Un flechazo (des)organizado

By MyCherryBomb

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Merlina está completamente segura de dos cosas: La primera es que está absolutamente flechada por el jefe de... More

Presentación
Presentación #2
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Epílogo
Nueva historia

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By MyCherryBomb

Merlina

Con el cuaderno en mano y Andrés pegado a mi espalda, recorro el salón. Estoy revisando para que todo esté impecable. Apenas faltan unas pocas horas para la fiesta, me siento tan nerviosa que voy a vomitar.

—¿Me vas a decir por qué no querés que sepan que sos Michael Jackson? —cuestiono cuando al fin tengo un momento libre. Él se ríe.

—No soy Michael, soy Andrés. Y es que me da vergüenza, yo no canto así. Es decir, sé que canto parecido a él, pero lo que pasa es que tengo que hacer la voz un poco más aguda y me cuesta muchísimo. Si se enteran que imito a Jackson, me van a pedir que cante todo el tiempo, y no quiero. Además, lo hago solo porque necesito la plata, no porque quiera. Estoy obligado a hacerlo, no quiero seguir gastando lo que me da Emanuel —responde con mucha seguridad. Asiento con la cabeza, lo entiendo.

—Bueno, contá conmigo que no voy a decirle a nadie, pero creeme que es genial cómo actuas. Es más, le dije a Vale que me dabas miedo de tan parecido que eras.

Suelta una carcajada y me da un pequeño abrazo por los hombros.

Continuamos mirando que todo esté en orden, por suerte es bastante compañero y me ayuda en muchas cosas. De a poco van llegando los organizadores que el salón tiene contratados y también ayudan con las decoraciones y varias cosas más.

—Qué raro que no saliste con mi hermano anoche —dice Andrés oliendo unas rosas de plástico. Hace una mueca y me río.

—Son de mentira —comento volviendo a depositarla en el jarrón—. Y no salí con él porque con Vale siempre tenemos los viernes de chicas y su novio y Emanuel tienen sus viernes de hombres, lo cual es súper respetable. Además, tampoco es que tenemos que estar todo el tiempo juntos. Nos estamos conociendo.

—Creo que ya se conocen mucho —agrega esbozando una sonrisa torcida. Lo miro con diversión y vergüenza a la vez, acomodando más rosas en sus floreros—. Admitilo, la primera fase de una relación es tener sexo todo el tiempo.

—No es así, también se pueden hacer otras cosas, como salir a comer y ver películas.

—Eso suena muy a mi hermano y muy aburrido... Yo cuando estoy con alguien no les doy descanso. —Sonríe de manera triunfal y ruedo los ojos.

—Qué creído, seguro no aguantas ni la mitad —contesto con tono burlón. Saludo con la mano a una chica que recién llega mientras yo sigo corriendo por todo el salón.

Comenzamos a preparar absolutamente todo lo que falta, desde los cubiertos y platos sobre las mesas, hasta las pantallas e instrumentos sobre un pequeño escenario en un rincón del lugar. Mi acompañante se sube para hacer la prueba de sonido, cantando tan bien que me quedo mirándolo obnubilada, pero no está cantando de la misma manera de anoche, sino con una voz más dulce y aterciopelada que me sumerge en la balada. ¿Este hombre canta rock? Increíble. Al terminar, baja del escenario de un salto y sonríe.

—¿Cómo salió? —interroga.

—¡Espectacular! Me encanta tu voz, creo que voy a ser tu fan.

—Me hacés sonrojar —dice con fingida timidez—. Tengo que cantar esto, a mi papá no le gusta que cante rock, según él es música del demonio. —Ríe y se encoge de hombros—. Explicame cómo los Guns pueden ser del demonio, empecé haciendo covers de ellos, de los Rolling, Aerosmith, AC/DC, en fin, muchos más... y lo torturaba con esa música demoníaca cuando practicaba con mi banda.

—¿Tu papá es muy religioso? —interrogo interesada. Hace un sonido irónico y niega con la cabeza.

—Por el contrario, pero prefiere escuchar baladas. Juan Gabriel, más que nada, es bastante pesado con ese hombre, pero bueno... es de otra época. Por suerte mi hermano se copió de mis gustos, lo influencié bien. ¿Te imaginás a Ema escuchando cumbia? Lo mataría —replica comenzando a seguirme hasta la cocina.

—A veces escucho cumbia, cuando tengo ganas de bailar —comento—. Creo que no es para escucharla todo el tiempo, pero en una fiesta está bien.

—Tenés razón, admito que entre amigos he escuchado cumbia, bailado y cantado. —Suelta una carcajada—. Qué hipócrita soy.

En la cocina ya está Vanina con sus ayudantes preparando todo. La saludo con alegría y observo todo lo que tiene sobre la mesada. Entre todo está el sushi, las albóndigas y las empanaditas que me dan mucha ternura.

—Después las calentamos para que se vayan haciendo en el momento —anuncia ella al notar que estoy confundida al verlas crudas.

—Ah, genial. ¿Llegan a hacer todo en dos horas? —interrogo asustada. Se ríe y asiente.

—Nos sobra tiempo, Merlina, tranquila. Tenemos experiencia con esto. Enseguida viene la pastelera con los postres.

Y así sucede, en menos de veinte minutos una pareja entra a paso rápido con dos cajas enormes y entran a la cocina pidiendo permiso a los gritos. Me acerco para ver en qué puedo ayudar.

—Hola —dice ella sonriendo. Sus ojos azules son tan grandes que me dan impresión. Todo lo contrario a los de su acompañante, que son marrones y algo achinados—. Soy Olivia y él es Kevin, somos los pasteleros que encargó Vani. —Luego mira a Andrés que se acaba de ubicar a mi lado—. ¿Podrían ayudarnos a bajar las otras cajas?

—Por supuesto —replico comenzando a seguirlos. Llegamos hasta una pequeña camioneta con el baúl abierto y dentro hay por lo menos seis cajas enormes. Abro la boca sorprendida y se ríen.

—Todo eso son los postres —dice Kevin manteniendo la sonrisa. Debo admitir que tiene una linda sonrisa, pero no tanto como la de Emanuel. Andrés nota que estoy mirando de más al muchacho y se aclara la voz—. Si pueden ayudarnos, mejor, Oli no puede hacer fuerza.

—Sí puedo, pero él no me deja —lo contradice la interpelada rápidamente, mirándolo con los ojos entrecerrados. Su novio rueda los ojos y le entrega la caja más pequeña. Yo cruzo una mirada divertida con Andrés mientras nos acercamos a sacar lo demás.

Realmente es pesado, así que todos vamos y venimos corriendo hasta que logramos sacar todo lo que hay en el coche. Olivia suspira y Kevin la mira con preocupación, pero ella le dedica una pequeña sonrisa. Me dan mucha ternura.

—En la caja más chica están los postres sin lácteos que me pediste —le dice el pastelero a Vanina, a lo que ella asiente—. Cuando quieran están invitados a nuestra pastelería —nos comenta mirándonos a nosotros.

—Por supuesto, me encantan las cosas dulces —replica Andrés. Luego le guiña un ojo a Olivia y ella hace una mueca de indiferencia.

—Bueno, vos no estás invitado —agrega Kevin con tono cortante. Su acompañante se ríe y niega con la cabeza.

—Obviamente que lo dice de mentira, están todos invitados y pueden traer a quien quieran —expresa ella con una sonrisa simpática—. En fin, vamos porque se nos hace tarde. Espero que les guste el postre y que la pasen lindo esta noche.

—¡Seguro que va a estar riquísimo! Lo digo por experiencia propia —manifiesta Vanina abrazando a la pareja—. Nos vemos, chicos.

—Chau, gracias —saludo antes de que salgan. Cuando se van, miro a Andrés con indignación y arquea una ceja—. No podés coquetear con alguien frente a su novio, vos estás loco.

—Ja, no estoy loco, soy valiente. Ella es linda. —Se encoge hombros—. Quien dice, podría dejar a ese tipo por mí, soy más lindo.

—Ni lo sueñes —lo interrumpe la cocinera que estaba escuchando la conversación—. Están recién casados y se aman un montón, es imposible que lo deje a Kevin, que es un hombre amable, lindo y compañero, por vos, que no sos más que un mujeriego y la podrías dejar al otro día.

—Tampoco al otro día, no soy tan miserable. Como mucho esperaría una semana —contesta él con tono molesto—. En fin, ¿puedo comer algo? Muero de hambre.

—Comete el dedo grande —responde Vanina. Me río y de repente ella se muestra con más interés—. ¿Va a venir Ema, no? —interroga.

—Sí —respondo rápidamente—. Es el segundo jefe, obvio tiene que estar.

—Ah... es que a él no le gustan estas cosas.

—Ahora sí le gustan —agrega mi compañero con tono divertido, revolviendo la heladera, aunque la cierra de un golpe al no encontrar nada.

—¿Y qué lo hizo cambiar de opinión? —pregunta ella frunciendo el ceño. Luego me mira con profundidad y trago saliva. Creo que está bastante claro que sigue queriendo a Emanuel y que sabe que yo soy la razón. Actúo como si no supiera y me encojo de hombros.

—Ni idea —afirmo—. Supongo que creció.

Me escapo de la cocina antes de que me responda. Siento que la amabilidad que estaba teniendo conmigo se va a esfumar. Lástima, porque tenía pensado contratarla para todas las futuras fiestas que me toquen hacer.

Termino los arreglos ordenando a los demás chicos que me están ayudando a colocar los últimos toques de decoración. Cuando me quiero dar cuenta, ya anocheció. Estoy cada vez más nerviosa, solo falta un poquito más de una hora para que empiecen a llegar los invitados. El olor a comida ya se siente, ya que Vanina arrancó a meter las cosas en el horno. Las luces ya están encendidas, todo está completamente en orden. Excepto por el tremendo viento y los horribles relámpagos que comenzaron a aparecer. Suspiro, la que falta es que no venga nadie por culpa de la tormenta.

—Tranquila —me consuela Andrés—. Van a venir, casi todos tienen auto. Además, si no vienen, mi padre los hecha, estoy seguro.

Hago una mueca de incredulidad, pero asiento con la cabeza.

—Vamos a cambiarnos, creo que tu papá dijo que venía a las ocho y media para estar preparado y recibir a los invitados. Falta media hora.

—¡Uh, qué rápido pasa el tiempo! Encima que odio ese traje.

Vamos a los baños respectivos y comienzo a cambiarme. Me pongo el vestido que Ariel me regaló, aun no puedo creer que ese diseñador sea tan buena persona. Además de regalarme esta belleza azul pegada al cuerpo que marca todas mis curvas, nos salvó de que nos encontraran a Ema y a mí juntos. Le debo mil favores.

Me maquillo sutilmente con colores naturales, me pongo mis tacones negros y salgo. Casi me caigo de los nervios al ver que Ricardo ya está acá con su hermoso hijo. Me acerco con firmeza y llamo su atención con un aclaramiento de garganta.

—Buenas noches —los saludo. Me miran con sorpresa y luego el señor Lezcano me da la mano con formalidad, al igual que Emanuel, aunque sus ojos azules brillantes me dicen lo que está pensando por dentro.

—Señorita Ortiz, la felicito, esto es perfecto. Me gusta muchísimo —comenta Ricardo mirando a su alrededor—. Si todo sigue así de bien, no voy a dudar en recomendarla.

—Muchas gracias, señor Lezcano. Ojalá que salga todo perfecto como planeé y que no llueva mucho —contesto.

—Ah, no se preocupe, este es un lugar cerrado así que si se cae el cielo no pasa nada, estamos protegidos —expresa Emanuel despreocupado. Hago un sonido afirmativo y suspiro.

—Bueno, en un poco más de media hora van a llegar los invitados. Yo voy a ver unos asuntos técnicos más y regreso con ustedes —aviso.

—¿Andrés dónde está? —interroga Ricardo—. Creí que estaba con usted.

—Sí, creo que está en el baño. Se estaba cambiando —respondo.

—¡Ema! —Escucho que grita Vanina desde la otra punta del salón. Los dos Lezcano se la quedan viendo con expresión atónita mientras ella se acerca corriendo. Bueno, creo que yo también la estoy mirando de la misma manera—. Hola, ¿cómo están?

—Hola, Vanina, tanto tiempo sin verte —dice Lezcano con algo de incomodidad. Ella asiente sin dejar de mirar a su ex y tengo que aguantarme la molestia.

—Ya vuelvo, disculpen —expreso alejándome.

Solo tengo que aguantarlo, son ex pareja, se llevan bien, no tengo porqué ser celosa. Es obvio que él ya no la quiere, por más que le sonría y le preste atención. Él quiere estar conmigo, así que nada de celos... por más que sea difícil controlarlo.

Encuentro a Andrés hablando con Keung, que por suerte llegó con todos sus herramientas y bien vestido, no con pantalones cagados. Me acerco a ellos y les acomodo la corbata a ambos con diversión, como se nota que no tienen ni idea de vestir formalmente.

—Voy a conectar todo esto y probar el sonido —comunica el Chino. Los tres subimos a la pequeña cabina para ayudarlo. En cinco minutos ya está todo conectado y el DJ empieza a elegir canciones al azar.

Andrés toma mi mano para bailar al ritmo de Suavemente de Elvis Crespo. Me río con cada giro que me da porque me choco contra todo, el lugar es tan pequeño que apenas nos podemos mover. Al escuchar risas, me asomo por el balcón que da a la pista de baile y pongo una mueca de disgusto al ver a Vanina bailar felizmente con Emanuel. Keung se da cuenta y para la música.

—Anda perfecto —dice, dejando música clásica de fondo.

—Mer, no te preocupes, son amigos —comenta el otro acompañante al ver mi cambio de humor. Asiento tratando de sonreír.

Vuelvo a asomarme y noto que el rubio está mirando en mi dirección con culpabilidad. Ricardo está observando todo minuciosamente, saludando a los chicos que van a ser mozos.

La cocinera se aleja de Emanuel y vuelve a entrar a la cocina, por lo que yo aprovecho para salir de la cabina y hablar un poco con él. Mantengo mi distancia para que su padre no sospeche, pero igual me mira con atención.

—Estás hermosa —murmura recorriendo mi cuerpo con sus ojos. Me sonrojo y sonrío.

—Vos estás muy elegante —digo al verlo con su traje azul puesto, incluso combina con sus ojos. Ahora que lo pienso, estamos a juego. Quizás Ariel lo hizo a propósito.

—Vanina es muy pesada, quiere ser mi amiga y todo... —comienza a explicar, pero lo interrumpo con un chistido.

—No hace falta que me digas nada, lo entiendo. Es tu ex, compartieron cosas, se quisieron y todo, es normal que intenten llevarse bien —expreso intentando creerme mis palabras. Suspira con alivio y asiente.

—Gracias por entender. Y obviamente que va a quedar solo en eso, en mi ex. —Sonríe con orgullo—. Porque ahora tengo una novia que me gusta muchísimo y es una hermosura.

—¿Ah, sí? —cuestiono con tono juguetón—. ¿Y cómo se llama tu novia?

—Se llama Merlina —contesta asintiendo—. Solo que todavía no es mi novia formal. Me dijo que me iba a dar un beso para sellar la respuesta, pero sigo esperando. —Se acerca a mi oído—. Yo me muero por besarla.

Muerdo mi labio con nerviosismo y miro a mi alrededor. El señor Lezcano no está por ningún lado, su hermano y el Chino saben que estamos juntos y los demás trabajadores están en su mundo. Me pongo en puntita de pie y lo atraigo hacia mí para darle un breve, pero apasionado, beso.

—A mí también me gusta muchísimo mi novio —susurro mirándolo a los ojos. Le quito el labial que quedó en su boca y nos reímos.

Sin querer queriendo, dirijo mi vista hacia un costado y la veo a Vanina con los brazos cruzados, mirando con remordimiento. Una fea sensación crece dentro de mí y espero que no sea que va a pasar algo malo.

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