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Emanuel.

No veo la hora de que esta fiesta termine. Estoy cansado, quiero irme a mi casa, quiero dormir y no pensar más. El evento que más había esperado en toda la semana se convirtió en mi pesadilla. A cada segundo me siento más estúpido, ¿cómo pude haber confiado en ella? ¿Cómo no me di cuenta de que en realidad le importa el dinero? Era obvio, lo tenía claro desde el momento en que pisó la empresa para que le dé este trabajo. No puedo creer.

Tomo la copa de vino blanco que acabo de llenar de un trago y mi papá me mira con recelo, aunque le hago caso omiso.

Prefiero el sabor dulce del vino que la sensación amarga al pensar que, aunque me moleste decirlo, no voy a poder olvidar a la organizadora tan fácil. Es así, me enamoré de ella en un instante, pero dejar de pensar en ella no va a ser igual.

Nos sirven el postre y es lo único que me interesa comer en toda la noche. Me doy cuenta de que solo le importo a Vanina, que incluso se toma el tiempo de pedir cosas sin lactosa para que pueda probar. Sé que no puedo volver con ella, no puedo darle una segunda oportunidad, pero admito que estoy agradecido porque jamás me engañó, jamás me hizo sentir como un idiota. Busco con la mirada a la chica que me robó el corazón y la dignidad, pero no la encuentro por ningún lado. Mejor, ni siquiera sé porqué la estoy buscando. No quiero ni verla porque terminaría de destrozarme.

Mi hermano se sienta a mi lado y también come el postre. Me mira con los ojos entrecerrados y le hago mala cara.

—¿Qué te pasa? —cuestiono con brusquedad. Bufa y se encoge de hombros saboreando la cuchara.

—¿Qué te pasa a vos? Pareciera que acabas de ver un fantasma, como si no durmieras hace días y encima te tomaste como tres botellas de vino —contesta con seriedad y en voz baja para que nuestro padre no lo escuche.

—No te importa.

—¿Es algo con Merlina?

—No te importa —repito—. Si obviamente vas a estar de su lado, así que me da igual. Andate con ella, que sé muy bien que le tenés ganas.

—Estás equivocado. Ella es una gran amiga, una de las mejores chicas que conocí en mi vida y vos sabés muy bien que conozco muchas mujeres —replica.

—Ni siquiera sabés quién es, la conociste hace dos semanas —comento rodando los ojos.

—Tiempo suficiente como para quererla por quién es. ¿O acaso por qué te enamoraste de ella?

El mal sabor vuelve a mi boca. Me enamoré de ella porque parecía sincera y natural. Parecía una chica simpática y compañera. Terminó siendo una traidora. Al ver que no contesto, Andrés suspira y sigue comiendo.

—Hablé con ella y me contó lo que pasó —expresa con total tranquilidad—. Le creo, por supuesto, deberías escucharla si realmente te interesa.

—No me interesa —digo rápidamente. Me mira de reojo.

—Bien, es tu decisión, pero te vas a querer matar cuando ella ya no esté disponible y vos quieras darle la oportunidad.

Aprieto mi mandíbula y contengo las palabras que tengo en la punta de la lengua. Él quiere hacerse el buen hermano, el que da buenos consejos porque ya sabe todo en la vida, pero no sabe nada. ¿Qué va a saber si jamás sienta cabeza? En la mesa de al lado, Valeria se pone de pie y se dirige a la sala de personal. Al instante vuelve a salir acompañada por Merlina y Kinse. Me hierve la sangre porque sigue estando hermosa, y sigue sonriendo a pesar de que se le nota el cansancio y la tristeza. Se me forma un nudo en la garganta, quizás sea cierto, quizás no es ella...

Un flechazo (des)organizadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora