Second Chances. {Justin Biebe...

Galing kay StratfordJustin

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Higit pa

Second Chances. [Sinopsis]
Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 31.
Capítulo 32. - Final.
Epílogo.

Capítulo 30.

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Galing kay StratfordJustin

Borroso. Es una sensación tan rara, que ni la llegas a notar. Comienzas a abrir los ojos... como si estuvieras en una nube, en un buen momento. Siento ganas de estirar todo mi cuerpo y lo hago, alzando mis brazos. Entonces la imagen que tengo justo enfrente de mí se empieza fundir... cada vez más clara, más bonita... y cuando termino de abrir los ojos, me encuentro con una gran duda: ¿Qué miro primero? ¿La preciosa sonrisa de Justin, o esos ojos brillantes? 

Entonces mi mente junta cabos, y recuerdo donde estoy, por qué, y lo más importante; con quién. 

Me encontraba rodeada de sabanas calentitas, con una luz de principio de día —algo temprano— y un chico encima mía, con los brazos apoyados a cada lado de mí, manteniendo su peso. Es fácil, despertándote así, que la sonrisa de Justin se contagiara en mi rostro.

No me había dado cuenta, pero al bajar mis brazos habían quedado posados en su nuca. Pero, lo que sí fue intencionado fue empezar a acariciarle. Sus ojos ya no eran tan distraídos, me miraban fijamente, mostrándome lo que le hacía sentir. Inevitablemente miré su torso desnudo —algo común en él— y lamí mis labios provocando una de sus sonrisas torcidas, aunque esta vez fue un poco más disimulada. Cuando le volví a mirar a los ojos, sentí la necesidad de tocar esos mechones alocados que caían por su frente. 

Y entonces, pensado de manera superficial, me cuestioné: ¿Podría existir alguien más guapo y atractivo que Justin Bieber? 

Y la respuesta se formuló en mi mente de inmediato, era clara y concisa: No. 

Concentrada en su atenta mirada sobre mí, perdí el sentido de mis pensamientos cuando noté la mano de Justin acariciar mi brazo lentamente hacía arriba. Tomo contacto con mi tirante caído y lo subió de tal manera que logró que en mi estomago aparecieran mil mariposas de repente. 

Para cuando me quise dar cuenta ya se había acercado a mí. Dejó un dulce beso sobre mi frente y me miró a los ojos de nuevo. 

-Buenos días, y feliz navidad, rubia. –sonrió, de una forma demasiado tierna-. ¿Cómo has dormido? 

Si no le conociese, no sabría que esa era una pregunta trampa. Pero le conocía, y sabía que lo era. Y, como si no hubiera pasado el tiempo, me dieron ganas de decir: "¿Como voy a dormir, tonto? si he dormido contigo."

Pero, después de todos los sucesos, me limité a ser más sencilla. 

-Feliz día de Navidad Justin. He dormido genial, ¿y tú? –sonreí, realmente feliz. 

Él se acomodó a mi lado mientras contestaba que había dormido igual de bien. Pasó un brazo por mis hombros y me acerqué a él. 

-Tengo planes para ti hoy. –sonrió de oreja a oreja. Y me sorprendió, ya que pensaba que hoy solo pasaríamos el día con su familia. Le miré, atenta.

-A ver, sorpréndeme. –él mordió el interior de su mandíbula con una sonrisa picara. 

-Ey, no me tientes, sabes que siempre te sorprendo. –rodé los ojos animadamente ante el coqueteo que habían tomado nuestras miradas y le indiqué continuara con lo que iba a decir-. Bueno, ya sabes que soy un poco despistado... –asentí, como si no me contara nada nuevo, y él soltó una carcajada-. El caso es que tenemos que ir a comprar los regalos de mis hermanos antes de la comida. 

-¡Justin! Dios, tienes la cabeza perdida. –le eché la bronca. 

Él se escondió en mi hombro riendo. 

-Todos sabemos por quién tengo la cabeza perdida. –dijo, normalmente. Y, por supuesto, mis mejillas tomaron bastante rubor, con lo cual me gané un pequeño beso en ellas. 

-Bueno, ya. –me reí-. ¿Y cuando vamos, entonces? –pregunté. 

-Pues... ya. 

-Tonto. –me quejé. 

-Tonta. –se burló, sacando la lengua-. Veeeeeeenga, vamos. –en un segundo me había cogido como un saco de patatas y había empezado a dar vueltas y vueltas. 

-¡Para, para! –gritaba entre carcajadas. 

[...]

Paseábamos animadamente por un centro comercial de Canadá. A pesar de que toda la gente nos apuntaba con teléfonos y eso seguía siendo extraño para mí, todo estaba yendo bastante bien. Estaba siendo una mañana divertida. 

Ya teníamos el regalo de Jazzy, que constaba de una muñeca con complementos, un disfraz de princesa y un maletín lleno de maquillaje para niñas. 

La mayoría de las cosas de la pequeña las elegí yo, puesto que Justin no estaba muy puesto en el tema. Sin embargo con Jaxon le vi más avispado, supo que escoger, como un coche teledirigido, un par de muñecos raros con pistolas y alguna cosa más. Como regalo común, para que ambos niños se entretuvieran, compró la videoconsola llamada "Wii"  junto con un par de juego adaptados a su edad y a su género. 

Tras desayunar en una cafetería del centro comercial decidimos pasar a un par de tiendas de ropa por nuestro propio gusto. 

Justin miraba gorras de todos los colores, mientras yo me dedicaba a mirar algún vestido bonito para la noche de fin de año. Y a la vez, me burlaba de él por el mal gusto que tenía para elegir algunas gorras. 

Un rato después, cuando encontré algunos vestidos para probar avisé a Justin que iría al probador, él asintió con una sonrisa. 

Probé los dos primeros y los descarté, debido a que no se ajustaban demasiado bien a mí. Me coloqué el siguiente, que era también de color negro, pero más sencillo, elegante, a la vez que atractivo. Y sé que sonara típico, pero no tuve otra opción que llamar a Justin para que se ocupara de mi cremallera, ya que por mí sola hubiese sido imposible. 

Vi por el espejo como su mirada se endurecía al verme, y como lamía sus labios al bajar la mirada por mi espalda desnuda. Tragué saliva ante lo que me provocaban sus pequeños actos. Y, después, fue incontrolable que mi piel se erizara al sentir la yema de sus dedos acariciar el recorrido de mi columna, con la mirada perdida mientras admiraba mi espalda. Entonces hizo el mismo recorrido, pero hacía abajo, y allí, finalmente, cogió la cremallera y la subió a paso lento, aumentando el calor que ya se había impregnado en mi cuerpo. 

Antes de darme poder darme la vuelta, los brazos de Justin había rodeado con posesión mi cintura, pegándome completamente a él; ni una hoja de papel cabría entre nosotros. Cogí aire, haciendo a mi tripa encogerse, cuando sentí que su suave tacto apartaba con toda la delicadeza del mundo el pelo que se posaba sobre uno de mis hombros. Sabía lo que iba a hacer, y solo cuando lo hizo, y vi su atractivo rostro pegado a mi cuello, ahí, entonces, me di el lujo de morderme el labio como acto del deseo que sentía. Sus besos eran suaves y delicados sobre mi hombro, y aumentaron su presión al igual que su pasión cuando llego a la curva de mi cuello. Entonces una de sus manos, que estaba sobre mi tripa, se estiró, dejándola a uno de mis costados, rozando intencionadamente mi muslo que quedaba destapado por la raja del vestido. Perdí el sentido y tardé varios segundos hasta darme cuenta que estaba contra el espejo, mientras los labios de Justin devoraban mi cuello, estaba justo enfrente de mí. Él se separó para mirarme a los ojos, justo cuando yo alzaba mi mano para tocar su pelo y me di cuenta de que llevaba una de esas gorras feísimas.

-Tienes muy mal gusto, que lo sepas. –sonreí, de lado, hablando en voz baja. 

-Pues como tú... –picó.

-No. –sonrió de lado-. yo sé elegir. –dije. 

-Y yo también. –repuso.

-A ver, ¿que has elegido tú? –indagué. 

-A ti. –susurró contra mis labios. 

Y otra vez, desviaba el tema de una forma que lograba volverme loca. 

[...]

Llegamos de nuevo a casa de Jeremy algo tarde, pero llegamos, al menos justo para la comida de Navidad, la cual se basó en algo igual o más agradable que la noche anterior. Los niños se volvieron locos de contentos con los regalos que acabábamos de comprar y que habíamos colocado disimuladamente en el árbol. 

Yo dediqué un tiempo en llamar a mi familia y, en concreto, a mi madre para desearle las mejores de las navidades al igual que lo estaban siendo las mías. Ella al principio sonó un poco entristecida, pero se alegró cuando le dije que volvería a New Port antes de que acabasen las fiestas navideñas.

Un rato después de comernos un montón de dulces típicos de estas fechas, gran parte de la familia , junto a mí y Justin, decidimos ir a la pista de patinaje más cercana, para finalizar el día navideño. 

Me abroché mejor la chaqueta que llevaba puesta, ya que al entrar en la pista de hielo hacía mucho más frío. Me senté primero en un banco a atarme los patines y para cuando fui a levantar la cabeza hacía el frente, el pequeño Jaxon caía con el culo hacía el suelo y Jazzy carcajeaba sin parar. Justin cogió a su hermano en brazos y comenzó a dar vueltas con él sobre la pista, mostrando sus buenos dotes de patinaje de los que ya me había advertido al llegar. 

Los abuelos de Justin, junto a Pattie y Jeremy nos observaban desde la barra que delimitaba la pista mientras sacaban fotos y un rato después decidieron esperarnos en la cafetería que había cerca. Para ese entonces, yo decidí levantarme de aquel banco intentando no parecer un pato mareado sobre aquellos patines. 

-Venga rubia, ¡te estoy esperando! –Justin me sonrió, desde el final de la pista. 

-Sí, sí, voy. –murmuré, casi inaudible. 

Había que dejar las cosas claras: No tenía la santísima menor idea de como mover mis pies con un trozo de hierro sobre un trozo de hielo. Ni idea, nulo, nada. Creo, si no recordaba mal, que esta era la primera vez que patinaba sobre hielo. 

Puse un pie sobre el frío hielo, mientras me agarraba al la barra, obviamente, y un segundo después me mantenía quieta sobre la pista. Bueno, por algo se empezaba. 

Entonces el estúpido sabelotodo de Justin comenzó a presionarme, intentado picarme. 

-¿Necesitas ayuda, rubia? –la sonrisa burlona inundaba su rostro. Aún así, daban ganas de comérselo. 

-Por supuesto que no. –espeté. Alzó las manos, aún con algo de burla. 

Suspiré, echándome el pelo hacía atrás y comencé a moverme sobre la pista agarrada de la barra, pero tenía que soltarme ya, si no, parecería tonta. Y lo hice... sí, sí. Lo hice. Y una vez que mi trasero había chocado contra el jodidamente frío hielo, me pregunté: ¿Por qué narices he entrado en esta estúpida pista de hielo si no tengo la menor idea? Y mientras indagaba en mi mente, mascullando, la sonora risa de Justin comenzó a oírse por toda la pista. Me mordí el labio, con ganas de pegarle. 

-Rubia, solo te faltan las orejas para parecer un pequeño oso panda tirado en la nieve. –se burló, cerca mía. 

Rodé los ojos, intentando no reír. 

-¿Me estas llamando oso? –alcé las cejas. 

Él se hizo el divertido mirando un segundo hacía otro lado, después soltó una carcajada y dijo: 

-No, te estoy llamando pequeño oso panda. 

Ambos nos reímos; yo, sin poder evitarlo también. 

-Mira, hacemos una cosa. Tú aceptas que necesitas mi ayuda, y yo te enseño. 

Rodé los ojos de nuevo. 

-Esta bien, necesito tu ayuda. 

Negó divertido con la cabeza. 

-Di: Oh, mi querido y sexy profesor de patinaje experto Justin Bieber, ¿me concedería el honor de ayudarme? 

Abrí la boca si poder creerme la tontería que estaba soltando mientras él reía sin parar. 

-Ni de coña. –solté. 

-Bien, adiós. –se fue a dar la vuelta. 

Y creerme, no quería por ningún medio decir aquello, pero menos quería congelarme el trasero. 

-¡Espera, espera! –se giró sonriente-. Oh, mi querido y sexy profesor de patinaje experto Justin Bieber, ¿me concedería el honor de ayudarme? –bufé, molesta. 

Él se acercó a mí y cogió mi mano, contento. 

-Será un placer, rubia. 

[...]

Habíamos estado un rato jugando con sus hermanos en la pista, sin hacer movimientos bruscos, y después nos dispusimos para que me ayudara a patinar. 

Me coloqué frente a él, mientras él daba vueltas sobre mí, casi vacilando de lo bien que lo hacía. 

-Bien, ponte recta. –dijo, como si, realmente, de un profesor se tratase. Él continuaba dando vueltas sobre mí, sacando mis nervios-. Vale, ahora estira los brazo horizontalmente. 

Rodé los ojos. 

-¿Para qué?

-Tú solo hazlo, tienes que tener equilibrio primero para empezar a deslizarte. 

Me mantuve con los brazos así unos segundos, intentado estabilizarme. 

-¿Es al primera vez que haces patinaje sobre hielo? –preguntó.

-Sí. –asentí.

Le perdí de vista durante un segundo, y solo supe donde estaba cuando noté sus manos puestas en mi cintura, desde atrás. Apoyó su cabeza en mi hombro y pegó nuestras mejillas frías.  

-Otra de tus primeras veces junto a mí. –murmuró.

Y si en ese momento mi cuerpo era hielo, parecía que un volcán me estaba derritiendo, y ese volcán era Justin. 

Había entendido su clara indirecta y estaba segura de que mis mejillas quería explotar de lo rojas que estaban. 

Volvió a besar mi mejilla rápidamente mientras se reía de forma suave y coqueta, le encantaba provocar esas cosas en mí. 

 -Venga, relájate. –dijo, sosteniendo mi cintura aún. 

-¿Como quiere que me relaje, Bieber? –siseé. 

-Lo sé, es difícil teniéndome cerca pero... –le corté. 

-Ya, cállate porque me están dando ganas de... –me cortó. 

-Bueno, bueno, bueno, doña agresiva, continuemos. –se burló, chulesco. 

Al cabo de un buen rato, un buen largo rato, estaba dando vueltas por la pista agarrada de la mano de Justin. Incluso Jazzy y Jaxon patinaban más rápido que nosotros. Sin embargo, a pesar de mi torpeza, lo estaba pasando genial. Más de una vez me había caído, arrastrando a Justin junto a mí, y acabábamos los dos sobre el hielo entre risas y piques. 

Tras un par de fotos que hicimos con el móvil de Justin junto a los pequeños, unas pequeñas carreras —que por supuesto perdía— y buenos momentos, decidimos volver a dejar los patines y regresar a casa. Eran cerca de las nueve y había oscurecido. 

En cuanto llegamos a casa Justin se encargó de acostar a sus hermanos temprano, ya que estaban bastante cansados. Yo subí a nuestro cuarto y aproveché ese rato, mientras me duchaba y pasaba minutos y minutos sobre las gotas calientes de agua que bañaban mi piel. 

Me dediqué  a pensar mientras me bañaba, y lo único que pasaba por mi mente era lo feliz que estaba. No quería pensar en nada más, ni en nadie más. "Carpe diem"  pensé. Por una vez, por una única vez quería pensar en mí y hacer solamente lo que sentía sin pensar las consecuencias. Más tarde me preocuparía. ¿Pero ahora? Qué pasara lo que tuviera que pasar. 

Terminé de enjabonarme el cuerpo con ese exquisito champú con aroma de frutas y seguidamente salí de la ducha, agradeciendo que el baño tuviese la calefacción, al igual que en toda la casa. Estuve secándome el pelo unos minutos. Después me puse la ropa interior y me coloqué el albornoz blanco de Justin para salir a por el pijama. 

Narra Justin. 

Hacía un rato que había acostado a mis hermanos. Llegué a mi habitación, donde podía escuchar el ruido de la ducha en la que estaba Melissa. 

Sonreí al pensar en la tarde que habíamos pasado, y lo mucho que nos hacía falta algo así. 

Me deshice de mi camiseta, quedándome únicamente con unos pantalones de color gris, holgados. Me senté sobre uno de lo sillones que había cerca de la ventana y me acomodé mientras observaba twitter e instagram y contestaba a mis fans. Me fijé en el lado superior de la pantalla cuando el móvil vibró en mis manos y pude leer: "Tienes un nuevo mensaje de Anna Breslin."

Seleccioné el mensaje y lo leí: Ey, baby, parece que alguien se ha olvidado de mí. Espero verte pronto, te echo de menos.

Borré el mensaje y bloqueé el móvil cuando escuché la puerta del baño.

[Escuchar: John Legend - All of Me. (también en multimédia)]

Sentí mi corazón acelerarse cuando vi el pequeño cuerpo de Melissa envuelto en mi albornoz, dejándome ver sus suaves piernas y su pelo algo húmedo y alborotado. Lamí mis labios mientras la observaba en la oscuridad y con la poca luz que nos daba la noche. Me acerqué a ella, sin ser brusco ni precipitado. Cuando mi cuerpo se situaba enfrente del suyo, la miré a los ojos, mientras veía el pequeño rubor en sus mejillas y sonreía, acariciándola suavemente. Agarré su mano, entrelazando nuestros dedos y me acerqué a ella lentamente, hasta notar su respiración cerca de la mía. Agarré su mentón y guié sus labios a los míos, besándola lentamente, volviéndome loco en mi interior. Sus frías manos acariciaban mi pecho y mi abdomen, transmitiéndome demasiadas cosas a la vez. La tomé de la cintura, pegando nuestros cuerpos y juró que supe que me sabía controlar cuando sus labios comenzaron a besar mi cuello y me controlé, siendo tranquilo. Deshice con cuidado el nudo del albornoz y lo dejé caer al suelo, mientras Melissa se ponía de puntillas agarrando mi cuello y yo la alzaba en mis brazos. La besé apasionadamente, como había deseado hacer tantísimo tiempo, jugando con nuestras lenguas y acariciándonos sin parar: piel con piel, sentimientos con sentimientos. 

Una vez que ambos estábamos únicamente con nuestra ropa interior y las emociones a flor de piel, la alcé un poco más y sus finas piernas rodearon mi cintura. Comencé a caminar lentamente hacía la cama, sin abandonar sus labios. Me senté, dejándola a ella sentada sobre mí. Y entonces me dediqué a lo que más me gustaba: Mirarla. 

Algunos mechones revueltos tapaban su rostro, y los aparté para verla plenamente. Sus piernas, aún estando sentada encima de mí, pasaron por cada uno de mis lados, dejándonos perfectamente encajados. Se abrazó a mí, mientras yo me dedicaba a acariciar su espalda. Giré mi rostro, queriendo dar con el suyo, y vi sus ojos iluminados. 

-¿Que te pasa? –susurré, abrazándola. 

Ella se apoyó en mi hombro, cubriéndose con mi cuerpo.

-Siento tanto miedo a veces... –murmuró, agachando la mirada, con destellos de tristeza en sus ojos-. Y la verdad es que me gustaría poder decir que no me aterra el hecho de que te haya vuelto a encontrar después de haberte perdido aquella vez. –la tenía abrazaba a mí, mientras escuchaba atentamente sus palabras-. Me encantaría poder decir que te superé, que tengo todo bajo control, incluso mis sentimientos. Pero, ¿quién dijo que cuando te volviera a ver no sentiría lo mismo que antes? ¿Cómo pude ser tan tonta al creer que podría dejarte a un lado?  No puedo superarte. –no me gustaba saber el dolor que muchas veces le había causado, era algo difícil para mí-. Y claramente no puedo controlar mi corazón, ni tampoco puedo evitar el sentirme mal cada vez que noto que algo no sucede como sucedía cuando estábamos juntos, cuando estábamos bien. Y duele mucho. Duele mucho creer que te puedo volver a perder. Duele mucho más ver que a veces te apartas de mí, que te distancias, que ya no soy la misma para ti. No quiero confundirme ni quiero hacerme más daño, ni a ti, ni a mí...

La entendía y comprendía, y me sentí fatal porque yo, en algún momento llegue a pensar que ella ya no sentía nada por mí, cuando en realidad nunca había dejado de pasarlo mal. 

-Ey –la besé con dulzura, sintiendo que eso era lo que ella necesitaba en esos momentos-, entiendo lo que sientes y lo que sucede, porque me pasa igual. Creo que a veces tengo ganas de desaparecer, de encerrarme o largarme. Porque te echo de menos; entonces pienso en todo lo que hemos pasado y vivido y me culpó mil veces por no tenerte cerca en esos mismos instantes. –acariciaba su brazo de arriba hacia abajo. La miré, intentando demostrarle toda la sinceridad del mundo-. Y ahora solo estoy intentado borrar lo que te hace daño. –tomé su rostro-. Sólo... sólo quiero que volvamos a intentar esto una vez más, o mil veces más, hasta que nos salga bien. Solo te necesito a ti. 

Sus manos acariciaron mi rostro y nuestros ojos se quedaron fijos. A partir de ese momento, sobraron las palabras. 

La tumbé poco a poco sobre las sabanas de la cama y recorrí el suave tacto de sus piernas con la yema de mis dedos, noté su piel erizarse. Llegué a sus labios, y junto a su mirada, sentía que solo iba a querer una vez en mi vida a alguien como la quería a ella. 

Me escondí en su cuello cuando la ropa interior ya no estorbaba y, queriendo que ella estuviese segura con todas las consecuencias que tendría, no dudé en preguntarle. 

-¿Quieres hacer esto? –susurré, mirándola directamente. 

Ella tragó saliva y asintió. 

Me dediqué a acariciar su cuerpo, a tenerla entre mis brazos y a hacerla mía, como tanto ansiaba y deseaba. 

Sus caderas se movía al compás de mis movimientos sobre ella, y sentía que cada vez que susurraba algo no podría controlarme más. Sus labios desgastaban los míos y luego iban hacía mi cuello. Metí una mano tras su espalda, acercando más nuestros cuerpos, ella enlazó su brazos alrededor de mi cuello y acarició mi espalda. 

Ambos estábamos cayendo en el limite del placer y las emociones que nos trasmitíamos. Entonces me adentré en ella más lentamente, pero más profundo, más apasionado...  y susurré:

-Te haría el amor todos los días de mi vida –de su garganta salió un gemido, mientras yo volvía a hundirme en su feminidad, dejándonos llevar por el placer-. Te besaría cada minuto. –miré sus ojos cuando ambos estábamos rozando el limite y segundos después susurré las palabras más sinceras que había dicho jamás-. Te voy a querer siempre...

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(Ultimos capítulos)

Aquí tenéis el capítulo, siento haber tardado tanto, but estaba de exámenes y no podía hacer nada. ¡Espero que os haya gustado!

¡Pasaros por "Love in New York" y "Sealed Fate" y votar alguna, ya que dentro de poco subiré la que más votos tenga!

¡¡Merry Christmas babies!! 

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