El fuego se propaga

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Emma se sentó en la cama de su pequeña habitación en el ático, rodeada de papeles.

Por fin los había sacado de la carpeta que había cogido de la oficina del Cónsul. Había sido una misión de vida o muerte, pero había valido la pena. Ahora estaban esparcidos por su manta, iluminados por la luz del sol que entraba por la pequeña ventana, a pesar de que casi no se atrevía a tocarlos. Había fotografías granuladas, tomadas bajo un cielo brillante de Los Ángeles, de los cuerpos de sus padres. Podía ver ahora por qué no habían sido capaces de llevar los cuerpos a Idris. Habían sido despojados, su piel gris como la ceniza, excepto donde fueron marcados por todas partes con feos garabatos negros, no como Marcas en absoluto, sino repugnantes. La arena alrededor de ellos estaba mojada, como si hubiera llovido; estaban lejos de la línea de marea.

Emma luchó contra las ganas de vomitar mientras intentaba obligarse a absorber la información: cuando se habían encontrado los cuerpos, cuando habían sido identificados, y cómo se habían derrumbado en grupos cuando los Cazadores de Sombras habían tratado de levantarlos...

-Emma.

Era Helen, de pie en el umbral. La luz que se derramaba por la ventana se volvió a los bordes de su cabello con el color de plata, como siempre habían tenido los Marcados. Ella se parecía más a un Marcado que nunca; De hecho, el estrés la había hecho más delgada y revelado con mayor claridad los delicados arcos de sus pómulos, los puntos en la parte superior de las orejas.

-¿De dónde sacaste esto?

Emma levantó la barbilla desafiante.

-Los tomé de la oficina del Cónsul.

Helen se sentó en el borde de la cama.

-Emma, tienes que ponerlos de nuevo.

Emma señaló con el dedo a los papeles.

-No van a mirar para saber lo que le pasó a mis padres -dijo-. Están diciendo que es solo un ataque al azar por los Cazadores Oscuros, pero no fue así. Sé que no lo fue.-Emma, los Cazadores Oscuros y sus aliados no solo mataron a los Cazadores de Sombras del Instituto. Acabaron con la Clave de Los Ángeles. Tiene sentido que fueran después hacia tus padres, también.

-¿Por qué no habrían de convertirlos a ellos? -exigió Emma-.Necesitaban todos los guerreros que podían conseguir. Cuando dijiste que acabaron con la Clave, no abandonaron los cuerpos. Todos se convirtieron.

-Excepto los jóvenes y los muy viejos.

-Bueno, mis padres no eran ninguna de esas cosas.

-¿Preferirías que los hubieran Convertido? -dijo Helen en voz baja, y

Emma sabía que estaba pensando en su propio padre.

-No -dijo-. Pero, ¿estás realmente diciendo que no importa quién los mató? ¿Es que ni siquiera debería saber el por qué?

-¿Por qué? -Tiberius estaba de pie en la puerta, su mata de rizos negros rebeldes cayendo a los ojos. Parecía más joven de los diez años, una impresión ayudada por el hecho de que su abeja de peluche colgaba de una mano. Su delicado rostro estaba manchado por el cansancio-. ¿Dónde está Julian?

-Está abajo, en la cocina consiguiendo comida -dijo Helen-. ¿Tienes hambre?

-¿Está enfadado conmigo? -preguntó Ty, mirando a Emma.

-No, pero tú sabes que él se enfada cuando le gritas, o lo lastimas -dijo.

Emma lo dijo con cuidado. Era difícil saber lo que podría asustar a Ty o enviarlo a una rabieta. En su experiencia era mejor siempre decirle la verdad sin tapujos. El tipo de mentiras que la gente dice sistemáticamente a los niños, de las de "Esta inyección no va a doler un poco," fueron desastrosas cuando se le dijeron a Ty.

Cazadores de Sombras: La hija de Magnus BaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora