Inferno

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Clary no había pensado nunca que había estado tan llena de runas, o que nunca había visto a los dos mayores de los Lightwood cubiertos de tantos sellos mágicos como lo estaban ahora. Había hecho todo por sí misma, poniendo todo lo que tenía en ellos.

Los brazos de Jace lucían como un mapa: runas esparcidas hacia abajo desde la clavícula y el pecho hasta la parte de atrás de sus manos. La piel de Clary lucía extraña para ella cuando la veía. Recordó que una vez había visto a un chico que tenía una trabajada musculatura del cuerpo humano tatuada sobre su piel, y pensó que se había convertido en vidrio. Ahora era algo como eso, pensó, mirando alrededor a sus acompañantes a medida que subían por la colina hacia el Gard, el mapa de la ruta de su valentía y esperanza, sus sueños y deseos, marcado claramente en sus cuerpos. Los Cazadores de Sombras no eran siempre los más abiertos a las personas, pero sus pieles eran sinceras.

-¿Cuándo llegará?-preguntó Jia mientras observava Alicante por la ventana.

Elizabeth abrió los ojos, totalmente consumidos por el negro sin ningún ápice de color.

-No tardará- arrugó la nariz-. Trae toda clase de demonios y algunos subterráneos.

- ¿Qué tipo de subterráneos? -Preguntó Jace mientras terminaba de marcar a Max-. ¡No te muevas, Max!

El niño soltó un bufido.

- ¡Pero si arde! A la próxima las quiero de plumón negro. - Dijo frunciendo el ceño.

Jace torció los ojos. Elizabeth se acercó a Max y le tomó de la mano.

-Apriétame cuando te duela -le dijo y el menor de los Lightwood asintió. -Tardará unos diez minutos en llegar-prosiguió el ángel caído-. La mayoría de los Cazadores están marcados, los niños en el Gard como ordenaste, Jia. Los subterráneos se están alistando y creando estrategias, saben que se enfrentaran a algunos de su propia especie... debaten las debilidades de cada uno.

- ¿Todo eso lo puedes ver con tus ojos? -preguntó Max mientras le daba un apretón a la mano de Elizabeth y se mordía el labio. Clary no lo podía culpar, tal vez hubiera estado medio inconsciente, pero recordaba el ardor del día siguiente al obtener su primera marca.

-Sí, pero es realmente nefasto ver a blanco y negro-parpadeó varias veces-. Y durará hasta que la pelea acabe, es una especie de don con la que Raziel tuvo el honor de bendecirnos.

Alec Lightwood entró a la habitación completamente rojo. Sus ojos azules prácticamente se le salían de las cuencas.

- ¡¿Por qué razón mi hermano peleará?! -le gritó a Elizabeth.

Jia giró para encararlo.

-Porque yo lo he dicho- dijo la Cónsul en tono autoritario.

- ¡Pero es sólo un niño! Los demás se quedaran en el Gard, él también.

-No lo entiendes-dijo Isabelle mientras se levantaba del sillón y caminaba a su hermano-. Max ha regresado de los muertos...

- ¡Y podría volver! -le respondió eufórico.

Elizabeth se soltó del agarre de Max.

- ¡Estás estúpido, o qué! Mientras yo viva ellos vivirán, si yo muero, ellos morirán.

Todos quedaron en silencio, un silencio que solamente se vio interrumpido por Magnus, quien abrió las puertas de golpe.

-Están en la entrada.

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Sebastian Morgestern esperaba ansioso el momento en que entrara a Alicante, el momento en que las torres se desactivaran gracias a su infiltrado...

Cazadores de Sombras: La hija de Magnus BaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora