cuerpo. Y Hodge me tomó y me escondió, para que nadie lo supiera. En ese momento también era invierno.

-Jace... -Extendió sus manos sobre su pecho, sintiendo el latido de su corazón bajo sus dedos.

-Creo que quiero ser un Herondale -dijo bruscamente.

-Entonces, se un Herondale.

-No quiero traicionar a los Lightwood -dijo-. Ellos son mi familia. Pero me di cuenta de que si no tomo el nombre Herondale, eso terminará conmigo.

-No es tu responsabilidad... Además, está Will.

-Lo sé -dijo-. En la caja, la que Amatis me dio, había una carta de mi padre para mí. Él lo escribió antes de que yo naciera. La he leído unas pocas veces. Las primeras veces que la leí, simplemente lo odiaba, a pesar de que me decía que me amaba. Pero hubo un par de frases que no podía sacar de mi cabeza. Decía: "Quiero que seas un mejor hombre que yo. No dejes que nadie te diga quién eres y quién debes ser." -Echó la cabeza hacia atrás, como si pudiera leer su futuro en el bucle de los aleros de la mansión-. Cambiar tu nombre, no es cambiar tú naturaleza. Mira a Sebastian, Jonathan. Llamarse a sí mismo Sebastian no hizo ninguna diferencia en el final. Yo quería despreciar el nombre Herondale porque pensé que odiaba a mi padre, pero no lo odio. Podría haber sido débil y haber tomado las decisiones equivocadas, pero él lo supo. No hay ninguna razón para que yo lo odie. Y ha habido generaciones de Herondales antes él, es una familia que ha hecho muchas cosas bien, y dejar que toda la casa se venga abajo solo por mi padre, sería un desperdicio. Además, todos sabemos que Will nunca tendrá más hijos.

-Está es la primera vez que he oído que lo llamas tu padre y suena como eso -dijo Clary-. Por lo general, sólo lo dices acerca de Valentine.

Lo sintió suspirar y luego su mano cubrió la de ella donde reposaba sobre su pecho. Sus dedos eran fríos, largos y delgados, tan familiar, que los habría conocido en la oscuridad.

-Podríamos vivir aquí algún día -dijo-. Juntos.

Ella sonrió, sabiendo que no podía verla, pero no pudo evitarlo.

- ¿Crees que puedes ganarme sólo con una casa de lujo? -dijo-. No te adelantes, Jace. Jace Herondale, -añadió, envolvió sus brazos alrededor de él en el frío.

Alec se sentó en el borde del techo, colgando de sus pies por el borde.

Supuso que si cualquiera de sus padres regresaba a la casa y miraba hacia arriba, se daría cuenta de él y conseguiría un grito, pero dudaba que Maryse o Robert volvieran pronto. Habían sido llamados a la oficina del Cónsul después de la reunión y estaban probablemente todavía allí. El nuevo tratado con el Pueblo de las Hadas se elaboraría durante la próxima semana, en la que se quedarían en Idris, mientras el resto de los Lightwood regresaban a Nueva York y celebraban el Año Nuevo sin ellos. Alec estaría, técnicamente, llevando el funcionamiento del Instituto durante esa semana. Se sorprendió al descubrir que era algo que estaba esperando.

La responsabilidad era una buena manera de dejar de pensar en otras cosas. Cosas como la manera en que Jocelyn se había mirado, cuando su hijo había muerto, o la forma en que Clary había ahogado sus sollozos en silencio contra el suelo cuando se dio cuenta de que había matado a una buena persona al final de todo. La forma en que Mangus se veía, triste por la desesperación, cuando había dicho el nombre de su padre.

La pérdida era parte de ser un Cazador de Sombras, tenías que esperarla, pero eso no ayudó a la manera en que Alec se había sentido cuando había visto la expresión de Helen en el Salón del Concejo, mientras ella era exiliada a la Isla Wrangel.

-No podrías haber hecho nada. No te castigues a ti mismo. -La voz detrás de él era familiar, Alec cerró los ojos, tratando de calmar su respiración antes de responder.

-¿Cómo llegaste hasta aquí ? -preguntó. Hubo un susurro de tela cuando Magnus se dejó caer junto a Alec en el borde de la azotea. Alec se arriesgó a mirarle de reojo.

Había visto a Magnus sólo dos veces, brevemente, después de su pelea en el comedor, antes de la batalla, una vez cuando los Hermanos Silenciosos los habían liberado de la cuarentena, y una vez más hoy en el Salón del Concejo. En ningún momento habían sido capaces de hablar. Alec lo miró con un anhelo que sospechaba estaba mal disimulado. Magnus había recuperado su color, tras el drenado que había sufrido en la batalla, sus heridas se curaron en gran medida, y sus ojos eran brillantes de nuevo, brillando bajo el cielo oscurecido.

Alec recordó haber lanzado sus brazos alrededor de Magnus en el reino de los demonios, cuando lo había encontrado encadenado, y se preguntó por qué ese tipo de cosas siempre eran mucho más fácil de hacer cuando pensabas que estabas a punto de morir.

-Debería haber dicho algo -dijo Alec-. Yo voté en contra de expulsarla.

-Lo sé -dijo Magnus-. Tú y otras diez personas. Fue abrumante estar a favor. -Negó con la cabeza-. La gente se asusta, y echan a cualquiera creen que es diferente. Es el mismo ciclo que he visto una y mil veces.

-Me hace sentir tan inútil.

-Tú eres cualquier cosa menos inútil. -Magnus echó la cabeza hacia atrás, sus ojos buscando el cielo cuando las estrellas comenzaron a hacer sus apariciones, una por una-. Me salvaste la vida.

- ¿Cuando? -dijo Alec-. La mayoría de las veces te has salvado tú mismo.

-No seas un nefilim estúpido-dijo Magnus-. Yo tengo... tengo casi cuatrocientos años, Alexander. Los brujos, a medida que crecen, comienzan a calcificarse. Dejan de ser capaces de sentir cosas. De preocuparse, de estar emocionados o sorprendidos. Siempre me dije que nunca me pasaría a mí. Que iba a tratar de ser como Peter Pan, nunca crecer, siempre manteniendo un sentido de la maravilla de las cosas. Siempre enamorarme, sorprenderme, dejar la puerta abierta a ser lastimado, al igual que estaba abierto a ser feliz. Pero en los últimos veinte años o así no me he sentido cercano a nadie. No ha habido nadie antes que tú en mucho tiempo. Nadie me enamoró. Nadie me sorprendió o me dejó sin aliento. Hasta que entraste en mi fiesta, estaba empezando a pensar que nunca sentiría algo tan fuerte de nuevo.

Alec se quedó sin aliento y se miró las manos.

-¿Qué estás diciendo? -Su voz era desigual-. ¿Qué quieres que volvamos a estar juntos?

-Si quieres -dijo Magnus, de hecho parecía incierto, lo suficiente para que Alec lo mirara con sorpresa. Magnus parecía muy joven, los ojos muy abiertos y de color el oro-verdoso, su pelo rojo con mechones de negro-. Si...

Alec se sentó, congelado. Durante semanas se había sentado y soñaba con Magnus diciendo estas palabras exactas, pero ahora que Magnus lo estaba diciendo, no se sentía como había pensado. No había fuegos artificiales en el pecho; se sentía vacío y frío.

-No lo sé -comentó.

La luz desapareció de los ojos de Magnus. Él dijo:

-Bueno, puedo entender que... No he sido muy amable contigo.

-No -dijo Alec sin rodeos-. No lo has sido, pero supongo que es difícil romper con alguien amablemente. La cosa es, lamento lo que hice. Estaba equivocado. Increíblemente equivocado. Pero la razón por la que lo hice, eso no va a cambiar. No puedo pasar por mi vida sintiendo que no te conozco del todo. Continúas diciendo que el pasado es el pasado, pero el pasado te hizo quien eres. Quiero saber sobre tu vida. Y si no estás dispuesto a hablarme de ella, entonces no debería estar contigo. Porque me conozco y sé que nunca estaré bien con eso. Así que no debería hacernos pasar a los dos por eso otra vez.

Magnus tiró de sus rodillas hacia su pecho. En el crepúsculo parecía desgarbado contra las sombras, las piernas y los brazos largos y delgados dedos brillando con anillos.

-Te quiero -dijo en voz baja.

-No... -intervino Alec-. No lo hagas. No es justo. Además... -Miró hacia otro lado-. Estoy dudoso. Soy el primero que te rompió el corazón.

-Mi corazón ha sido roto más veces de las que la ley de la Clave sobre Cazadores de Sombras no pudiendo tener romances con los Subterráneos -dijo Magnus, pero su voz sonaba frágil-. Alec... tienes razón.

Alec miró al lado. No creía que nunca hubiera visto al brujo parecer tan vulnerable.

-No es justo para ti -dijo Magnus-. Siempre me dije que iba a estar abierto a nuevas experiencias, y así cuando empecé a endurecerme me sorprendió. Pensé que había hecho todo bien, no cerrando mi corazón. Y luego pensé en lo que dijiste, y me di cuenta de por qué me estaba empezando a morir por dentro. Si nunca le dices a nadie la verdad acerca de ti mismo, al final empiezas a olvidar. El amor, el desamor, la alegría, la desesperación, las cosas que hice que eran buenas, las cosas que hice que eran una vergüenza, si las guardaba dentro de mí, mis recuerdos de ellos comenzarían a desaparecer. Y luego me gustaría desaparecer.

-Yo... -Alec no estaba seguro de qué decir.

