El Celestial Fuego

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-Clary.

Se despertó lentamente, saliendo del suave sueño de calor y el fuego, el olor a heno y manzanas. En el sueño había estado en la granja de Luke, colgada boca abajo de la rama de árbol, riendo mientras Simon saludaba desde abajo.

Poco a poco se dio cuenta de la dura cama bajo sus caderas y su espalda, con la cabeza apoyada en las piernas de Jace.

-Clary -dijo de nuevo, todavía susurrando. Los ojos de Jace brillaban mirándola, pálidos dorados y reflejaban el baile del fuego de la chimenea-. Quiero un baño.

-Sí, bueno, yo quiero un millón de dólares -dijo, frotándose los ojos-. Todos queremos algo.

Él arqueó una ceja.

-Vamos, piensa en ello -dijo-.No puedo moverme, y estoy seguro de que te gustaría admirar a Jace Wayland en todo su esplendor.

-Creía que tu apellido era Herondale-dijo ella mientras se tallaba los ojos con el dorso de la mano.

Jace puso los ojos es blanco.

-De echo es Wayland Morgenstern Herondale Lightwood, pero para evitar confusiones me quedo con Wayland.

Clary suspiró y se destapó a regañadientes, prefería el frío a escuchar hablar a Jace acerca de la historia interminable de sus apellidos.

Los ojos de Jace bailaron, y Clary sintió esa oleada conocida dentro de su pecho, que tiraba de ella, lo había sentido desde la primera vez que lo había visto. No podía precisar el momento exacto en que se había enamorado de Jace, pero siempre había habido algo en él que le recordaba a un león, un animal salvaje sin restricciones de normas, la promesa de una vida de libertad.

Nunca "no puedo," pero siempre "puedo." Siempre el riesgo y la certeza, nunca el miedo o la cuestión. Ella se puso de pie lo más silenciosamente que pudo.

-Está bien.

Clary ya estaba de camino a la habitación de Jace cuando él dijo:

-No, conozco un lugar mejor.

Clary iba de la mano de Jace en silencio, su luz mágica iluminaba el camino, un silencio que Clary sentía casi miedo de romper, como si fuera a romper la calma de un sueño o un hechizo.

-Es increíble que los iratze no hayan curado tus quemaduras-dijo Clary mientras caminaba por las rocas, teniendo cuidado de que la bata o el pantalón de la pijama no se atoraran por algún lado.

Una cueva se abrió delante de ellos de repente, y ella dejó su piedra de luz en una roca, despareciendo la luz. La bioluminiscencia de la cueva era suficiente: la luz brillante procedía de las paredes, de las estalactitas, que colgaban del techo, brillaban tenuemente como carámbanos electrificados.

- ¿De dónde salió esto? -preguntó Clary observando la cueva.

Habían rodeado el Gard y Jace la había llevado por un camino rocoso hasta dar con la cueva.

-Valentine solía traerme aquí en verano, cuando hacía algo bien o estaba de buen humor -le dijo en un tono que dejaba en claro que a él no le apetecía hablar más del tema.

Clary lo dejó.

Rayos de luz atravesaron las sombras. Jace le soltó la mano y anduvo la última parte del camino hasta el borde del agua, donde estaba la pequeña playa y, brillando con mica. Se detuvo a pocos metros del agua y dijo:

-Gracias.

Ella lo miró con sorpresa.

-¿Por qué?

Cazadores de Sombras: La hija de Magnus BaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora