Voces del pasado

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La pelirroja iba tomada de la manga de la chaqueta del rubio.

Clary y Jace, así se los habían presentado. Ella era una Cazadora de Sombras increíble al igual que él, Elizabeth lo sabía, olía el olor dulzón de su sangre mucho más fuerte que el de los demás. Todos caminaban y hablaban de temas triviales a su alrededor, había sido invitada a participar pero ella se había negado con la pobre excusa de estar observando su alrededor, una mentira, ya que en realidad estaba observando a la pareja que tenía delante de ella.

Jóvenes y ávidos por vivir, inexpertos, enamorados. Elizabeth jamás había comprendido el amor, es más, se negaba a comprenderlo. Una de las criaturas que habitan el mundo mágico se llaman cupidos, y aunque ella conocía a algunos se negaba rotundamente al hecho de reconocer que puedes compartir tu vida. El amor para ella era como un engaño, algo creado por la raza humana para sentirse deseados y necesitados; en el mundo antiguo no existía tal estupidez.

La joven había visto sufrir a Magnus muchas veces a causa de ésa falsa necesidad, no es que siempre estuviera con el brujo, era solamente a ratos, pero ambos habían creado un vínculo esencial, y se sentían bien en compañía del otro. Fue así como llegaron a la relación que ahora tenían, padre e hija.

Clary volteó a ver rápidamente en dirección a Elizabeth por encima del hombro, al percatarse de que la muchacha la había atrapado mirándola, le sonrió; después Clary volvió la vista al frente.

—¿De dónde viene? —preguntó a Jace en el tono más bajo posible.

Jace le apretó la mano a por encima de la manga para soltarla, después metió los pulgares en su cinturón de armas y ella cruzó los brazos. Magnífico, había arruinado el momento, uno de los pocos en los que Jace podía controlarse y tocarla. El muchacho se quitó el fleco de la frente; no se había percatado de lo largo que tenía su cabello. Le urgía un corte.

—No sé exactamente —dijo por lo bajo—. Pero dicen que cayó del cielo por 1757 o algo así, amasó una fortuna con su belleza, después construyó algo de Tés, y en 1870 conoció a Magnus en Inglaterra, desde ahí se conocen. Después se ocultó de la Caza y se hizo pasar por una mundana. Vivió en América del Sur y después regresó a Londres, donde ha habitado desde entonces.

Clary sintió compasión, no podía imaginarse lo que era no tener a nadie.

—¿Siempre estuvo sola antes de Magnus?

Él se encogió de hombros.

—Eso dicen —suspiró—. Hemos llegado.

Jace dejó pasar a Clary primero por la puerta.

—Te aconsejo —dijo él—; que si quieres saber más de ella le preguntes a Raphael.

La joven no dudó ni un instante y salió en busca del vampiro, con Jace pisándole los talones.

La casa de los Penhallow era una belleza victoriana, adornada con un gusto algo exótico para Elizabeth, pero si algo no podía negar era que amaba el olor a madera recién pulida que irradiaba la casa. Ahora mismo se encontraba apoyada en el respaldo de una de las sillas de madera provenientes de la oficina de la Cónsul, Jia leía el papel que le había entregado.

—Velas; una habitación grande; sal; un portal; un Instituto y de preferencia el más grande.

—Creo que el más grande es el de Londres. —Maryse estaba sentada en uno de los sueves sillones cerca de la chimenea de la oficina, observando la leña siendo consumida por el fuego. La casa de los Penhallow le traía malos recuerdos y le hacía sentir frío hasta los huesos.

—Ése no lo podemos tocar, está protegido por algo —murmuró Elizabeth mientras se encogía de hombros y sin aclarar más—. ¿Quizá el de Brooklyn?

Cazadores de Sombras: La hija de Magnus BaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora