Nuevos aliados

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- ¿La hija de Magnus? -Jocelyn estaba atónita y los demás sin palabras. Sus mandíbulas estaban en una posición antinatural, con los ojos bien abiertos y la boca en una mueca de horror y estupefacción.

-Bueno, algo así -replicó la muchacha evitando la mirada de la mujer pelirroja y mirando un punto fijo por la ventana-. Es un poco confuso.

La chica no era muy alta, mediría un metro cincuenta a lo mucho y pesaría unos cincuenta kilos. Su melena ondulada color castaño claro le caía a mitad de la espalda y sus ojos verdes no dejaban de ir de un lado al otro examinando todo, mantenía una posición firme y sin acobardarse ante ellos, incluso algo altanera; toda esa posición de superioridad flaqueaba ante la manera en la que mordía el interior de su mejilla.

- ¿Tendrías la gentileza de explicarnos a qué te refieres? -Zachariah se sorprendió incluso a sí mismo, cuando pensó en decir eso creyó que tan sólo quedaría en su mente y no encontraría su voz, pero lo hizo. Además, tenía la seguridad de haber visto a la chica en otra parte, aunque honestamente no recordaba dónde ni cuándo, pero tenía la certeza de que debía de haber sido antes de su transformación ya que al querer ubicar su rostro, sus recuerdos se veían nublados por un velo y lo hacía todo más borroso y difícil de lo que ya era, provocándole un inminente dolor de cabeza.

-Con gusto -Elizabeth se acomodó un mechón de cabello que le cruzaba el rostro y tomó asiento en la silla de la cabecera contraria, justo frente de Jia y clavó sus ojos en los de ella-. Como pueden ver no soy una hija de Lilith, o lo notarían en mis orejas o en mi piel, incluso en alas o cuernos ya que es fisicamente visible, ¿una subterránea? -Frunció sus delgados labios-. Se le podría llamar de cierto modo a mi condición de ésa manera, supongo

-Nunca ha entrado un subterráneo, las salvaguardas lo impiden. - interrumpió Robert Lightwood, ruborizándose y retractándose inmediatamente debido a las miradas de odio provenientes de Magnus, Luke y Raphael-. Lo han hecho, pero sólo con el permiso de la Clave.

La chica curvó las esquinas de sus labios en una media sonrisa, meneó la cabeza y rodó los ojos.

-Soy un ángel caído -continuó Elizabeth, ignorando el cometario del hombre como si nunca hubiera hablado- Para ustedes soy un subterráneo, una abominación.

-Espera, espera... Retrocede -exclamó Isabelle. Los ojos verdes de Elizabeth se posaron en los negros de Izzy-. Detente ahí.

- ¿Disculpa? - La joven castaña frunció el ceño, confundida.

-He dicho que...

-Zachariah ¿es eso posible, los ángeles caídos? -Interrumpió Jia con tono firme, interrumpiendo la absurda discusión de Isabelle con la chica; por eso odiaba que los jóvenes formaran parte del Consejo.

El ex-hermano Zachariah la examinaba con el ceño fruncido, los ojos entrecerrados y la cabeza ladeada; inhaló fuertemente y giró en dirección a la Cónsul.

-Sí Jia, es posible. -Su tono manifestaba desagrado, como si la información que poseía representara algo terrible-. Aunque eso sucedió hace cientos de años, tenía entendido que habían sido desterrados por completo, cazados y exterminados.

-¿Cazados? -La cara de Alec estaba en una mueca de estupefacción, los ojos desorbitados ante tal torrente de nueva información.

Zachariah miró con gentileza al muchacho.

-Hubo una época, entre mil setecientos y mil novecientos en la que se les cazó, al igual que a los demonios -vio por el rabillo del ojo cómo Elizabeth se tensaba-; debido a que eran caídos, eso significaba que habían desobedecido las órdenes supremas de tal manera que eso ameritaba su expulsión. Esto era considerado una máxima ofensa; un grupo de Cazadores decidió que no eran lo bastante buenos para vivir y fueron tras de ellos, dedicaron su vida a exterminarlos al igual que sus hijos, y los hijos de sus hijos, y así por generaciones hasta que finalmente, en mil novecientos dos se exterminó al último Ángel caído.

Cazadores de Sombras: La hija de Magnus BaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora