Cazadores de Sombras: La hija...

By anythingoes

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La guerra con Sebastian está por comenzar, a los Cazadores de Sombras no les queda esperanza. pd. La historia... More

Cazadores de Sombras: La hija de Magnus Bane
Soluciones
Nuevos aliados
Voces del pasado
El Ritual
El Mundo de Los Muertos
Viejos Amigos
Ponerse al día
Secretos
Mi señor
Intrusos
Dos amores
Quédate
Las Estrellas Brillarán
El fuego se propaga
Inferno
Llámalo Paz
Ave atque vale
Promesas rotas
El nuevo mañana
Epílogo: La Belleza de Miles de Estrellas
Carta al lector
Carta a Will Herondale.
Final Alternativo
Final Alternativo
¡SORPRESA!

El Celestial Fuego

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By anythingoes

-Clary.

Se despertó lentamente, saliendo del suave sueño de calor y el fuego, el olor a heno y manzanas. En el sueño había estado en la granja de Luke, colgada boca abajo de la rama de árbol, riendo mientras Simon saludaba desde abajo.

Poco a poco se dio cuenta de la dura cama bajo sus caderas y su espalda, con la cabeza apoyada en las piernas de Jace.

-Clary -dijo de nuevo, todavía susurrando. Los ojos de Jace brillaban mirándola, pálidos dorados y reflejaban el baile del fuego de la chimenea-. Quiero un baño.

-Sí, bueno, yo quiero un millón de dólares -dijo, frotándose los ojos-. Todos queremos algo.

Él arqueó una ceja.

-Vamos, piensa en ello -dijo-.No puedo moverme, y estoy seguro de que te gustaría admirar a Jace Wayland en todo su esplendor.

-Creía que tu apellido era Herondale-dijo ella mientras se tallaba los ojos con el dorso de la mano.

Jace puso los ojos es blanco.

-De echo es Wayland Morgenstern Herondale Lightwood, pero para evitar confusiones me quedo con Wayland.

Clary suspiró y se destapó a regañadientes, prefería el frío a escuchar hablar a Jace acerca de la historia interminable de sus apellidos.

Los ojos de Jace bailaron, y Clary sintió esa oleada conocida dentro de su pecho, que tiraba de ella, lo había sentido desde la primera vez que lo había visto. No podía precisar el momento exacto en que se había enamorado de Jace, pero siempre había habido algo en él que le recordaba a un león, un animal salvaje sin restricciones de normas, la promesa de una vida de libertad.

Nunca "no puedo," pero siempre "puedo." Siempre el riesgo y la certeza, nunca el miedo o la cuestión. Ella se puso de pie lo más silenciosamente que pudo.

-Está bien.

Clary ya estaba de camino a la habitación de Jace cuando él dijo:

-No, conozco un lugar mejor.

Clary iba de la mano de Jace en silencio, su luz mágica iluminaba el camino, un silencio que Clary sentía casi miedo de romper, como si fuera a romper la calma de un sueño o un hechizo.

-Es increíble que los iratze no hayan curado tus quemaduras-dijo Clary mientras caminaba por las rocas, teniendo cuidado de que la bata o el pantalón de la pijama no se atoraran por algún lado.

Una cueva se abrió delante de ellos de repente, y ella dejó su piedra de luz en una roca, despareciendo la luz. La bioluminiscencia de la cueva era suficiente: la luz brillante procedía de las paredes, de las estalactitas, que colgaban del techo, brillaban tenuemente como carámbanos electrificados.

- ¿De dónde salió esto? -preguntó Clary observando la cueva.

Habían rodeado el Gard y Jace la había llevado por un camino rocoso hasta dar con la cueva.

-Valentine solía traerme aquí en verano, cuando hacía algo bien o estaba de buen humor -le dijo en un tono que dejaba en claro que a él no le apetecía hablar más del tema.

Clary lo dejó.

Rayos de luz atravesaron las sombras. Jace le soltó la mano y anduvo la última parte del camino hasta el borde del agua, donde estaba la pequeña playa y, brillando con mica. Se detuvo a pocos metros del agua y dijo:

-Gracias.

Ella lo miró con sorpresa.

-¿Por qué?

-Ayer por la noche -dijo-. Me salvaste. El fuego celestial me habría matado, creo. Lo que hiciste...

-Todavía no podemos decirles nada a los demás, sólo Will y Elizabeth-dijo.

-No lo hice ayer por la noche, ¿verdad? -preguntó. Era cierto. Jace y Clary habían mantenido la ilusión de que ella simplemente ayudó a Jace a controlar y disipar el fuego, y que nada más había cambiado.

-No podemos arriesgarnos a echarlo todo a perder, incluso por el tipo equivocado de mirada o expresión -dijo-. Tú y yo, hemos tenido práctica en ocultar cosas a Sebastian, pero ellos no. No sería justo. Casi desearía que no lo supiéramos...

Se detuvo, desconcertada por su falta de respuesta. Jace estaba mirando el agua, azul y sin fondo, de espaldas a ella. Dio un paso adelante y le tocó ligeramente en el hombro.

-Jace -dijo-. Si quieres hacer algo diferente, si crees que deberíamos hacer otro plan...

Se dio la vuelta, y de repente ella estaba en el círculo de sus brazos. Lo que le envió un choque a través de todo su cuerpo. Sus manos ahuecaban sus omóplatos, sus dedos acariciando suavemente a lo largo de la tela de su camisa.

Se estremeció, pensamientos volaban por su cabeza como plumas esparcidas por el viento.

- ¿Cuándo -dijo-, te volviste tan cuidadosa?

-No soy cuidadosa -dijo mientras él tocaba su sien con sus labios. Su cálido aliento agitaba los rizos en su oído-. Simplemente no soy tú.

Lo sintió reír. Sus manos se deslizaron por sus costados, la agarró por la cintura.

-Eso, definitivamente no eres. Eres mucho más bonita.

-Debes amarme -dijo ella, respirando lentamente, mientras los labios de él se movían insoportablemente lento a lo largo de su mandíbula-. Nunca pensé que admitirías que alguien es más guapo que tú. -Comenzó mientras su boca encontraba la de él, sus labios moviéndose al ritmo de los de ella, y se inclinó hacia delante, metiéndose de lleno en el beso, decidido a recuperar algo de control. Le echó los brazos al cuello, y abrió la boca para él, y pellizcó suavemente su labio inferior.

Tuvo más efecto de lo que había esperado las manos apretadas en su cintura y él gimió bajo su boca. Un momento después se retiró, enrojecido, con los ojos brillantes.

- ¿Estás bien? -dijo-. ¿Quieres esto? - Ella asintió, tragando saliva. Todo su cuerpo se sentía como si estuviera vibrando como una cadena.

-Sí, lo quiero. Yo...

-Es solo que, por un tiempo realmente largo, no he sido capaz de tocarte, y ahora puedo -dijo-. Pero tal vez este no es el lugar...

-Bueno, estás sucio y lleno de quemaduras -admitió ella.

-"Sucio" parece un poco excesivo... y en lo otro tienes razón.

Clary alzó las manos, las palmas hacia arriba. Había suciedad incrustada en su piel y bajo sus uñas. Le sonrió.

-Quiero decir, literalmente -dijo, e indicó al agua en las inmediaciones con un movimiento de la barbilla-. ¿No íbamos a bañarnos? ¿En el agua?

El brillo de sus ojos se oscureció al ámbar.

-Bien -dijo, y extendió la mano para quitarse la chaqueta.

Clary casi chilló, ¿Qué estás haciendo? pero era perfectamente obvio lo que estaba haciendo. Había dicho "en el agua," y no era como si pudieran entrar con ropa. No había pensado mucho en esto.

Dejó caer la chaqueta y se sacó la camiseta por la cabeza; el collar se enganchó por un momento, y Clary se quedó mirándolo, de repente hiperconsciente del hecho de que estaban solos, y de su cuerpo: la piel de color miel con viejas y nuevas Marcas, una cicatriz se desvanecía en la curva de su músculo en el pectoral izquierdo. Un estómago plano y delgado se estrechaba en las caderas, había perdido peso y su cinturón de armas colgaba suelto.

Piernas y brazos, gráciles como los de un bailarín; dejó libre la camisa y sacudió su cabello brillante, y ella de repente tuvo un hundimiento en el estómago al pensar que no era posible que él fuera suyo, no era el tipo de persona común y corriente de gente alrededor, y mucho menos a la que puedes tocar, y luego levantó la vista hacia ella, las manos en su cinturón, y sonrió con su familiar sonrisa torcida.

-¿Mantendrás puesta tu ropa? -dijo-. Podría prometer no mirarte, pero estaría mintiendo.

Clary bajó la cremallera de la chaqueta y se la arrojó. Él la cogió y la dejó caer en el montón de la ropa, sonriendo. Él desenganchó su cinturón, lo dejó caer también.

-Pervertido -dijo-. Aunque ganarás puntos por ser sincero.

-Tengo diecisiete años; todos somos pervertidos -dijo, pateando sus zapatos y saliendo de sus pantalones. Llevaba calzoncillos negros, y para el alivio mezclado con el lamento de Clary, los mantuvo puestos mientras entraba en el agua que le llegaba hasta las rodillas-. O, al menos, voy a tener diecisiete en un par de semanas. -Dijo por encima del hombro-. Hice los cálculos, con las cartas de mi padre y el momento de la sublevación. Nací en enero.

Algo acerca de la completa normalidad de su tono le gustó a Clary. Sacó sus botas, su camiseta y luego sus pantalones, y se fue a la orilla del agua.

Estaba fresca pero no fría, llegándole hasta sus tobillos.

Jace la miró y sonrió. Luego, sus ojos viajaron hacia abajo desde la cara a su cuerpo, sus bragas de algodón liso y sujetador. Deseó haber llevado algo más bonito, pero no era como que "la ropa interior de lujo" hubiera estado en su lista de equipaje para los reinos demoníacos. Su sujetador era de algodón azul pálido, del tipo totalmente aburrido que podrías comprar en el supermercado, aunque Jace lo estaba mirando como si fuera algo exótico y sorprendente.

Él se ruborizó de repente, y desvió la mirada, retrocediendo para que el agua le cubriera, hasta los hombros. Se sumergió y resurgió de nuevo, pareciendo menos nervioso, pero mucho más húmedo, era oro oscuro su pelo y riachuelos de agua le caían.

-Es más fácil si te metes rápido -dijo. Clary tomó aire y se lanzó hacia adelante, cubriéndole sobre su cabeza. Y era de un magnífico azul oscuro, como con hilos de plata debido a la luz de encima. La piedra se había mezclado con el agua, dándole una textura suave.

Era fácil flotar; ella se dejó ir, surgiendo en la superficie, sacudiendo el agua de su pelo.

Suspiró de alivio. No había jabón, pero se frotó las manos, viendo como la suciedad y la sangre se esparcían en el agua. Su pelo se extendía en la superficie, la mezcla de color rojo con azul.

Unas gotas de agua le hicieron levantar la vista. Jace estaba a unos metros de distancia, sacudiendo el pelo.

-Supongo que eso me hace un año mayor que tú -dijo-. Soy un asaltacunas.

-Seis meses -Clary le corrigió-. Y tú eres Capricornio, ¿eh? Terco, imprudente, que no cumple las reglas, suena adecuado.

Agarró sus caderas y la atrajo hacia él a través del agua. Era lo suficientemente profundo para que sus pies tocaran el suelo, pero los de ella no lo hicieron; ella apretó las manos sobre sus hombros para mantenerse en posición vertical mientras él ponía sus piernas alrededor de su cintura. Lo miró, el calor arrollándose en su estómago, las líneas húmedas y elegantes de su cuello y de los hombros y el pecho, las gotas de agua atrapadas en sus pestañas como estrellas.

Se levantó para besarla justo cuando ella se inclinó; sus labios chocaron con una fuerza que envió una descarga de placer y dolor a través de ella. Sus manos se deslizaron por su piel; ella tomó la parte posterior de su cabeza, con los dedos enredándose en sus rizos húmedos. Él abrió los labios, acarició el interior con su lengua. Ambos estaban estremeciéndose y ella jadeaba, su respiración se mezclaba con la de él.

Metió la mano detrás de sí mismo con una mano para mantener el equilibrio en la pared de la cueva, pero estaba resbaladiza por el agua y se deslizó; Clary se separó mientras él encontraba el equilibrio, su brazo izquierdo todavía envuelto apretadamente contra ella, presionando su cuerpo contra el suyo. Sus pupilas estaban ampliadas y su corazón martillando contra el de ella.

-Eso fue -dijo con voz entrecortada, y apretó la cara contra la unión entre el cuello y hombro de ella, sopló como si tratara de absorberla; estaba temblando un poco, aunque su agarre era constante y firme-. Eso fue intenso.

-Ha pasado un tiempo -murmuró ella, tocando su pelo suavemente-.

Ya que ahora podemos... ya sabes, hagámoslo.

-No puedo creerlo -dijo-. Todavía no creo que ahora puedo besarte, tocarte, realmente tocarte, sin tener miedo... -le dio un beso en la garganta, y ella saltó. Echó la cabeza hacia atrás para mirarla. El agua corría por su cara como lágrimas, destacando los bordes afilados de los pómulos, la curva de su mandíbula.

-Imprudente -dijo-. Sabes, cuando me presenté por primera vez en el

Instituto, Alec me llamó imprudente tantas veces que fui y busqué en el diccionario. No es que no supiera lo significaba, pero siempre había pensado que era ser valiente y en realidad significa: "alguien que no se preocupa por las consecuencias de sus acciones."

Clary quiso defender al pequeño Jace.

-Pero te importan.

-No es suficiente, tal vez. No todo el tiempo. -Su voz tembló-. Al igual que la forma en que te amo. Te amé imprudentemente desde el momento en que te conocí. Nunca me preocupé por las consecuencias. Me decía que lo hacía, me dije que tú querías que lo hiciera, lo intenté, pero nunca me importó.

Te quería más de lo que me importaba. -Sus músculos estaban rígidos bajo su agarre, su cuerpo vibrando con la tensión. Ella se inclinó para rozar sus labios a través de los suyos, para besarle y quitarle la tensión, pero él se apartó, mordiéndose el labio inferior lo suficiente para que se le pusiera blanca la piel.

-Clary -dijo, rogando-. Espera, solo... espera.

Clary se sintió momentáneamente aturdida. A Jace le encantaba besar; podía besar durante horas, y era bueno en eso. Y le interesaba. Mucho. Ella apoyó las rodillas a cada lado de sus caderas y dijo vacilante:

-¿Está todo bien?

-Tengo que decirte algo.

-Oh, no -dejó caer la cabeza sobre su hombro-. Está bien. ¿Qué es?

-¿Recuerdas cuando fuimos a través en el reino de los demonios, y todo el mundo vio algo? -preguntó-. Y dije que no vi nada.

-No tienes que decirme lo que viste -dijo Clary suavemente-. Es asunto tuyo.

-Sí, quiero -dijo-. Debes saberlo. Vi una habitación con dos tronos en ella, de oro y de marfil a través de la ventana podía ver el mundo, y eran cenizas. Como este mundo, pero la destrucción era más reciente. Los incendios seguían ardiendo, y el cielo estaba lleno de horribles cosas voladoras. Sebastian estaba sentado en uno de los tronos y yo estaba sentado en el otro. Tú estabas allí, y Alec e Izzy, y Max. -Tragó-. Pero estaban todos en una jaula. Una jaula grande con una gran cerradura en la puerta. Y sabía que los había puesto en él, y cerré la llave. Pero no sentía remordimiento. Sentí... triunfo -exhaló con fuerza-. Ahora puedes apartarme con disgusto. Está bien.

Pero por supuesto, no estaba bien; nada acerca de su tono, plano y muerto, y sin esperanza, estaba bien. Clary se estremeció en sus brazos; no de terror, sino de compasión y de la tensión de saber lo delicada que era la fe de Jace en sí mismo, y qué tan cuidadosa de su respuesta tenía que ser.

-El demonio nos mostró lo que pensó que queríamos -dijo finalmente-. No es lo que realmente queremos. Puso las cosas mal; así es como nos las arreglamos para liberarnos. En el momento en que te encontramos, ya te habías liberado por tu cuenta. Así que lo que te mostró, no es lo que quieres. Cuando Valentine te crió, él controlaba todo, nada era seguro, y nada que amabas estaba a salvo. Entonces el demonio miró en tu interior y vio eso, la fantasía de un niño de controlar por completo el mundo para que nada malo pudiera sucederle a las personas que ama, y estaba tratando de darte eso, pero no era lo que querías, no realmente. Así que te despertaste. -Le tocó la mejilla-. Una parte de ti sigue siendo ese niño que piensa que amar es destruir, pero estás aprendiendo. Estás aprendiendo todos los días.

Por un momento se limitó a mirarla con asombro, con los labios entreabiertos; Clary sintió que sus mejillas se sonrojaban. La miraba como si fuera la primera estrella que alguna vez había salido en el cielo, un milagro pintado en toda la faz de la tierra que apenas podía creer

-Déjame -dijo, y se interrumpió-. ¿Puedo darte un beso?

En vez de asentir, se inclinó para presionar sus labios contra los suyos. Si su primer beso en el agua había sido una especie de explosión, esto era como un sol convirtiéndose en supernova. Fue duro, caliente, un beso poderoso, un pellizco en el labio inferior y el choque de lenguas y dientes, ambos presionando tan fuerte como podían acercándose, más cerca. Ellos estaban pegados, piel y tela, una embriagadora mezcla de la frialdad del agua, el calor de sus cuerpos, y el deslice sin fricción de la piel húmeda.

Sus brazos la envolvieron por completo, y de repente él la estaba levantando mientras los dirigía fuera del lago, el agua vertiéndose de ellos en arroyos. Se puso de rodillas en la playa de fina arena, colocándola tan suavemente como pudo en la parte superior de la pila de sus ropas amontonadas. Ella rebuscó su agarre por un momento y luego se rindió, recostada y tirando de él hacia abajo encima de ella, besándolo con fiereza hasta que él gimió y susurró:

-Clary, no puedo, me tienes que decir, no puedes pensar...

Ella enredó sus manos en su pelo, retrocediendo lo suficiente para verle la cara. Estaba rojo, sus ojos de color negro con el deseo, su pelo, empezando a enrollarse al secarse, colgando en sus ojos. Tiró ligeramente en los hilos entre los dedos.

-Está bien -susurró ella-. Está bien, no tenemos que parar. Yo quiero. -Lo besó, lento y duro-. Quiero, si tú quieres.

-¿Si yo quiero? -Hubo un borde salvaje a su suave risa-. ¿Es que no te das cuenta? -Y entonces la estaba besando otra vez, chupando el labio inferior en su boca, besando su cuello y pronunciando su clavícula mientras ella pasaba sus manos por todo su cuerpo, libre en el conocimiento de que podía tocarlo, tanto como quisiera, de la forma que quisiera. Se sentía como si lo estuviera dibujando, con las manos mapeando su cuerpo, la pendiente de su espalda, su vientre plano, las muescas por encima de sus caderas, los músculos de sus brazos. Como si, al igual que una pintura, que se acercaba a la vida bajo sus manos.

Cuando sus manos se deslizaron por debajo de su sujetador, ella se quedó sin aliento ante la sensación, y luego asintió con la cabeza cuando él se quedó inmóvil, con una mirada inquisitiva.

Adelante.

Se detuvo en cada momento, se detuvo antes de extraer cada pieza de ropa a partir de cualquiera de ellos, pidiéndole con los ojos y palabras decirle si debía seguir adelante, y cada vez ella asintió y dijo

-Sí, vamos, sí. -Y cuando finalmente no había nada entre ellos, excepto piel, ella dejo de mover sus manos, pensando que no había manera de estar más cerca a otra persona que esta, dar un paso más sería como abrir su pecho y exponer su corazón.

Sintió los músculos de Jace flexionarse cuando buscó a su lado por algo, y oyó el crujido del papel de aluminio. De repente, todo parecía muy real; sintió un repentino destello de nervios. Esto realmente estaba pasando.

Él se quedó quieto. Su mano libre estaba acunando su cabeza, con los codos clavados profundamente en la arena a cada lado de ella, manteniendo su peso sobre su cuerpo. Todo él estaba tenso y tembloroso, y las pupilas de sus ojos estaban muy abiertas, el iris solo bordes de oro.

-¿Algo está mal?

Oyendo a Jace sonando incierto, pensó que tal vez su corazón se estaba agrietando, rompiéndose en pedazos. -No -susurró, y tiró de él hacia abajo de nuevo. Ambos sabían a sal-. Bésame -le suplicó, y él lo hizo, besos lentos, lánguidos y calientes que se aceleraron como los latidos de su corazón lo hicieron, mientras el movimiento de sus cuerpos se aceleró uno contra otro. Cada beso era diferente, cada vez más alto como una chispa como un fuego creciendo; besos rápidos y suaves que le dijeron que la amaba, largos y lentos besos de adoración que le dijeron que confiaba en ella, besos ligeros y juguetones que indican que todavía tenía esperanza, besos adoradores que le dijeron que tenía fe en ella como no tenía en nadie más. Clary se abandonó a los besos, al lenguaje de ellos, el discurso sin palabras que pasó entre los dos de ellos. Le temblaban las manos, pero fueron rápidas y hábiles en su cuerpo, ligeros toques enloquecedores hasta que ella empujó y tiró de él, animándolo con la muda súplica de dedos, labios y manos.

E incluso en el momento final, cuando se estremeció, ella lo presionó a seguir adelante, se envolvió a su alrededor, no dejo que se fuera. Mantuvo los ojos bien abiertos mientras se estremecía, con el rostro contra su cuello, diciendo su nombre una y otra vez, y cuando por fin cerró los ojos, le pareció ver la caverna encendida en oro y blanco, envolviéndolos a ambos en celestial fuego, la cosa más hermosa que había visto nunca.

JELOU!!! ¿cómo les han parecido los últimos caps (que he publicado)? pensé que agregar partes de COHF lo haría más apegado a la historia... btw, el siguiente es el último con partes de CoHF! No se alerten, falta algunos para el final!!!

Gracias por leer & votar!

xx Effy

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