-Tuve un montón de tiempo para pensar, después de que nos separamos -dijo Magnus-. Y escribí esto. -Sacó una libreta del bolsillo interior de su chaqueta: sólo un cuaderno de espiral normal, pero cuando el viento lo abrió, Alec pudo ver que las páginas estaban cubiertas de fina letra. La letra de Magnus-. Escribí mi vida.

Los ojos de Alec se abrieron.

-¿Toda tu vida?

-No toda -dijo Magnus con cuidado-. Pero algunos de los incidentes que me han dado forma. Cómo conocí por primera vez a Raphael, cuando era muy joven -continuó y sonaba triste-. Cómo me enamoré de Camille. La historia del hotel Dumort, aunque Catarina tuvo que ayudarme con eso. Algunos de mis primeros amores, y algunos de mis posteriores. Nombres que posiblemente conozcas, Herondale.

-Will Herondale -dijo Alec-. Camille lo mencionó. -Tomó el cuaderno; las finas páginas se sentían duras, como si Magnus hubiera presionado el lápiz muy duro en el papel mientras escribía-. ¿Estuviste... con él?

Magnus se rió y negó con la cabeza.

-No... sin embargo, hay una gran cantidad de Herondales en las páginas. El hijo de Will, James Herondale, fue extraordinario, y también lo era la hermana de James, Lucie, pero tengo que decir que Stephen me sacó de la familia hasta que Jace llegó. Ese tipo era una lata. -Se dio cuenta de Alec mirándolo fijamente, y se apresuró a añadir-: No Herondales. No hay Cazadores de Sombras en absoluto, de hecho.

-¿No hay Cazadores de Sombras?

-Nadie en mi corazón como tú lo estás -dijo Magnus. Cogió el cuaderno.

-Considera esto una primera entrega de todo lo que quiero decirte. No estaba seguro, pero si quieres estar conmigo, como yo quiero estar contigo, puedes tomar esto como una prueba. Una prueba de que estoy dispuesto a darte algo que nunca he dado a nadie: mi pasado, la verdad de mí mismo. Quiero compartir mi vida contigo, y eso significa mi presente, mi futuro y todo mi pasado, si lo quieres. Si me quieres.

Alec abrió el bloc de notas. Había algo escrito en la primera página, una inscripción garabateada: Querido Alec...

Él podía ver el camino delante de él con toda claridad: Podía devolver el libro, alejarse de Magnus, encontrar a alguien más, algún Cazador de Sombras al que amar, compartir los días y las noches, la poesía de una vida ordinaria, predecible.

O podría dar el paso hacia la nada y elegir a Magnus, la poesía extraña de él, su brillantez y la ira, su malhumor y alegrías, las extraordinarias capacidades de su magia y la no menos impresionante magia de la forma extraordinaria con la que amaba.

No era una opción en absoluto. Alec respiró hondo, y saltó.

-Está bien, -dijo.

Magnus se acercó a él en la oscuridad, con toda su energía. Ahora, los pómulos y brillantes ojos.

-¿En serio?

-En serio, -dijo Alec. Extendió una mano y entrelazado los dedos con los de Magnus. Hubo un resplandor que despertó en el pecho de Alec, donde todo había sido oscuro. Magnus ahuecó sus largos dedos por debajo de su mandíbula y lo besó, su toque ligero contra la piel de Alec: un beso lento y suave, un beso que prometía más, más tarde, cuando no estuvieran en un techo y pudieran ser visto por cualquiera que pasara por allí.

-Así que yo soy tu primer Cazador de Sombras, ¿eh? -dijo Alec cuando se separaron por fin.

-Tú eres mi primero en muchas cosas, Alec Lightwood -dijo Magnus.

Elizabeth terminó de escribir en la pequeña nota que había dejado en la mesita de noche de Clary. Sacó unos cuantos sobres más que traía en la chaqueta y los puso cuidadosamente debajo de la nota, después, con mucho dolor en su corazón, retiró el último anillo Herondale que reposaba en su dedo anular de la mano izquierda. Se mordió el labio, recordando su promesa de nunca volver a llorar por algo, de todos modos, siempre sería así: amores vendrían y se irían; ella tenía que acostumbrarse a eso.

Puso el anillo Herondale sobre los papeles, lo miró por última vez, tratando de hacer que cada mínimo detalle quedara grabado en su memoria; desde la H cuidadosamente grabada hasta las aves en vuelo a los lados. Elizabeth suspiró y sonrió, sabía que ese anillo estaría con la persona indicada al final del día.

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Hey!

quiero volver a agradecerles por sus comentarios,no saben lo que un comentario puede hacer en un escritor... y de verdad, muchísimas gracias. (Al final del libro les escribiré algo muy bello<3)

Quería avisar que ya subí el primer capítulo de "Días del Futuro Pasado", por si quieren pasarse.

pd. subí la imagen porque quería mostrarles que duro trabajo (nah, choro, quería promocionar a Imagine Dragons)

Besos, Effy.

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