Dimensión en llamas

By Ms-Eleven

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Una relación mal vista por muchos reinos y sus altos mandos ¿Una miembro de la alta comisión teniendo amoríos... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 20.5
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Happy Halloween 🎃
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 27.5
Mi vida te pertenece
Estoy de vuelta
Donde todo comenzó
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43

Capítulo 11

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By Ms-Eleven

Recuerdos perdidos II


Sus pies cedieron, no pudo mantenerse erguido y sus rodillas chocaron contra el piso. Con la visión teñida de rojo apenas podía ver algo, elevó una mano temblorosa y se limpió la sangre del rostro con torpeza. Sus dedos igual de titilantes rebuscaron entre el cabello que caía en su frente y se toparon con una herida rugosa que no paraba de sangrar. Contrajo el rostro en una mueca de dolor, soltó una maldición en su mente y le dedicó una sonrisa perturbadora al suelo.

A su lado apareció Nachos apoyándose en sus costillas, Marco levantó un brazo cariñoso y lo posó en su lomo sin despegar la mirada de las gotas rojas que salpicaban el piso.

Hekapoo bajó los brazos con la respiración entrecortada, sus palmas aún humeaban, había usado su energía pero esa agitación al respirar compartía un sentimiento de culpa. Su expresión abandonó la ira, y un semblante indeciso se pintó en su rostro.

El silencio que se apoderó del lugar prevaleció por varios segundos, el bombeo de sus corazones reverberaba en sus cuerpos y el constante tic tac de un reloj de pared retumbaba en los oídos de ambos. Hekapoo abrió la boca para decir algo pero el movimiento de Marco detuvo su intención, por consiguiente, solo atestiguó como el chico herido abandonaba el lugar tumbado como un costal de harina sobre la espalda de su mascota.

Lo vio atravesar la puerta; mas no dijo nada, «lo siento» gritó su mente, queriendo soltar aquellas palabras pero dejando salir apenas un sonido ahogado que solo ella escuchó. La puerta de piedra terminó de cerrarse advirtiendo la partida de Marco, y el incesante tic tac de las manecillas se apoderó otra vez del sitio. Se halló sola y con sentimientos conflictivos, su arranque de cólera la había cegado. «Tal vez debí hablar con él» se dijo, pues aceptó que ella misma había llevado la discusión hasta ese punto.

Sin darse cuenta se encontraba recorriendo cada rincón de esa sala mientras divagaba en sus pensamientos, las voces de la moral y lo correcto mantenían una discusión con las de su orgullo y tenacidad. Sus manos descansaban cruzadas a su espalda, y la mirada clavada en el suelo. Estuvo dando vueltas por varios minutos hasta que un objeto junto a la puerta se llevó su mirada, tardó un momento en recomponerse y se agachó a recogerlo en cuanto despejó su mente. En sus manos, las tijeras grises que hacía poco había forjado reflejaron su rostro en el filo de metal.

Y ahí estaba, el incentivo que andaba buscando, podía escudarse en la excusa de devolverle las tijeras y así mantener su orgullo. Era perfecto.

Salió de su casa y atravesó el taller caminando a grandes zancos, sabía que sin sus tijeras Marco debía estar por allí en alguna parte, aunque podría haberse alejado montando a Nachos. Con eso en mente, hizo aparecer a un puñado de clones para abarcar terreno.

Pasado un buen rato se encontró caminando al lado de una elevación terrosa, mantenía el rumbo golpeando las tijeras contra su mano en un gesto ansioso e impaciente; Ya había abarcado varios kilómetros ella sola y sus dobles se expandían aún más a la redonda, pero aún no había señales de Marco, el único movimiento de vida era el de sus decenas de clones esparcidas por todas partes y la vegetación que abundaba en el lugar.

Cuando los minutos se hicieron horas el agotamiento jugó en su contra y sus piernas empezaron a quejarse, mantener a las clones fuera provocaba una disminución de su energía, puesto que cada una de ellas se llevaba gran parte de esta.

Dado el panorama, decidió buscar descanso. Casi pudo escuchar a una roca hablarle e invitarle a sentarse, pues no acostumbraba a moverse tanto cuando invocaba a más de cien clones. La idea de disculparse empezaba a convencerle menos, y su orgullo la estaba impulsando a desistir de esa idea. «¿Porqué debería disculparme?», «él se lo buscó».

Avanzó hacia la roca con las piernas doloridas, al dar unos cuantos pasos sintió que perdió el equilibrio por el agotamiento pero pronto se dió cuenta de que no era cansancio, pues bajo sus pies el terreno se tornó blando y un segundo después la tierra colapsó; una sensación de vértigo de inmediato le hizo saber que estaba cayendo.

Reaccionó por reflejo a extender las manos buscando sujetarse de algo, tan pronto sintió sus piernas colgando en un vacío, sus brazos impactaron contra el suelo al borde luminoso de un portal que quedó al margen de su pecho, el mismo separaba su cuerpo en dos dimensiones.

—¡¿Un portal trampa, en serio?! —Rechistó luego de balbucear una maldición. Por el color del portal constató que era obra de Marco, y dado que ella tenía sus tijeras era lógico que fue mucho antes de que él se apareciera en su casa. Probablemente intentaba cazar.

Sin perder el tiempo comenzó a forcejear con sus brazos para salir, pero pronto notó algo extraño, sentía su cuerpo muy pesado. Sabiéndose sin fuerzas y aferrándose para no caer, decidió llamar a las clones que alcanzó a ver en la cercanía, segundos después algunas fueron en su ayuda pero para sumar desgracia y confusión, estas comenzaron a desvanecerse. Frente a sus ojos se esfumó una, dos más a su derecha, otras tantas en la lejanía, y así en una secuencia interminable hasta que no quedó ninguna.

La impresión al ver aquello se sumó a lo debilitado de sus brazos, provocando que perdiera el agarre. Lo siguiente que vió fue el cielo y las nubes frente a sus ojos, a la vez que sintió el vacío de la dimensión bajo su espalda arrastrándola en una vertiginosa caída. Pudo ver el círculo completo del portal, y en secuencia la oscuridad abrazándole por detrás. Justo en un parpadeo, una sombra se posó en frente contrastando con el brillo del círculo, y un agarre fornido alcanzó su brazo apretándolo con fuerza.

Su caída se detuvo de forma abrupta y quedó suspendida de un brazo cuya muñeca era sujetada con firmeza. Alzó la mirada desconcertada pero con cierto alivio, pues sabía quién era; Marco también colgaba de un brazo, con una mano aferrada al borde del portal y con la otra soportando el peso de ella; aunque dicha labor le resultaba aún más difícil debido a que su cuerpo había vuelto a ser joven de ese lado. En la superficie del portal, Nachos con su cola tiraba de Marco para intentar sacar a ambos, y este a su vez aplicaba fuerza en su brazo con el mismo propósito.

Lo que parecía ir bien de pronto tomó otro rumbo, cuando se percataron con horror como los bordes del portal se estaban encogiendo. Aquello fue tan repentino que en el espacio que quedó abierto apenas cabía una cabeza.

Ambos se miraron abrumados. Marco esbozó una sonrisa que Hekapoo no supo interpretar, y sin previo aviso soltó el agarre; el resto lo hizo la gravedad. Con una mirada paralizada Hekapoo veía como lo que quedaba de portal terminaba de cerrarse, y luego se vio a sí misma reflejada en los ojos castaños que se cruzaron en su visión.

Lo siguiente pasó tan rápido que apenas pudo procesarlo. Habían terminado de caer, para su suerte impactando contra algo suave, pero en la caída algo había tensado sus cuerpos y se encontraron atados de pies a cabeza. La distancia entre ellos era el equivalente a un suspiro; sus narices se tocaban, sus miradas conectaban desde escasos centímetros y la tensión de una cuerda les impedía mover un solo músculo.

Unas respiraciones asustadas fue lo único que escucharon por largo rato antes de que el primero dijera algo.

—Esto no pinta nada bien. —Habló Marco luego de unos segundos de incómodo silencio.

—¿Tú crees? —preguntó con ironía, huía de los ojos que tenía en frente.

Marco alzó un poco la vista y miró la flama sobre su tiara contraerse gradualmente hasta apagarse. —¿Sabes dónde estamos?

—En la maldita zona cero —balbuceó ella entre dientes, su tono se apreciaba molesto—. La magia aquí desaparece durante la noche.

El lugar era rocoso por donde se viera, escasa vegetación pero ningún atisbo de tierra. El manto de la noche recién había caído, todo era muy gris y oscuro, aunque no perjudicaba de sobremanera la visión.

—No conocía el nombre de esta dimensión —confesó—, pero conozco ese particular detalle. Una vez quedé atrapado aquí por una noche.

—Querrás decir la última noche. —Corrigió con indiferencia.

—¿La última noche? —inquirió.

Hekapoo arrugó el entrecejo de frustración, comenzó a retorcerse intentando librarse mientras soltaba leves quejidos de molestia.

—¡Seguro tuviste suerte de que la noche estaba acabando esa vez, pero aquí el periodo nocturno tarda tres meses!

Quedó impactado por el dato que desconocía, pero su preocupación fue otra en ese momento.

—¡Espera Hekapoo, no te muevas! ¡Nos vas a hacer caer! —Le advirtió, pero continuó agitándose sin prestar atención.

—¡Maldición, esto es tu culpa! ¡¿Porqué rayos pusiste una trampa que daba a este sitio?!

—¡Solo intentaba cazar! —replicó—. ¡Sí, olvidé cerrar la trampa! ¡¿Pero cómo iba a saber que pasarías justo por ahí?!

—¡Es mi dimensión idiota!

—¡Bueno está bien! Rayos ¡Discúlpame entonces!

La última palabra salió opacada por un ostentoso rugido en el cielo, al mismo tiempo, debido a la inquietud de Hekapoo, ambos resbalaron por la superficie en la que estaban y se desplomaron recibiendo el impacto de una caída de casi dos metros. Resultó que estaban en una especie de hongo gigante, de los cuales habían muchos similares por todo el lugar, con la particularidad de que no tenían tallo, parecían como una clase de iglú esponjoso.

Atolondrados por el golpe, permanecieron un rato apretando los ojos en una mueca contraída. Hekapoo fue la primera en abrirlos.

Rojo fue lo que vió, una incisión notoria y el sangrado en la frente de Marco la hizo aplacar su molestia, y la culpa la abofeteó de nuevo sin piedad. Marco abrió los ojos y sus miradas conectaron unos segundos.

—Hay que... Encontrar la manera de zafarnos —musitó Hekapoo evadiendo cohibida esa mirada que recibió.

Marco se tomó su tiempo en reaccionar, sintió el líquido en su frente y supo que la herida había vuelto a sangrar. Antes de que pudiera contestar, el lugar se iluminó de blanco por medio segundo, y otro rugido hizo retumbar en las nubes.  Sintió pequeñas gotas salpicar por su cuerpo e instantes después el cielo comenzó a llorar.

—Genial. Lo que faltaba. —Se quejó ella en la incomodidad que le confería la extrema cercanía de sus cuerpos.

Más pronto que tarde esas leves gotas se tornaron en un aguacero. Tanto que terminaron por lavar la sangre de la herida.
Entonces, Marco se vio forzado a actuar rápido.

—Bien, creo que sé cómo desatarnos.

Por suerte había diseñado la sujeción de la cuerda para la liberación fácil de cualquiera con pulgares. Aunque se demoró varios intentos debido a la mínima movilidad con la que contaban.

Cuando por fin lo logró, la tensión de la cuerda aflojó de golpe y ambos cedieron quedando boca arriba. Una estampida de gotas los recibió de frente, y la zona superior que aún mantenían seca pronto se emparejó con el resto del cuerpo empapado.

Algunos relámpagos después, Marco se levantó y tomó acción para buscar resguardo. Ahora era su turno de sentirse culpable pues se encontraban atrapados en una oscuridad que perduraría por doce semanas.

Se irguió de rodillas y echó un vistazo en derredor, pero la oscuridad de la noche, aunado al embravecido diluvio le impidieron distinguir gran cosa.

—Oye... Necesitamos buscar refugio de esta lluvia. —Se dirigió a Hekapoo pero no obtuvo respuesta.

Agachó la cabeza y la vio acostada, sin siquiera haberse quitado la cuerda de encima, descansaba las manos en su abdomen y miraba hacia un costado apartando los ojos de la arremetida brusca de las gotas.

—¿Hekapoo? —inquirió un poco retraído—. Creo que debemos movernos, el frío pronto se pondrá peor. —Alzó la voz un poco ya que se percibía opacada por la lluvia.

Pero nada. Ella se mantenía inmóvil e inmutable ante las fragorosas explosiones que azotaban el cielo. Entonces se acercó inclinándose e insistió.

—Será mejor que...

—Callate. —Lo interrumpió con desgana.

Marco pestañeó y contrajo la mano que había extendido.

—Sé que estás molesta pero, no podemos permanecer aquí con esta lluvia. —insistió con sutileza—. Escucha, sé de una cueva que...

—Perfecto, puedes irte entonces. Déjame sola.

—Vamos, solo quiero ayudar. Sin tus poderes eres tan vulnerable como yo en esta situación.

—¡Que me dejes sola! —exclamó sin mesura. Esta vez moviendo la cabeza pero evitando el contacto visual.

Marco se quedó un rato pasmado por esa reacción, pero decidió que era algo normal dentro de la altanería típica de ella. Con aún más cautela y terquedad, se acercó e insistió en convencerla.

—Estoy seguro de que esa cueva no está tan lejos. Podemos llegar rápido, además —prosiguió con suavidad—, no me puedes negar que ha empezado a hacer frío...

Sin terminar su discurso de persuasión, vio como Hekapoo se movió y apoyó sus manos para sentarse. «lo logré» pensó, pero nada más lejos de eso, pues enseguida se percató del gesto fruncido con el que se acercaba hacia él.

—¡Lárgate! —gritó con intensidad. Dichas palabras salieron con tal fuerza que ni el relámpago que aconteció en el momento pudo enmudecer esa exclamación de ira. Al mismo instante, fue embestido en el pecho con las palmas de la demonio quien lo hizo irse de espaldas y aterrizar sentado.

Sostuvieron un juego de miradas retadoras como dos niños en rabieta, sentados recibiendo los pequeños misiles de agua que era lo único que se interponía entre ambos. 

Después de un rato, y estando aún confundido, Marco apartó la mirada y decidió obedecer a la petición de ella. Sabía que se encontraba sin sus poderes pero no quiso arriesgarse a recibir otro ataque de histeria. Así pues, se levantó y emprendió camino sin mediar palabra alguna. Ella lo miró por un buen rato mientras se alejaba, y cuando lo perdió de vista entre la lluvia, agachó la mirada y se deshizo del ceño fruncido que estuvo simulando todo ese tiempo.

Su semblante cambió por completo, sus párpados cayeron casi cerrando los ojos, mientras mantenía la vista clavada en las gotas que salpicaban los charcos. Unos minutos más tarde se acostó con pereza otra vez, apoyó un brazo en el suelo para usarlo como almohada y encorvó el torso adoptando una posición fetal. Entonces, cerró los ojos y se dejó llevar. 

Fingió que no había un diluvio golpeando su cuerpo, fingió que no habían estallidos cada dos por tres azotando en las nubes, fingió que el cielo no estaba rugiendo con tenacidad. Y logró, a pesar del bullicio de la naturaleza, encontrar un descanso forzado.

Un poco más alejado de ese lugar, Marco había encontrado la cueva que buscaba; escudriñando entre la rocallosa del sitio encontró algo de madera e improvisó una fogata. Fue una acción más por instinto que por calentarse, dado que ni siquiera estaba disfrutando del calor del fuego. Se mantuvo parado en la entrada  de la cueva, tenía una mirada de mil metros mientras apreciaba la furia de las nubes iluminando cada pocos segundos através de la cortina de agua. Su mente estaba en otra parte, culpándose por haber quedado atrapados en esa dimensión.

Un largo rato había pasado hasta que Hekapoo abrió los ojos de nuevo, aunque no tuvo conciencia de cuánto tiempo había dormido. En lo soñoliento de su estado persibió con la vista borrosa, una presencia que contrastaba con la furia del diluvio que se negaba a calmarse.

Ella no dijo nada, tampoco hizo un mínimo movimiento. Marco se acercó, se arrodilló con una pierna y en la otra apoyó su brazo; serenó su garganta e intentó hablar lo más afable posible.

—Yo...—hizo una pausa tímida y continuó—. Encontré la cueva, no está lejos sabes....
No recibió respuesta. Hekapoo se mantuvo inmóvil—. Logré....logré improvisar una fogata. El lugar está bastante cálido ahí dentro y... —Se detuvo de nuevo pensando sus siguientes palabras—. Déjame ayudarte Hekapoo. Se me ocurrió que... tal vez te lastimaste en las caídas y tienes dificultad para moverte, a mi me pasó eso mismo. Si es así entonces...

—No tienes idea. —interrumpió aletargada.

El chico continuó persuadiendo ahora que por lo menos había logrado que hablara.

—Mira, No sé que sea... Bueno creo que sí sé, probablemente estás molesta pero... No es bueno que sigas aquí. Llevas más de treinta minutos bajo la lluvia, y ya estás temblando de frío. Escucha yo podría...

—Guarda silencio quieres. —Su voz era ronca y pesada. Se levantó con dejadez y apoyó la espalda en el hongo gigante del que habían caído hacía rato. Soltó un suspiro y continuó—. Me golpee al igual que tú, eso es sin duda.

—Lo ves, entonces ven te ayudo a levantart...

—Callate y déjame terminar. —Levantó la mano para detener la inclinación impaciente del chico. Conectó con su mirada unos segundos y luego dejó caer sus párpados—. Tienes razón en eso, no puedo moverme.

Marco se limitó a asentir con la cabeza invitándole a proseguir.

—Sí, esta dimensión neutraliza la magia durante su periodo nocturno. Y sí, eso implica la energía mágica de mi cuerpo. —Removió el cabello adherido a su rostro por el agua y lo posó en uno de sus hombros con un gesto elegante—. Pero, mis piernas hace tiempo dejaron de responderme.

—Hekapoo ¿A qué te refieres? —pregutó confundido y algo temeroso.

Por un buen rato lo único que se escuchó fue la incesante caída de agua que golpeaba sus cuerpos y salpicaba los charcos. Las descargas eléctricas iluminaban cada pocos segundos y el estallido de los truenos acompañaban la orquesta del diluvio.

Marco se mantuvo sin abrir la boca esperando a que ella se animara a terminar. La vio alzar la mirada de nuevo y un cosquilleo le erizó cada centímetro del cuerpo. Hekapoo apartó los ojos y terminó de hablar.

—No puedo mover las piernas... y no tiene nada que ver con un golpe. —Se mantuvo mirando al suelo y contrajo las cejas frunciendo el ceño—. Tengo paraplejia.








Ever Eleven.                                 31/03/2020

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