40

5.1K 505 63
                                    

Emanuel.

Arturo saca fotos mientras saludo junto a mi padre a los invitados que van llegando, pero con mi cabeza en otro lado. En ella, en su dulzura, en su belleza. No puedo estar tan perdido por una mujer, es una locura. Además, no me caía nada bien al principio, intenté alejarla lo más que pude, pero no hubo marcha atrás. Me volvió loco, no lo logré evitar... estoy enamorado de ella. Lo admito, no puedo más, estoy enamorado. Siento como si estuviera en una especie de sueño, como cuando sos chico y te gusta alguien y no podés dejar de pensar en esa persona. Así estoy, no puedo dejar de pensar en ella. Me siento ridículo por estar contento de tener novia llegando a los treinta años, es una felicidad de adolescente, pero me siento renovado. Ni siquiera me importa que mi ex esté dando vueltas a mi alrededor, no la noto. Yo solo veo a Merlina.

—Hijo —me llama mi padre. Lo miro con las cejas arqueadas y bufa—. ¿En qué estabas pensando? Te estoy hablando y ni bola me das.

—Nada, estaba pensando en que no sé si cerré la puerta de casa —miento. Rueda los ojos y hace una mueca de disgusto—. ¿Qué pasó?

—Que está por llegar la señora Liniers con su familia, ponete bien derecho y sonreí, no seas antipático.

Arrugo la nariz. La señora Liniers es una de las clientas más importantes de la empresa, de hecho, es socia de mi padre y lo ayuda muchísimo con las campañas de marketing. La señora no me cae mal, sus hijos sí. Son egocéntricos, engreídos, mal hablados, creen que tienen la razón todo el tiempo y no es así. Además, la hija es una chica de plástico que cada vez que me ve coquetea y muestra sus pechos de mentira, y como ve que no me interesa, me pelea para llamar mi atención. Obviamente, tampoco gana. Es más, mi papá quiere que esté con ella, no sé si piensa que tengo mal gusto o qué.

Y hablando de Roma... Ella es la primera en aparecer. Se notan muchísimo sus cirugías de rinoplastia y botox en los labios, ni hablar de los implantes de seno. Son tan grandes que hasta su espalda está encorvada. Su pelo es bien rubio como el de barbie y sus ojos azules... esperen, creo que está intentando parecerse a la muñeca. Ahora entiendo porqué su hermano se ve como Max Steel... esta familia está bastante mal de la cabeza, ya que la señora Liniers también tiene sus cirugías, como un estiramiento de rostro, por ejemplo. Me dan escalofríos cuando se acercan a mí y me saludan con un beso en la mejilla, juro que hasta puedo sentir el plástico en sus pómulos. Evito mostrarme disgustado, espero que esté funcionando.

—Bienvenidos —dice Ricardo con una sonrisa de oreja a oreja—. Espero que se diviertan esta noche.

—Gracias, Ricardo —responde la vieja dándole un sonoro beso en la comisura del labio. Contengo las arcadas y cruzo una mirada de asco con mi padre. La barbie humana también intenta darme un beso, pero me muevo antes de que lo logre y hago de cuenta que tengo que abrochar un botón de mi saco. La familia de muñecos termina de entrar al salón y suspiro de alivio.

—No tenés arreglo, Emanuel —expresa mi papá—. Es una linda chica...

—¿Linda? Dale, pa. ¿Vos viste lo que es? ¡Puro plástico! Ni Andrés estaría con ella y eso que mi hermano le da a cualquier cosa, pero... no, a mí me gustan las chicas naturales, lindas, simpáticas y trabajadoras. Esta barbie es una engreída, mantenida por su madre, solo que cree que ella se gana la vida porque va a la empresa una vez por semana y da dos ordenes, ¡ni siquiera recuerdo su nombre! —contesto en un murmullo—. Se gastaría mi dinero en cirugías, no en cosas lindas como... como un restaurante hawaiano. —Me encojo de hombros y Ricardo me mira con estupefacción.

—¿Un restaurante hawaiano? —repite, incrédulo. Asiento con la cabeza—. ¿Desde cuándo te gusta eso?

—Fui el otro día y estuvo bueno, son todos platillos tradicionales de Hawái, muy ricos, la verdad.

Un flechazo (des)organizadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora